Luis Ferrero Litrán: “El arte es lo único que realmente nos hace libres y nos permite vivir felizmente encadenados”
Astorgano de nacimiento y ciudadano del mundo, Luis Ferrero Litrán ha vivido en diversos lugares del mundo. Y eso le ha procurado no sólo enriquecimiento como persona sino como autor de 'Las luces de Oita' (2021), una novela editada bajo del sello leonés Marciano Sonoro, cuyos responsables son Cristina Pimentel y Jesús Palmero (Ramón, así le llama su mujer Cristina y también el propio Luis Ferrero).
“Por cierto, ¿sabes que cuando llaman por teléfono a Jesús y responde Cristina, el diálogo es algo parecido a este?:
—Hola, ¿está Jesús?
—¿Jesús? Sí, un momento por favor, ahora se pone. ¡Ramón, te llaman al teléfono!“, aclara Luis, que reconoce la amistad que tiene con los editores de Marciano Sonoro y, además, siente admiración por ellos como profesionales.
“Su editorial da visibilidad a escritores y también a músicos; se embarca en proyectos profesionales que, además de divulgar la cultura leonesa -casi todos los autores estamos vinculados con León-, ofrecen una oportunidad a muchos y lo hacen desde la exigencia y el rigor. La editorial ha ido creciendo con el tiempo, siempre con humildad y cercanía, por lo que no es extraño que recientemente haya sido galardonada en la XII edición de los Premios Diálogo de la Fundación Jesús Pereda de Comisiones Obreras Castilla y León”, explica Luis al respecto de Marciano Sonoro, que publicara su ópera prima, una novela que a su creador le gustaría que fuera bien acogida por sus lectores, incluso que su lectura invitara a una relectura.
En esta obra se abordan temas tan delicados, según su autor, como el suicidio, el fenómeno de los hikikomori (personas que buscan el aislamiento en sus propios hogares durante periodos de tiempo que se alargan a veces años, en ocasiones, el resto de sus vidas, como hacen por ejemplo los personajes de Kurumi, Yoshio y Natsuki) y por ende la soledad y el silencio (como vemos en los cuadros de Hopper), las patologías psíquicas como el narcisismo, la empatía extrema... Incluso se pone de manifiesto la importancia sanadora del arte, que encarna uno de sus personajes, Arito, al que le fascina el proceso de la creación artística. Tal vez por eso mismo el protagonista acaba estudiando la carrera de Bellas Artes. Se trata, por lo demás, de una obra lírica con referencias a Cavafis y asimismo con tintes negros, por lo que han invitado a Luis Ferrero a participar en la Semana Negra de Gijón.
“'Las luces de Oita' tiene que ver con el hecho de que sea en esta ciudad japonesa donde se ambienta y viven sus personajes. De hecho, era importante para mí que la ciudad llegara a adquirir su propio papel dentro de la trama. Creo que es un elemento que la enmarca con naturalidad. Esta novela, tal y como la concebí, no podría transcurrir en otro lugar, precisamente por las características propias de esta localidad en la que tuve la suerte de recalar durante mi tiempo en Japón”, comenta Ferrero a la vez que nos muestra la ubicación de Oita, en concreto en la isla de Kyushu, al sur de país, “al margen del bullicio propio de las grandes urbes niponas como Tokio, Kioto o Osaka”.
“El tiempo en Oita transcurre en medio de una relativa calma; es una población que no supera el medio millón de habitantes, con una forma de vida en la que resulta más fácil tomar el pulso a la sociedad japonesa. La novela se inicia con la filtración en un periódico del anuncio de un suicidio que tendrá lugar en una semana, y a partir de ahí arranca un relato contra reloj en el que las luces se mezclan con alguna sombra, como en la vida. Quizás de ahí venga el título o quizás de las características luces de neón de las urbes japonesas; también en Oita las encontramos”, precisa Ferrero, el cual recuerda que escribía, ya de un modo creativo, siendo pequeño. Y lo hacía como forma de comunicación personal, “sin el propósito de publicar”.
No obstante, llegó un momento en el que decidió que su parte creativa ocupara su tiempo en gran medida, incluso que tuviera prioridad sobre otras actividades profesionales. Y de este modo ha llegado a la época actual. “Pienso que para llegar a esa etapa tenía que vivir otras antes. No cambiaría por nada mi vida como abogado, resultó fundamental para darme cuenta de que lo último que quería era ser un abogado; y, por otro lado, he tenido mucha suerte de formar parte de un proyecto empresarial que me ha llevado a vivir en Asia durante más de quince años. La vida sigue su cauce, con episodios que nos recuerdan que este lugar que tanto nos gusta tiene que ser vivido intensamente. Y así va llegando la necesidad de expresarlo, de sentirlo del mismo modo que antes pero escribiéndolo”, afirma, convencido de que la parte creativa es la que nos distingue no solo de los demás, sino también de nosotros mismos. La parte creativa nos acerca, en su opinión, a una versión más amable de lo que somos.
Marciano Sonoro da visibilidad a escritores y también a músicos; se embarca en proyectos profesionales que, además de divulgar la cultura leonesa -casi todos los autores estamos vinculados con León-, ofrecen una oportunidad a muchos y lo hacen desde la exigencia y el rigor. La Editorial ha ido creciendo con el tiempo, siempre con humildad y cercanía, por lo que no es extraño que recientemente haya sido galardonada en la XII edición de los Premios Diálogo de la Fundación Jesús Pereda de Comisiones Obreras Castilla y León
El arte como salvación
“Pienso que el arte (en cualquiera de sus expresiones) es lo que nos salvará de nosotros mismos, lo único que realmente nos hace libres y nos permite vivir felizmente encadenados. Y pienso, también, que para ser un buen escritor hace falta ser sincero, al menos, cuando se escribe. En todo eso ando”, sintetiza Luis, que aspira a seguir volando como un pájaro. En este sentido, rememora la anécdota que viviera en el año 2000 en Gales, en concreto en Abergavenny(que aparece en la novela 'Las luces de Oita'). Allí tuvo la ocasión de conocer a un hombre, el marido de su profesora de inglés, que era un entusiasta de los pájaros.
“En el trayecto de no más de una hora me contó que en el pasado había sido un fraile y que durante años había vivido de espaldas al mundo tras los muros del monasterio, que la vida de retiro era, comparada con la que llevaba en ese momento en el que hablábamos, infinitamente más sencilla. Me lo dijo con verdadera añoranza. A mitad del viaje, en plena autovía, empezó a mirar por la ventanilla y a bajar la cabeza para ver algo que volaba fuera: se trataba de un milano real. A pesar de que era él quien conducía el coche, no pudo dejar de mirar hacia el cielo, ¡tanto le atraían esos pájaros! Yo no sentí miedo porque pudiéramos tener un accidente, solo fascinación por ese incontrolable reflejo que lo llevó a buscar al milano a pesar del momento y las circunstancias. Creo que ese tipo de personas, los watching birds (observadores de pájaros), como Frank, así se llamaba el hombre, y en cierta medida como yo mismo, buscamos salir volando hacia otros lugares”, recuerda Luis, para quien Astorga es el nido en que naciera, al que vuelve porque allí viven sus padres y más gente a la que quiere, consciente de que la gente leonesa está acostumbrada a buscar otras tierras para prosperar, entre otros, astorganos de su edad que, por una u otra razón, emigran a otros países como México, Australia, Alemania, Inglaterra... O bien se van a Madrid, un destino, a su juicio, muy habitual para muchos.
“Es fácil ser leonés y sentir cierto desarraigo. Creo que también comparten ese sentimiento los que decidieron quedarse, porque lo combaten desde dentro... En los autores leoneses que conozco siempre está presente ese poso de lejanía o de cercanía truncada. Conozco la obra de Oscar Prieto, un narrador extraordinario, de Abel Aparicio, la sensibilidad con la que nos adentra en su exitosa novela '¿Dónde está nuestro pan?' es propia de un poeta que lleva años componiendo. Me fascina la elegancia y la profundidad de Sol Gómez Arteaga, léanla, por favor, y sabrán de lo que hablo. He disfrutado: 'Del agua y del tiempo', del autor de esta entrevista, en la que el paisaje recorre las páginas como fotos hechas con una mirada intimista y poética. Me gusta la poesía irreverente de Carlos Balacera y también el cuidadoso empeño de Alberto Lozano por mantener viva la memoria de su gente. Hay canto-autores como Javi Morán o Isamil9, que te auscultan con su música. En fin, son muchos los que no cito, pero están; con su obra nos hacen pasear plácidamente o nos inquietan”, detalla Luis, al que le gusta pasear, cuando regresa a Astorga, por la ciudad no amurallada, sintiendo la calidez de la misma, aunque asegura que nunca se acerca a su lugar de origen con un sentimiento identitario, quizá porque sus padres no son astorganos de nacimiento. Por tanto, cree que su ciudad de nacimiento es un lugar en el que vivir como podía haberlo sido cualquier otro.
Recuerda cómo sus padres le enseñaron, a él y a sus hermanos, a trabajar desde pequeños en el negocio familiar. A cambio, ellos siempre fueron muy generosos con sus hijos. Una parte del dinero que recibía lo empleaba en comprar varias colecciones de libros clásicos. De modo que su adolescencia transcurrió leyendo a escritores como Víctor Hugo, Alejandro Dumas, padre e hijo, Balzac, Zola, “antes Julio Verne”.
Pasada esta época, le llegaría la literatura latinoamericana, el realismo mágico, y los grandes como Julio Cortázar, Ernesto Sábato, “aún no puedo creer que escribiera solo para él, que pensara que su obra no era digna de ver la luz”, Borges, Juan Rulfo, y tantos otros.
“Durante años me he dejado llevar por la novela negra, me gustaba despreocuparme con Henning Mankell y su personaje más carismático: Wallander. Pero encima de la mesita siempre ha habido poesía: 'Platero y yo' es mi libro de cabecera, aunque comparte espacio con muchos otros y muchas otras. Virginia Woolf siempre estuvo presente, como ahora lo está la poesía de Kaneko Misuzu, por ejemplo. He aprendido mucho de la forma de pensar de los japoneses leyendo a Murakami. En fin, no sé si han influido en mi modo de escribir, pero sí en mi modo de ser y de mirar”, especifica Luis, que vive en Asia desde hace años.
“Desde que un extranjero occidental llega a cualquier país asiático, creo que es necesario que transcurran varios años antes de que empiece a entender lo que pasa a su alrededor. No hablo solo de la barrera del idioma sino también, fundamentalmente, de la cultura y el pensamiento local. Y a pesar de las grandes diferencias que hay entre algunos de esos países asiáticos, también es cierto que comparten muchos rasgos comunes. Uno de ellos se percibe en el modo de comunicarse, en los silencios que pueden usar como parte de su lenguaje, en los tiempos que se toman para expresarse, en la importancia de la escucha respetuosa y sin interrupciones. He intentado trasladar ese lenguaje a la novela, también otros aspectos como la presencia de la lluvia; la convivencia con la naturaleza, con el entorno que los rodea y por el que sienten profundo reconocimiento; la soledad, como rasgo que los define, la soledad buscada y, en muchas ocasiones, deseada”, advierte el creador de 'Las luces de Oita', que, en su opinión, nos ha tocado vivir algo tan grande –se refiere a la pandemia– que nos hemos hecho aún más pequeños de lo que ya éramos.
“Tengo la esperanza de que en esa pequeñez quizás haya quien ha encontrado el silencio que estaba buscando. Quiero verlo desde ese punto de vista como una oportunidad para recuperar algo bueno, algo de lo que se ha ido cubriendo con la arena del tiempo. No soy un nostálgico que piense que cualquier tiempo pasado fue mejor, vivo pensando que lo bueno está por llegar y que hay que mirar hacia delante, pero sin perder la memoria. Esa es la clave, en mi opinión: debemos honrar y conservar la memoria de los que están y también de los que ya se fueron en silencio o silenciados”, señala, mostrándose positivo, vitalista, porque estamos a tiempo, según él, de dar valor a las cosas buenas de otros tiempos, recuperar formas de vida que se han ido perdiendo porque la urbe, la masa, el ruido, la tecnología, han ido arrasando todo mientras se construían nuevos muros y enjambres de felicidad. “Yo he vivido en alguno de ellos, en distintas ciudades de distintos países, y al final siempre queda la gente, eso es lo único importante, la gente, las personas. Ojalá esta pandemia haya servido para poner en el centro de todo a las personas aunque, sinceramente, lo dudo”, añade Luis, que muestra su pena al tiempo que su rechazo a la invasión de Rusia a Ucrania, en realidad a cualquier guerra. “La paz no llega sola, se precisa luchar por ella, ¿no es así? Luchar por la paz, ¡qué ironía tan humana!”, se plantea Ferrero Litrán, que está corrigiendo la segunda novela, también ambientada en Asia, que formará parte de esta trilogía geográfica.
En los autores leoneses que conozco siempre está presente ese poso de lejanía o de cercanía truncada. Conozco la obra de Oscar Prieto, un narrador extraordinario, de Abel Aparicio, la sensibilidad con la que nos adentra en su exitosa novela 'Dónde está nuestro pan' es propia de un poeta que lleva años componiendo. Me fascina la elegancia y la profundidad de Sol Gómez Arteaga, léanla, por favor, y sabrán de lo que hablo. He disfrutado: 'Del agua y del tiempo', del autor de esta entrevista, en la que el paisaje recorre las páginas como fotos hechas con una mirada intimista y poética. Me gusta la poesía irreverente de Carlos Balacera y también el cuidadoso empeño de Alberto Lozano por mantener viva la memoria de su gente. Hay canto-autores como Javi Morán o Isamil9, que te auscultan con su música. En fin, son muchos los que no cito, pero están; con su obra nos hacen pasear plácidamente o nos inquietan
“Pero, antes de nuevas publicaciones, tengo que trabajar en la difusión de 'Las luces de Oita'. Esta tarea me atraía menos que la fase creativa; me refiero a la parte de dar la cara, de asistir a presentaciones y promocionar la obra, sin embargo, estoy aprendiendo a hacerlo y a disfrutar con ello. Principalmente porque durante el camino me voy encontrando con muchas personas que me apoyan y animan a seguir. Eso me reconforta y me llena de energía. Quiero darles las gracias de corazón”.
Entrevista breve a Luis Ferrero Litrán
“Escribo para no perder la memoria ni los recuerdos”
¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?
Hay muchos, pero si tengo que decir uno que sea: 'El conde de Montecristo', de Alejandro Dumas. Lo leí con trece años, un libro encuadernado en un estilo clásico y pasta dura que, como lector, me abrió las puertas a la literatura.
Un personaje imprescindible en la literatura (o en la vida).
En la literatura, el Quijote, pero solo si va de la mano de su fiel escudero. En mi vida, tiene nombre de mujer y vivo con ella.
Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable).
Cuando me lo ha parecido, siempre he pensado que era yo el que no sabía leer su libro y lo he cerrado a la espera de que llegara una mejor ocasión (nunca llega). Me cuesta recordar los títulos de los libros de autores que me han gustado o inquietado, imposible acordarme de los otros.
Un rasgo que defina tu personalidad.
¿Fuerza de voluntad?
¿Qué cualidad prefieres en una persona?
La bondad.
¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?
Si te refieres a la política en España, he sentido frustración al comprobar, tras muchos años viviendo en el extranjero, que las heridas, lejos de cerrarse, se están abriendo más y más, que no existe respeto por las ideas de los demás, que para posicionarse es preciso estar en contra de algo o de alguien. A mí me gusta la gente que trata de encontrar soluciones a los problemas, que está dispuesta a ceder en algo porque cree que no hay verdades absolutas, que considera que de los errores se puede aprender y me gusta, en especial, la gente sencilla, sin artificios. No sé si eso coincide con nuestra política y sociedad actual, creo que soy un ingenuo recalcitrante.
¿Qué es lo que más te divierte en la vida?
Muchas cosas muy simples: tomar una (miento, más de una) cerveza en buena compañía, a veces también solo. Salir a correr, disfruto del antes, del durante e intensamente del después, quizás pensando en la cerveza de la que te hablaba hace un momento. Aunque echo de menos a mi hermano, me gusta mi minúsculo mundo tal y como es ahora, por eso no quiero que los que me importan se vayan de él. Y me encanta acabar contándole todas estas cosas a Yolanda, mi mujer, eso es lo que más me divierte.
¿Por qué escribes?
Para no perder la memoria ni los recuerdos. Es curioso porque, aunque escribo ficción, en ella se esconden emociones muy reales para mí. No es extraño que se me caigan las lágrimas mientras escribo o releo algo de lo que he escrito. Hace poco lo he entendido leyendo a Julio Cortázar. Él decía que era muy sencillo de explicar: su realidad era mucho más amplia que la de otros para quienes eso a lo que él llamaba realidad sería solo ficción. Digo esto, salvando las estratosféricas distancias, por supuesto.
¿Crees que las redes sociales, Facebook o Twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?
No lo creo, pero sí para difundir y encontrar a otras y otros con inquietudes creativas. La única red social en la que participo es Instagram y solo por motivos literarios o por inquietud artística. Las redes sociales, Internet, son armas tan potentes que necesariamente tienen cosas muy buenas y también otras muy malas; intento sacarle partido pero no soy especialmente activo, debo reconocerlo.
¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?
Algunas vivencias, los recuerdos, muy especialmente las impresiones (muchas veces equivocadas), la imaginación, el cine, los comentarios de los documentales suelen estar llenos de lirismo y, por supuesto, la lectura de los que han sabido expresar mejor y antes que yo eso mismo que también yo quiero decir, pero que me permiten intentarlo porque, como en su día me dijo el escritor Suso Mourelo: “Las palabras son de todos, como el aire”.
¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?
No tengo blog, solo mi página web: www.luisferrerolitran.com. Y habitualmente sigo algunos blogs divulgativos, artísticos y unos pocos literarios.
Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.
Hay muchas cosas de este mundo que no entiendo, así que intento crear el mío.