La narradora leonesa Cristina Peñalosa creció al amor de las lecturas de su madre y las leyendas leonesas que le contara su padre, que la llevaba por zonas de la ciudad, desconocidas para ella, hasta que llegaban a alguna plazuela donde le contaba un cuento o una leyenda, lo que estimuló su ánimo viajero y acabó forjando un carácter aventurero. Recuerda que deambulaban por todo León como dos exploradores. “Nos hemos perdido”, decía Cristina, que sentía fascinación por el espacio y el tiempo, sin pizca de temor y sí con cierta alegría porque tal vez el espacio se había retorcido misteriosamente y de alguna manera inexplicable habían llegado a otra ciudad. “Ahora pienso que algunos de esos relatos eran ficciones suyas porque mi padre era un gran lector y eso siempre deja un poso que te convierte en narrador”.
En este momento, las editoriales más importantes de España se rifan a todos los analfabetos que aparecen en televisión y desdeñan a muchos escritores válidos.
Cristina también está convencida de que el largo invierno leonés ha propiciado un carácter generalmente vuelto hacia el interior, hacia los sueños y la fantasía y, por otra parte, ha sido el numen de los filandones que, pese a que tradicionalmente tienen lugar al atardecer y en torno a las llamas, no siempre son así y no es necesario hilar para que las familias se reúnan y se cuenten historias. Recuerda con afecto las maravillosas tardes de invierno en las que se sentaba con su madre junto al radiador del cuarto de estar y mientras, tras los cristales de la ventana, veía caer la nieve mansamente sobre los tejados del garaje Ibán y la terraza del hotel Regina para ir a parar al fin a la calle Burgo Nuevo, su madre le leía los cuentos de Elena Fortún. “En la pared colgaban láminas de paisajes suizos... De ahí, pasé a leer a Johanna Spyri, a Enid Blyton, a Julio Verne, a Enrique Jardiel Poncela... Aunque, claro, eso fue un poco después –agrega– porque, al principio, me leía mi madre porque yo aún no sabía juntar una letra con otra. Ella, que también era una gran lectora y que escribía muy bien y con mucha gracia porque era muy simpática y tenía un gran sentido del humor, me introdujo desde la cuna en el mundo de la ficción”. Cuenta Cristina que se pasaba el día exigiendo cuentos o inventándolos cuando jugaba y que en compensación, por no haber llorado cuando le extraían sangre para un análisis, le compraban un libro de cuentos. Ahora ya no le gusta que le regalen libros porque uno de sus placeres es pasarse una hora recorriendo una librería en busca del 'arca perdida'. “No me gusta que me impongan una lectura; prefiero encontrarla yo”, apostilla.
La lectura como algo esencial para escribir, porque “escribir, como soñar, es una labor solitaria. El escritor se va haciendo poco a poco, va surgiendo el deseo en él y es raro que ese deseo se manifieste en alguien que no sea lector. Habrá a quien le guste lo que rodea al mundo literario aunque nunca haya leído un libro pero escribir, lo que se dice escribir...”
La lectura es imprescindible para escribir, según Cristina, aunque no para publicar, “porque, en este momento, las editoriales más importantes de España se rifan a todos los analfabetos que aparecen en televisión y desdeñan a muchos escritores válidos. Esos libros, entendiendo en este caso por libros un conjunto de hojas encuadernadas sin ningún valor literario, no son adquiridos por lectores sino por personas tan analfabetas como los que los escribieron, compradores que tienen su momento de gloria haciéndose una autofoto con el móvil abrazados al héroe televisivo del momento en la feria del libro”.
El cuento literario no requiere de adornos. El autor ha de saber desde el inicio hacía donde se dirige, ha de cerrar esas expectativas que abrió sin defraudar al lector y ha de llegar a un desenlace y si este desenlace sorprende mucho mejor.
Deudora, por tanto, de todas sus lecturas, la creadora de 'La conquista del olvido' –en la que reflexiona sobre la identidad y las pérdidas de la infancia y de la memoria- reconoce que, aunque ha leído a casi todos los escritores leoneses, se siente muy cerca del mundo de ficción de José María Merino y además le interesan los mismos temas que a él. “Merino es un gran maestro y una gran persona y yo espero con impaciencia el libro de cuentos que saldrá próximamente y que creo que se titulará 'La trama oculta'. El encuentro con Merino entre las páginas de un libro siempre ha sido para mí una experiencia deliciosa y enriquecedora”. Asimismo, destaca sobremanera la asistencia a los seminarios sobre Psicoanálisis que imparte el médico, psicoanalista y creador literario Luis Salvador López Herrero “que, igual que sucede con Merino -nació fuera de León pero que, por su relación con esta tierra, podría considerarse literariamente leonés-, me inspira para escribir”.
El juego, la fantasía y la ensoñación
En realidad, Cristina nunca ha dejado de jugar, como cuando era una niña, un juego que ahora se ha convertido en fantasía y ensoñación. “Un escritor también crea un mundo propio y fantasea y juega con sus personajes así que, de alguna manera, la obra literaria es una continuación de los juegos infantiles”. Algo que explica de un modo magistral Freud (quien fuera premiado con el Goethe, el más importante premio literario en lengua alemana), en 'El poeta y los sueños diurnos', que data de 1907. En su obra la palabra 'poeta' se refiere a cualquier escritor –matiza Cristina– no sólo a los que escriben poesía. Y explica que la obra literaria no es simplemente un sueño diurno ajeno, es decir, la fantasía de otro, que más bien nos repelería por sus connotaciones egocéntricas: “El poeta”, dice Freud, “mitiga el carácter egoísta del sueño diurno por medio de modificaciones y ocultaciones y nos soborna con el placer puramente formal, o sea estético, que nos ofrece la exposición de sus fantasías.”
Especialista en narrativa breve, y avalada por prestigiosos premios –si bien reniega de los premios comerciales, “convocados por unos grandes almacenes”, con tufo a corrupción-, la autora de 'Otoño en Viena' cree que en el cuento es obligatorio enganchar al lector con la primera frase, abrir expectativas que le intriguen y le obliguen a continuar la lectura. “Hay que seducir, por eso es mejor sugerir que enseñar. Cada palabra ha de ser imprescindible; el cuento literario no requiere de adornos. El autor ha de saber desde el inicio hacía donde se dirige, ha de cerrar esas expectativas que abrió sin defraudar al lector y ha de llegar a un desenlace y si este desenlace sorprende mucho mejor”, precisa. Y en este sentido recuerda los consejos del maestro Pereira sobre la escritura de cuentos, “entre dos palabras, es mejor elegir la menos prestigiosa” y rememora aquello que decía Horacio Quiroga: “no se debe escribir bajo el imperio de la emoción sino que hay que evocarla y escribirla cuando ya pasó.”. Consejos que valen tanto para el cuento como para la novela -resalta Cristina-, porque sus novelas se han forjado en la escuela del cuento literario y se rigen por los mismos principios. “El cuento es como un amante y la novela como un marido”, explica Cristina, quien sugiere que, “para que el matrimonio no sea aburrido, tienes que tratar al marido como a un amante o seguir los consejos de Jardiel Poncela que decía: 'los hombres y los colchones (los colchones de su época, claro) se ablandan a golpes'.” A golpes naturalmente metafóricos -agrega Cristina-, que en la actualidad tiene a medias una novela en la que vuelve a tocar el tema de la identidad, aunque lo trata de un modo muy distinto a como lo hiciera en 'La conquista del olvido'. “Lo cierto es que la tengo abandonada desde hace unos meses aunque sé que un día reanudaré la escritura y mostraré en ella mi París y mi Brujas lo mismo que, en 'La conquista del olvido', mostré mi Florencia y mi Roma. Ahora, los problemas que existen en el mundo editorial no me animan demasiado a escribir. Aparte de ésta, tengo otra novela terminada que deseo publicar”, remata.
Al principio, me leía mi madre porque yo aún no sabía juntar una letra con otra. Ella, que también era una gran lectora y que escribía muy bien y con mucha gracia porque era muy simpática y tenía un gran sentido del humor, me introdujo desde la cuna en el mundo de la ficción.
Entrevista breve a Cristina Peñalosa
“La política me parece una pocilga mal administrada”
¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?
Muchos. No puedo citar uno solo porque no hay libro que lo reúna todo pero lo que sí deseo señalar es que he aprendido hasta de libros realmente malos. Con esos me he dado cuenta de lo que jamás hay que hacer en literatura.
Un personaje imprescindible en la literatura (o en la vida)
Se dice que imprescindible no hay nadie. Para mí, en la vida, han sido imprescindibles todos mis antepasados o no estaría aquí y me gusta mucho estar aquí.
Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable)
Cualquier libro que me aburra. Cuando compro un libro, el autor y el editor adquieren conmigo el compromiso de interesarme. Todavía al autor puedo perdonarle por aquello del narcisismo pero al editor jamás. Vuelvo a repetir en esta entrevista que los libros insufribles deberían poder devolverse. Seguro que alguno se llevaba una sorpresa.
Un rasgo que defina tu personalidad
Todos somos muy complejos. No se puede definir a nadie por un solo rasgo.
¿Qué cualidad prefieres en una persona?
La alegría, el sentido del humor y la lealtad. No necesariamente en ese orden, en conjunto.
¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?
Aunque era muy joven entonces, recuerdo que las personas de mi generación vivimos ilusionadas el cambio político que se produjo en la transición, sin embargo de los ideales de entonces, ya no queda nada. A buen seguro todavía habrá por ahí, independientemente del color de su partido, algún político con vocación de servicio, pero sin duda será una rara avis. En general, la política me parece una pocilga mal administrada. No es de recibo que, en la situación actual, cuando muchísimos españoles han traspasado el umbral de la pobreza, los diputados y otros altos cargos cobren, sólo en dietas, el triple del salario mínimo interprofesional. La sociedad española, que venía de más de un siglo de guerras civiles y fue capaz de hermanarse en la transición, es ahora un ejemplo de tolerancia y de paciencia.
¿Qué es lo que más te divierte en esta vida?
Depende del momento. Me gusta mucho viajar en buena compañía y nadar en solitario. Puedo pasarlo sumamente bien escribiendo y reírme yo sola imaginando a mis personajes en las situaciones en que les sitúo en ese momento. Me encanta reunirme con amigos. Lo paso muy bien con las películas de Woody Allen. Hubo un tiempo en que opinaba que deberían recetarlas en la Seguridad Social. Me gusta charlar con mi hijo y me divierten las cosas tan ingeniosas que se le ocurren pues tiene un gran sentido del humor.
¿Por qué escribes?
Porque afortunadamente no he encontrado ni encontraré (ni conseguiré escribirlo yo) el libro que me llene por entero. La falta es lo que mueve el deseo.
¿Crees que las redes sociales, facebook o twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?
Únicamente tengo facebook. Abrí dos páginas públicas: 'Cristina Peñalosa' y 'La conquista del olvido', en las cuales he colgado entrevistas y reseñas relacionadas con mi actividad literaria. Por otra parte, me gustan algunas páginas de fotografía de paisajes y de ciudades. Esa es toda mi actividad en esa red social. Sólo he escrito ahí pequeños comentarios a los amigos, todo muy coloquial.
¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?
La imaginación, los deseos, los sueños... En definitiva, las ganas de jugar.
¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?
No, no le he encontrado el punto a eso y seguro que lo tiene.
Una frase que resuma tu modo de entender el mundo
La felicidad está dentro de uno mismo.