Cine

'La habitación de al lado': sobre la muerte

Tilda Swinton y Julianne Moore, protagonistas de última película de Almodóvar.

Antonio Boñar

Hay dos líneas de diálogo que aluden a la muerte y que podemos escuchar en esa exquisitamente cínica y elegante serie de televisión que se llama Mad Men (2007-2015). La primera la pronuncia Bert Cooper después de que su anciana secretaria, la señora Blankenship, muera de repente en su puesto de trabajo: “Nació en un granero de Wisconsin en el siglo XIX. Ha muerto en el piso 27 de un rascacielos de Madison Avenue en 1969. ¡Era una astronauta!”. La segunda la escuchamos cuando es el propio Cooper quien muere y su socio Rodger Sterling exclama: “Debí saberlo, cuando un hombre mayor empieza a hablar de Napoleón tú tienes que saber que se va a morir”. Estas dos frases contienen en su interior más inteligente verborrea y sentido del humor que todo el metraje de la última película de Almodóvar.

Todo es tan visualmente refinado en La habitación de al lado que resulta finalmente impostado. Es la depuración de un estilo único, pero también la rendición ante una carga emocional que está tan maquillada y escondida baja capas de complacencia estética que nunca llega a apelar al corazón del espectador. Es un elogio a la belleza, a la hermosa caligrafía de un autor colosal, pero también un discreto artefacto discursivo donde las palabras que expresan unas actrices enormes parecen esculpidas sobre mármol, lejos de la espontaneidad de otros trabajos del mismo director. Se puede ser un artista mayúsculo sin tener que adoctrinar al respetable, sin manierismos intelectuales. Algo que ocurría sin ir más lejos en la prodigiosa y conmovedora Dolor y gloria (2019), una obra maestra cuya paleta de colores emocional sí sentías como propia, sí te atravesaba el alma.

Aunque En la habitación de al lado, bajo los maravillosos acordes de un inspirado Alberto Iglesias, volvemos a encontrar también ese extraordinario talento que tiene el cineasta manchego para crear imágenes en las que la puesta en escena trasciende su condición natural de paisaje hasta convertirse en un elemento narrativo esencial; o para domesticar esa luz que vibra, trémula y cromática, hasta romperse sobre la pantalla con poética precisión, convirtiendo cada plano en un lienzo pop que nos desvela el lenguaje secreto de los colores.

Una pena que el contenido no esté a la altura del continente.

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