Delfín Nava: “Soy hijo y nieto de pastores y eso, como el bautismo, la confirmación o el orden sacerdotal, infunde carácter”

Delfín Nava

Manuel Cuenya

“Soñarte es como nadar entre trigales,

como revolotear en el cielo infinito de la celda,

como llegar al borde y saltar con las alas desplegadas,

como oler el aroma de una flor de invierno que jamás se

[abrirá.

Verte es como asomarse al balcón de la calle mayor de la

[vida

y vislumbrar la luz naciendo del útero grávido de la

[noche.

Tocarte en el sueño es rozar la eternidad“

(Delfín Nava, poema incluido en 'Fulgor de atardecer de otoño')

Poeta y narrador, Delfín Nava es autor de dos libros publicados, 'Fulgor de atardecer de otoño' (Ápeiron Ediciones, 2017) y 'Los laberintos de Mnemósine' (Ápeiron Ediciones, 2017), a la espera de realizar una antología de toda su obra poética, puesto que ha escrito miles de poemas.

'Fulgor de atardecer de otoño' es una recopilación de poemas de amor que escribiera a lo largo de dos o tres años con el fin de presentarlos a un certamen, según su creador. El amor (en casi todas sus facetas y vertientes, y el desamor, la pérdida...), aparece como hilo conductor. Y aunque el poemario no resultó ganador, la editorial promotora del concurso le propuso su publicación y, de ese modo, vio la luz, asegura Delfín.

En cambio, sí logró alzarse, en su segunda edición, con el primer premio Gregorio Samsa de Novela Breve por 'Los laberintos de Mnemósine', una obra escrita en prosa poética cual si se tratara de un rompecabezas que invita a sus lectores/as a participar de la misma de un modo activo. Una novela que le ha servido como estímulo para escribir otras, aunque estas otras aún no las haya publicado. “Es una historia secreta de amor imposible, adobada de cierta trama detectivesca y una carrera contra el tiempo y el Alzheimer”, explica su propio autor a propósito de sus 'laberintos de Mnemósine'. Cabe recordar que Mnemósine es, en la mitología griega, la personificación de la memoria.

El Jurado Calificador de 'Los laberintos de Mnemósine' destacó “su fluidez narrativa... y una coherente simbiosis de lirismo sin afectación y de realismo introspectivo, así como su sólida estructura en fragmentos —sin rasgos de pesadez ni alambicamiento innecesario— que bajo la forma de puzle conduce al lector, a través de una equilibrada polifonía de voces, al progresivo desvelamiento de las luces y las sombras de la existencia humana gracias a un lenguaje puesto al servicio de una transparencia comunicativa con una prosa tan fuerte como delicada”.

Después de leer 'Fulgor de atardecer de otoño' y 'Los laberintos de Mnemósine', que son libros donde el amor se nos muestra como tema central, salta a la vista que Delfín es un poeta que escribe en prosa y un prosista que escribe con el alma de la poesía.

Me atrevería a decir que ser poeta no es sólo escribir poesía como tal sino un modo de estar en el mundo, una sensibilidad especial ante la vida. Y este autor, nacido en Fresno de la Vega y ganador de algunos premios, entre ellos Con esencia de mujer (Astorga, 2013), se revela como tal.

Cuenta que su “patria chica” es y será siempre su referente vital. Y casi todos los valores en los que ha sustentado su existencia los adquirió en la infancia; y su infancia, a pesar de los pesares, transcurrió feliz en un mundo rural, “áspero y recio, en unos tiempos en los que la larga sombra del dictador lo impregnaba todo. Gran parte de mi obra, no solo poética sino también narrativa, versa sobre él”, nos aclara Delfín Nava mientras rememora que una beca de estudios del PIO fue la causante de que tuviese que cambiar aquel “paraíso perdido” por la ciudad de León, la cual acabaría siendo, en todo caso, su ciudad; “aunque los primeros años, que me forjaron un carácter taciturno, introvertido y melancólico, fueron años muy duros, como lo fueron para casi todos los niños de pueblo de aquella generación en que las opciones para poder estudiar eran dos: el seminario o el internado de infantes becarios”.

Dedicado a la enseñanza, trabajó durante siete en educación de adultos en Sierra Pambley de León, al lado del poeta y Premio Cervantes Antonio Gamoneda (gerente de la Fundación por aquel entonces), hasta que se trasladó al Centro Lyda de Astorga, donde permaneció hasta su jubilación en 2015.

Si bien pudo residir en Astorga o en León, como casi todos sus colegas, decidió afincarse en Piedralba, un pueblecito a tiro de piedra de la capital maragata, para seguir en contacto con el ámbito rural y de este modo no renunciar a sus orígenes.

“Soy hijo y nieto de pastores y eso, como el bautismo, la confirmación o el orden sacerdotal, infunde carácter”, afirma Delfín, para quien Piedralba es una aldea de cuento, donde todo es abarcable y hermoso: su Turienzo de juguete, frente a su Esla-Misisipi, “este vallecito de bolsillo, frente a mi vega de Fresno...; los dos ámbitos me han enriquecido y dado paz”.

La provincia de León es un semillero de buenos escritores (muchas veces relegados al olvido, cuando no al ostracismo, por mor de un falso provincianismo o de que somos poco dados a alharacas y fastos)

León, semillero literario

Aunque desconoce la razón, “en el caso de que exista una razón, quizás la variabilidad geográfica u orográfica, quizás la mezcolanza de sangres...”, siente con orgullo de leonés que nuestra provincia ha sido y es un semillero de escritores, “de buenos escritores (muchas veces relegados al olvido, cuando no al ostracismo, por mor de un falso provincianismo o de que somos poco dados a alharacas y fastos)”.

En cualquier género, en el pretérito y en el presente, descollamos con dignísimos narradores y poetas -señala este creador-. En este sentido, le interesa todo lo que surja en la provincia de León, sin dejar al margen las creaciones del resto del mundo de habla castellana.

“He de confesar que soy un poco reticente a la literatura escrita en otras lenguas que me son ajenas, tal vez porque pienso que se desdibuja un tanto la versión; suelo decir tirando de adagio italiano aquello de 'tradutore traditore'. Por supuesto, la literatura exógena consagrada no me es ajena. Con la creación, digamos local, mantengo una especie de cordón umbilical entusiasta; me alegra sobremanera cuando descubro algo 'nuestro'; y lo hago, sentimental y anímicamente, algo 'mío'”.

Devoto de todas aquellas iniciativas que fomenten, difundan y pongan en valor la creación literaria, siempre que puede, “intento aportar mi humilde participación”, pues esto le supone gozo y aprendizaje, descubrimiento y amistad, “observo que la confluencia de distintas generaciones propicia un ambiente pocas veces visto o sentido en otro tipo de eventos culturales”. Y le parece todo un acierto el enfoque que el Ágora da a sus encuentros poéticos, plasmado en el lema (“Donde la poesía no compite, se comparte”) hasta el punto de que el Ágora es, en su opinión, el encuentro que más ha trascendido, incluso nuestras fronteras provinciales.

“Es una muestra de la filosofía que debe impregnar e impregna todo tipo de actividades similares, que en León las hay, y muchas”, apostilla Delfín Nava, quien reconoce asimismo la labor literaria que se realiza en bares como el Varsovia, el Ret Marut, el Café Ágora, el Bellas Artes, el Grifo..., “auténticos conciliábulos literarios que no desmerecen en nada de las tertulias y reuniones literarias de cafés históricos y archiconocidos”.

El prurito de la literatura (en especial de la poesía), según él, se remonta a la niñez, conservando en su memoria, “indelebles”, remembranzas y anécdotas de su más tierna infancia.

Mi padre, un sabio autodidacta (los días eran muy largos en el campo pastoreando el rebaño y su compañía más fiel desde muy joven era un libro en la mochila. A día de hoy, con sus noventa a cuestas, sigo proveyéndole de lecturas), me recitaba sin descanso poema tras poema ante mis insaciables solicitudes. Yo aún no sabía leer, pero mi memoria virgen registraba aquellas rimas y, en algún momento, mi progenitor se arrepintió de haber complacido mi insistencia al comprobar que me había aprendido algún poema comprometedor en aquellos momentos. Por suerte, fui discreto

Tras su paso por la Universidad de León, tanto por la Escuela de Magisterio como por la Facultad de Filosofía y Letras, esta formación le dejó su impronta y contribuyó a su labor como escritor, aportándole información y rigor en la tarea. Y lo mismo cabe decir de su profesión como docente; “ella me enriqueció con experiencias y conocimientos, muchas de las cuales trasladables al papel, e hizo que siempre hubiera de estar al día en las disciplinas de las que me ocupaba”.

Para Delfín Nava la escritura creativa, “no importa demasiado el género”, es una necesidad vital, “como comer, hacer el amor o respirar”.

Recuerda que ni para él ni para nadie, “el acto creativo o el objeto creado con un interés estético, sentimental y de reflejo de unos presupuestos personales, conlleva ningún tipo de objetivo práctico”, porque “un poema no va a quitar hambre ni a parar una guerra ni a impedir un ahogado en el Mediterráneo, pero, al igual que no vemos el aire que respiramos, sin el cual moriríamos, ese poema, esa novela, esa entidad son imprescindibles para la vida”.

“Mi padre, un sabio autodidacta (los días eran muy largos en el campo pastoreando el rebaño y su compañía más fiel desde muy joven era un libro en la mochila. A día de hoy, con sus noventa a cuestas, sigo proveyéndole de lecturas), me recitaba sin descanso poema tras poema ante mis insaciables solicitudes. Yo aún no sabía leer, pero mi memoria virgen registraba aquellas rimas y, en algún momento, mi progenitor se arrepintió de haber complacido mi insistencia al comprobar que me había aprendido algún poema comprometedor en aquellos momentos. Por suerte, fui discreto”.

Sea como fuere, Delfín no puede concebir un mundo sin literatura, “un futuro Fahrenheit 451”. Pero tampoco le asustan las nuevas tecnologías, “súper-especializaciones encaminadas a la creación de seres humanos eficientísimos en sus tareas, con ocios dirigidos, o una amable y engañosa subcultura de tetrabrik, envasada al vacío, al servicio exclusivo de meros intereses capitalistas o mercantiles”, porque el ser humano siempre ha encontrado, a su juicio, formas de sacudirse yugos, por sutiles que sean. “A lo mejor soy un romántico empedernido y trasnochado, pero sigo confiando en la especie humana”, señala este creador, que se siente marcado sobre todo por obras que ha releído, esas a las que vuelve una y otra vez, en las que siempre descubre algo nuevo, que no dejan de sorprenderle y emocionarle como El Quijote y la poesía de Quevedo, Lorca y Vallejo, La Biblia, “a la que hace mucho tiempo quité el calificativo de sagrada, resultando desde entonces una extraordinaria novela”, La Ilíada y La Odisea, el Libro del buen amor, el Cántico espiritual, el Lazarillo, El buscón, las Sonatas, El bosque animado, La Metamorfosis, El principito, Pedro Páramo, El llano en llamas, Paradiso, Cien años de soledad, todo Cortázar...“.

Confiesa que andaba sumergido en una novela hasta que un editor leonés le propuso la elaboración de una antología de su obra poética, tarea que le ha supuesto meses de buceo entre algunos miles de poemas.

Acaba de entregar el borrador. Y en cuanto se libere de su labor poemática –añade– retomará su trabajo narrativo.

Entrevista breve a Delfín Nava

“Vivir es una aventura”

¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?

A riesgo de ser repetitivo, sin duda alguna, El Quijote. De hecho, ahora mismo lo estoy releyendo y disfrutando por enésima vez.

Un personaje imprescindible en la literatura (o una persona en la vida).

Indudablemente, don Francisco de Quevedo reúne todas las esencias literarias, mediáticas, personales y 'personajísticas' (permítaseme el palabro). Hoy sería el 'number one' de los que dicen 'influencers', alguien que marca tendencias y otro 'arbiter elegantiorum', como Petronio en su momento. Con luces y con sombras, por supuesto; fue fieramente humano. Recuerdo que cuando yo era niño, si se contaba un chiste subido de tono, escatológico o sencillamente guarro, se decía: “Uno de Quevedo”. Eso es trascender oralmente. Combativo, polémico, despiadado en sus críticas y formas (que se lo digan, si no, a don Luis de Góngora, otro pájaro pinto de cuidado), mordaz, incluso sádico (que me perdone el marqués, al que aún le faltaba un siglo para nacer y, por lo tanto, el término no existía), pero siempre consecuente con sus ideas y sus acciones. Y, sin embargo, capaz de crear el más bello poema de amor en lengua castellana ('Amor constante más allá de la muerte', del que tomo un par de versos como introducción a 'Fulgor de atardecer de otoño').

Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable).

¡Uf! Podría decir que casi cualquiera de los denominados 'best-sellers'. Por mencionar alguno, se me viene a la mente, a bote pronto, las 'Cincuenta sombras de Gray'. No me preguntes el nombre del autor, porque no tengo ni idea, pero sí diré que, como curiosidad, por ver a qué respondía realmente el fenómeno mediático y de ventas, lo empecé a leer. Creo que antes de llegar a la página cincuenta tiré la toalla. La estupidez argumental y la pésima forma superaron mi paciencia, que es mucha; con su pan se lo coma y que lo disfrute.

Un rasgo que defina tu personalidad.

Responsabilidad.

¿Qué cualidad prefieres en una persona?

El tesón, el empeño, la lucha, el nunca darse por vencido (todo es lo mismo).

¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?

¡Madre del amor hermoso! No voy a entrar ni en superficie ni a fondo en la cuestión, solo te diré que desde que tengo 'uso de razón' he militado en la acracia, que a día de hoy, aunque solo sea testimonialmente, sigo pagando mi cuota, que ya no sueño con la revolución (solo tengo pesadillas) y que me conformo con que algún día nadie se tenga que partir los cuernos para nada. Ah, y que no sea demasiado tarde.

Respecto de la sociedad de la que formo parte, frustración, desengaño, desolación...y esperanza de que sea solo un episodio pasajero.

¿Qué es lo que más te divierte en la vida?

De la vida me duele y divierte todo, a partes iguales. Como ha tiempo que peino calva y canas, me dejo llevar y ella se encarga de sorprenderme siempre. Vivir es una aventura y, si has caminado por el filo de la navaja y estás de vuelta del cabo de la calle, cualquier cosa que suceda puede ser de lo más hilarante (o lo contrario).

¿Por qué escribes?

Como ya he dicho, escribir, para mí, es una necesidad vital, diría que fisiológica, si no interviniesen otras pulsiones químicas y mentales. Escribir me hace angustiosamente feliz.

¿Crees que las redes sociales, Facebook o Twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?

Rotundamente, no. (He sido breve, ¿eh?)

¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?

Se suele decir que somos hijos de nuestras lecturas y es verdad. Regurgitamos lo que hemos mamado, pero pasado por nuestros propios jugos gástricos. Pero todo eso ocurre a nivel subconsciente. Yo, cuando me pongo ante la hoja en blanco o frente a la pantalla del ordenador, no tengo conciencia ni consciencia (ni mucho menos intención) de soltar papilla de Neruda, de Borges o de Rimbaud y, sin embargo, al releer lo escrito, me digo: “¡Coño!, esto suena a Neruda. Habrá que retocarlo”.

¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?

Quizás no has advertido que soy un abuelo. Para empezar, ni sé con precisión qué cosa es un blog.

Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.

Eso sería la cuadratura del círculo. De entrada, no entiendo el mundo; habría que saber mucha física y química y yo de eso, cero. Funciono por impulsos de no sé qué fibra loca. Lo más que puedo decir en una frase larga ahora mismo sería que: “Ya que me metieron en esta timba (que no me hace ni puñetera gracia) sin comerlo y sin beberlo, sin explicarme las reglas del juego y con pésimas cartas en la mano, no me queda otra que divertirme y envidar a la chita callando”.

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