Los años en que los mineros amenazaban con cortar la Vuelta a España y acabaron subiendo sus reivindicaciones al podio
La organización de la prueba y las instituciones pactaron en los ochenta que las reivindicaciones mineras tuvieran eco mediático a cambio de renunciar a irrumpir en la carretera
El minero Óscar Magadán (izquierda) sube al podio con una pancarta al final de la etapa Ourense-Ponferrada de la Vuelta a España de 1989. Rycardo de Paz / Archivo de Bierzo 7
Los ciclistas participantes en la Vuelta a España de 1989 y los mineros de Victoriano González tenían el 27 de abril de aquel año la misma meta en Ponferrada. Allí, en la Avenida de las Huertas del Sacramento, los corredores buscaban el triunfo y los trabajadores querían visibilidad para sus protestas. Los primeros afrontaban una etapa de 163 kilómetros y los segundos ya sumaban varias semanas de movilizaciones ante un escenario de impagos y despidos. Conscientes del eco mediático nacional e internacional de la competición, los sindicatos amenazaron con cortar la carrera hasta obtener el compromiso de que las cámaras multiplicarían la difusión de sus quejas. Cuando el francés del Caja Rural Roland Le Clerc subió al podio para enfundarse el maillot amarillo, el operario Óscar Magadán lideraba también una fila de compañeros que aparecieron en escena con una pancarta que rezaba 'Por un compromiso sin engaño de la Junta y administración. No a los despidos de los mineros de Victoriano González'.
Cortar la carretera era casi el pan nuestro de cada día a cada conflicto laboral a finales de los años ochenta en un contexto de reconversión industrial en la minería del carbón. Amaranto Herrera y Víctor Rodríguez, entonces delegados por la Unión General de Trabajadores en el Comité de Empresa de Victoriano González (propiedad ya de aquella del polémico empresario Victorino Alonso), tenían a las fuerzas de seguridad pisándoles los talones día y noche en la primavera de 1989. Con varios compañeros encerrados en el Pozo La Italiana en Santa Cruz del Sil (Páramo del Sil), otra parte del conflicto laboral se dirimía en el asfalto. Cuando comenzó a especularse con la posibilidad de aprovechar la etapa Ourense-Ponferrada de la Vuelta a España para plantarse en mitad del recorrido, recibieron un aviso. “Vinieron a hablar con nosotros. Y nos dijeron que ni lo intentáramos”, señala Herrera ahora que las movilizaciones contra la masacre a la que el Gobierno de Israel somete a Gaza que sí lograron parar la competición ciclista le han hecho recordar aquel episodio.
“Nosotros queríamos que se nos escuchara y hacer ruido. Queríamos hacernos notar, a veces acertada y otras equivocadamente”, cuenta Rodríguez al rememorar interlocuciones telefónicas con el entonces gobernador civil, Arsenio Lope Huerta. Las negociaciones pasaron entonces de la carretera a los despachos de las instituciones. El entonces alcalde de Ponferrada, Celso López Gavela, recibió a una delegación sindical. “Y desde el principio hizo notar que la minería era una cuestión importante y había que tenerla en cuenta”, dice el de aquella concejal de Cultura, Educación y Deportes, José Manuel Neira, para constatar cómo los términos de la negociación se orientaron a que la empresa organizadora de la prueba, Unipublic, aceptara la propuesta de la parte social de hacer visibles al público y en la retransmisión las protestas en la zona de meta y el podio. “Y la organización no puso ningún problema”, dice al precisar que incluso a última hora hubo margen de maniobra para que la Policía Municipal recolocara a los mineros en un sitio con más foco mediático.
La protesta final fue, por lo tanto, el resultado de un pacto. “Cortar la carrera no era viable, ni era lo primordial”, considera Óscar Magadán, el primero en subir el podio con la pancarta. “Una vez llegamos a intentar cortar el tren en Ponferrada”, aporta Amaranto Herrera. “Cortar la Vuelta a España era una circunstancia muy loca”, sostiene Víctor Rodríguez, que se recuerda aquel día inquieto, con otros miembros del Comité de Huelga repartidos por distintos puntos del recorrido para evitar que algún incontrolado rompiese el acuerdo y sí saltase a cortar la carrera. “Nosotros lo que queríamos es que se diera difusión de nuestros problemas en los medios de comunicación”, anota. La situación parecía bajo control en la zona de meta, apunta el entonces concejal José Manuel Neira, que destaca el papel en la intendencia del asesor del área José Luis Fernández de los Cobos.
Nosotros queríamos que se nos escuchara y hacer ruido. Queríamos que se difundieran nuestros problemas en los medios de comunicación
El caso es que los ciclistas, que entraron en El Bierzo por los municipios de Puente de Domingo Flórez, Carucedo, Borrenes y Priaranza del Bierzo antes de llegar a Ponferrada, parecieron de alguna forma mimetizarse con los mineros en una jornada de lluvia y con las caras ennegrecidas ya al paso por una ciudad entonces famosa por su Montaña de Carbón, la gigantesca mole de estériles que dejaba sus correspondientes dosis de contaminación. Luego unos y otros tuvieron su espacio ante las cámaras. Las imágenes de la época dan el contraste con lo ocurrido este año. “Yo estoy de acuerdo con las movilizaciones, pero siempre que no haya violencia. No hace falta sacar las porras. Tienen que ser todos más cívicos”, analiza Óscar Magadán sin dejar de citar el riesgo para los ciclistas derivado de los aficionados que corren a escasos centímetros en los puertos de montaña: “Y ahí nadie se rasga las vestiduras”.
La comparativa, con más de tres décadas y media de distancia, arroja otras conclusiones. “La gente era entonces más unida que ahora. Los obreros estábamos más unidos”, considera Magadán. Las movilizaciones de ahora ya aprovechan la viralidad de las redes sociales, inexistentes a finales de los ochenta. “Hoy todo el mundo tiene más información. De aquella era mucho más difícil llegar a la gente”, tercia Herrera en una opinión compartida con Rodríguez. La etapa, ante la que incluso se rumoreó la posibilidad de adelantar la meta a A Rúa (Ourense) para evitar hipotéticos cortes, concluyó con aquella imagen de un trabajador minero, el alcalde de Ponferrada y el líder de la Vuelta compartiendo podio, donde lucía como azafata la que luego sería estrella televisiva Leticia Sabater.
El francés Dominique Arnaud gana etapa de la Vuelta Ciclista a España de 1987 (Ponteareas-Ponferrada) con pancartas de UGT en apoyo a la minería de fondo. Mondelo / EFE
Las flores, en este caso al ganador de la etapa (el francés del Reynolds Dominique Arnaud), las habían entregado un par de años antes dos mujeres en representación del sector, que subieron al podio con el puño en alto al final de la jornada que unió Ponteareas (Pontevedra) y Ponferrada, de 237 kilómetros de recorrido. Fue el 9 de mayo de 1987. Y la secuencia resultó similar. “Los mineros, decididos a cortar la etapa de la Vuelta”, tituló aquel día en la previa Diario de León una información en la que el entonces secretario general de la Federación Minera de UGT, José Antonio Saavedra, declaraba: “Los mineros se sentirían muy molestos si tuvieran que cortar la Vuelta, pero tampoco significaría gran cosa, porque es un espectáculo que sucede una vez al año y los mineros estamos todos los días en el fondo de la mina”.
La información se quedaba pequeña en la portada del rotativo al lado de otra con una manifestación de 3.000 mineros en León en plenas negociaciones del convenio de la antracita, en el que la parte social pretendía incluir incrementos salariales, conversión de contratos temporales en indefinidos y la reducción de seis a cinco días la jornada laboral semanal, entre otras cuestiones. “El convenio de la antracita de 1987 no será uno más, será conocido como el convenio de convenios, tanto por el avance como por el proceso de consecución tras una larga lucha”, subraya el historiador berciano Alejandro Martínez al hacer notar la intensidad de las movilizaciones y la “dura represión” en forma de detenciones y procesamientos.
Con este escenario como telón de fondo, la Vuelta a España llega a Ponferrada. Como si fuera una contrarreloj, las negociaciones con Unipublic se cerraron a última hora en la Cafetería Temple de Ponferrada. “Ellos se pusieron en contacto con nosotros. Estaban preocupados y fueron flexibles. La oferta fue razonable y ellos cumplieron lo pactado”, recordaba a las puertas del Mundial de Ciclismo de 2014 de Ponferrada en el semanario Bierzo 7 el que en 1987 era secretario comarcal de la UGT en El Bierzo, Eumenio Fernández. El acuerdo volvió a pasar por dar visibilidad a la protesta a cambio de renunciar al corte de la carrera, una hipótesis ante la que ya se había movilizado de forma preventiva a otros 70 policías. “Los mineros de antracita saludan a la Vuelta a España”, rezaba la pancarta con la que el sector proyectó su problema en los medios de comunicación.
El eco de aquellas movilizaciones mineras no se había apagado diez años después, cuando en 1997 el Morredero se estrenó como final de etapa y el entonces concejal de Deportes del Ayuntamiento de Ponferrada, Ángel Arias, tenía miedo a que una revuelta del sector alterase la normalidad de la prueba. “Había ruido de fondo. La Guardia Civil hizo investigaciones previas para ver unos días antes cómo estaba el ambiente. Pero entonces no hubo ninguna reunión en el Ayuntamiento”, reconoce Arias. El sector se había movilizado el año anterior contra el protocolo eléctrico del Ministerio de Industria dirigido entonces por Josep Piqué antes de la firma al año siguiente del primer Plan del carbón. No fueron los mineros, sino un pajar en Corporales (Truchas) que impedía el paso de la caravana pesada el que acabaría poniendo en riesgo aquella etapa León-El Morredero del 18 de septiembre de 1997. Al día siguiente, camino de Pajares, sí hubo protesta al paso por Cubillos del Sil apenas unas jornadas después del accidente de tráfico que se cobró la vida de dos jóvenes. Como las de los mineros en los ochenta, la movilización estaba pactada para tener repercusión mediática.
Dos antecedentes de suspensión en el País Vasco
Las reivindicaciones mineras se quedaron en los años ochenta en amenazas de cortar la Vuelta a España, algo que sí se logró en dos momentos puntuales en el País Vasco, con el ambiente condicionado por la actividad de ETA, el apoyo de parte de la sociedad a la banda terrorista y las aspiraciones independentistas.
El primer episodio se produjo en 1968. La explosión de una bomba a la altura de Urbasa en la etapa Vitoria-Pamplona del 9 de mayo abrió en la calzada un boquete de metro y medio de ancho que esquivó el ciclista escapado José Luis Uribezubua antes de que la organización decidiera suspender la carrera, según explica el escritor e investigador sobre la historia del ciclismo, Ángel Neila.
Diez años después, la Vuelta canceló la contrarreloj programada en San Sebastián por la sucesión de “barricadas, cortes de carretera y altercados en favor de ETA en el entorno urbano y viario”, añade Neila sin dejar de reseñar que este último episodio abrió un período de tres décadas en las que la competición no volvió a pisar suelo vasco.