La poesía surrealista es la que te recuerda con talento verbal y sin anestesia que la vida humana está ahí para que la experimentemos, no para que la entendamos…
Pero, hablando de poesía surrealista... ¿Quiénes son Valentine Penrose, Gisèle Prassinos, Alice Rahon, Iréne Hamoir, Ithell Colquhoun, Claude Cahun, Mary Low, Laurence Iché, Joyce Mansour, Unica Zürn, Isabel Meyrelles, Marianne van Hirtum, Ammie Le Brum, Penelope Rosemont, Alena Mádvorníková, Carmen Bruna, Silvia Guiard, Aase Berg y Beatriz Hausner? ¿Se trata de un inventario de mujeres poetas surrealistas o del catálogo de militantes activas en el surrealismo poético a los que los surrealistas fundacionales varones no les dieron voz? ¿Por esto último estamos no ante una antología no confeccionada con perspectiva de género sino más bien ante un factor de corrección y un acto de justicia poética?
En verdad he aquí, mediante este necesario libro, no solo un descubrimiento y una reparación sino también la cartografía de una insumisión poética (a tal efecto esta colección bilingüe, traducida por Eugenio Castro y Jesús García Rodríguez y coordinada y prologada por Lurdes Martínez, incluye a creadoras más allá del ámbito francófono además de a las mujeres poetas que habitaron ese París surrealista al mismo tiempo que Breton y sus correligionarios, pero a las cuales pocas veces se las cita. aquí las poetas surrealistas Claude Cahun o Mary Low conviven con otras voces inéditas en España como de Laurence Iché o Carmen Bruna, por ejemplo).
Una antología bien concebida
Pero, como suele ocurrir con las antologías bien concebidas, La llama ebria - Antología de mujeres poetas del surrealismo (Ed. Bartleby) no se limita a reunir textos y nombres: propone en conjunto una lectura, y una toma de posición crítica. Su mérito principal por eso no radica únicamente en rescatar voces silenciadas por el canon y la historia literaria –empresa hoy frecuente y a veces rutinaria–, sino en mostrar cómo esas voces no fueron apéndice ni nota a pie de página del surrealismo oficial, sino uno de sus núcleos más intensos y perturbadores.
Inspirado en las teorías del psicoanálisis freudiano y en su descubrimiento del inconsciente, de esas fuerzas que llevamos dentro todos los seres humanos las cuales no dan la cara pero son nuestro motor, André Breton ideó y fundó en su día el surrealismo, movimiento poético y artístico de vanguardia que se definía como “la aventura radical en pos de una nueva concepción del mundo, del ser humano y de sus medios de expresión”. Y a tal efecto Breton proponía la creatividad desde el “automatismo psíquico puro” ya que, según su idea, “el azar es más inteligente que nosotros” y “la libertad será primero mental y artística o no será”.
Pero el surrealismo, tan proclive a la retórica de la liberación, incurrió a menudo en una contradicción evidente: celebró a la mujer como mito, musa o enigma, pero le negó con frecuencia el estatuto pleno de sujeto creador. Esta antología ahora corrige, con naturalidad y sin estridencias, ese desequilibrio. De hecho los poemas aquí reunidos no reclaman justicia retrospectiva; la ejercen (bastan sus imágenes, su audacia verbal, su radicalidad imaginativa y la libertad amplia con la que la gran mayoría de estos poemas están escritos y que hablan por sí solos).
Sin embargo el lector avezado advertirá pronto al leerlos que no hay un 'surrealismo femenino' entendido como categoría homogénea o sentimental. Al contrario: lo que emerge en estas páginas es una pluralidad de registros que van de la violencia visionaria a la ensoñación erótica, del automatismo verbal a la lucidez simbólica o hasta esotérica. La llama –con su función esotérica tan afecta al imaginario surrealista– aparece aquí despojada de su función decorativa, y convertida en emblema de embriaguez cognitiva: conocimiento que se alcanza no por la razón discursiva, sino por la fractura, el deseo y la revelación.
La antología está además sabiamente ordenada, de modo que el diálogo entre las autoras se impone al mero criterio cronológico (en esta antología el surrealismo no acaba, como de ordinario, tras la Segunda Guerra Mundial ni con la muerte de Breton; pues no acaba). Los poemas se iluminan entre sí, establecen resonancias, contradicciones y afinidades secretas. Y el resultado es una lectura continua, no fragmentaria, que permite entender el surrealismo histórico (o el histérico), en lo que este tiene de aire familiar (¿existe el surrealismo poético o solo los poetas surrealistas que escriben poesía?, se pregunta en cierto momento la autora del prólogo de este libro), como una constelación viva y no como un museo de gestos provocadores.
La llama ebria cumple así una doble función: devuelve a estas poetas el lugar que les corresponde y, al mismo tiempo, obliga a releer el surrealismo en su conjunto, de modo y manera que, tras estas páginas, resulta difícil seguir aceptando una historia del movimiento escrita solo en masculino y en París. Y eso, más que una consigna, es una conquista crítica.
Las autoras destacadas
Destacamos del conjunto, por mero gusto personal y no por despiezar lo compacto, la poesía de Valentine Penrose por su estilo onírico, erudito, y ritualístico que combina prosa y verso con cadencias mágicas y que es rica en temáticas como el erotismo femenino explícito, la violencia simbólica, la alquimia, la magia, y la transformación, y vehicula estos temas mediante una escritura automática filtrada por notable erudición. Y la poesía de Gisèle Prassinos, que es espontánea, precoz, infantil, lúdica y de extrema libertad léxica a la hora de tratar temas como el sueño, lo absurdo, la metamorfosis, el mundo de juegos, lo insectos, y objetos que cobran vida mediante una escritura automática genuina; versos y prosa muy breves; casi no hay planificación sino solo inocencia subversiva. Y la poesía de Alice Rahon por su estilo preciso, lírico, evocador, menos radical que Penrose o Prassinos en el automatismo, y más rico en su temática de paisajes oníricos, mitología, símbolos naturales, deseo y memoria filtrados por la fantasía, y en la cual encontramos un control más rígido sobre la forma.
Si lo más difícil en literatura es la poesía, el surrealismo, por rebasar los lindes de la lógica y la razón y la claridad y la norma, es lo más difícil en poesía, y por eso necesita de libros clarificadores, escribió el añorado Antonio Martínez Sarrión en aquel libro ya clásico Sueños que no compra el dinero (balance y nombres del surrealismo).
Pues pocos libros tan clarificadores, necesarios, sugerentes y serios como este que ahora mismo celebramos como un acontecimiento para los devotos lectores de la poesía que nos traído hasta aquí.