Antonio Gaudí concibió la Casa Botines de León como el palacio del 'Santo Grial'

Casa Botines por la parte de atrás, con la torre que desvela el secreto de Gaudí.

Jesús María López de Uribe

El dragón de Botines finalmente escondía un sorprendente tesoro. Y además lo hacía como los mejores y más arcanos secretos: a simple vista de todos (y bien grande). Así lo demostró ayer en una sorprendente conferencia el profesor de Historia del Arte de la Universidad de León, César García Álvarez, que ha expuesto cómo el genial arquitecto catalán concibió la Casa Botines de León como un palacio para albergar nada menos que el 'Santo Grial'.

El experto en Antonio Gaudí, ya adelantó este verano en una serie de conferencias centradas sobre el genio de Reus que había superado su propia interpretación de que el edificio que construyó en León era la Casa del Dragón. Ya en julio comenzó a explicar cómo la condición del que parece un palacio de hadas del centro de la capital leonesa (un palacio de invierno vinculado a la Reina de las Nieves) tenía mucho que ver con los cuentos de hadas de Hans Christian Andersen y con La Divina Comedia de Dante. Pero se estaba guardando lo más gordo de la interpretación; que mucho tuvo que ver con un paseo con su hijo pequeño que le señaló algo que, en plena fachada del edificio leonés de Gaudí, daba la clave del motivo principal de su concepción. Un misterio que ha tardado en desvelarse 130 años y eso que bien grande lo muestra el edificio en su fachada.

Una revelación que demuestra que la Casa Botines no es para nada “un edificio menor” como se ha sugerido también con 'El Capricho' en Santander y la otra que tiene en la provincia leonesa, el Palacio Episcopal de Astorga, las únicas tres obras suyas fuera de Cataluña. El edificio de la capital leonesa, además, dista de ser lo que la interpretación tradicional de la arquitectura considera erróneamente aún hoy en día: “no es neogótico” (no tiene ni un sólo arco apuntado ni ningún arbotante en su fábrica) “ni tampoco modernista porque el propio Gaudí aborrecía de ese movimiento arquitectónico que consideraba decoración vulgar que se quedaba en la forma pero no usaba la naturaleza para generar el edificio”, expone desde hace años el erudito. “Hasta el propio Carles Rius Santamaría, uno de los mayores expertos en Gaudí, se quedó este verano absorto al contemplar Botines, que no conocía, dejando claro que de edificio menor, nada”, contó el erudito leonés.

¿Pero otra vez el 'Grial' en León?

¿Pero el 'Grial'? ¿Otra vez en León? Pues sí, pero no. El de Gaudí no tiene que ver con el famoso Calix Domini que localizó Margarita Torres dentro del Cáliz de Doña Urraca, que ha creado enormes polémicas (que provocaron una disputa infinita entre los historiadores que se puede repasar en este reportaje). Por dos razones: primero por que no se conocía la presencia en San Isidoro del artefacto que el cadí de Egipto envió al emir de Denia, y éste se lo regaló al rey Fernando I de León; y segundo porque el objeto sobre el que efectúa los planos Gaudí era la visión que se tenía del 'Santo Grial' de la tradición artúrica del siglo XIX. Una imagen muy romantizada, artúrica, que dista radicalmente de la hipótesis histórica de la medievalista leonesa que dio a conocer en 2014.

Casualidad, sin duda, que coincidan dos cálices asumibles al 'Grial' en León pero lo que está claro es que cuando uno observa lo que el arquitecto catalán dejó expuesto a simple vista (y conoce la clave del asunto), no puede dejar de ver una enorme copa de varios metros de alto en plena calle: el cáliz está ahí, con su fuste (o la esquina del edificio) señalando nada más y nada menos que directamente al centro griálico de las leyendas artúricas.

“Las ventanas del torreón nordeste están alineadas con puntos astronómicos y geográficos de enorme importancia simbólica, y el ángulo del enorme cáliz que se ve en la calle, en la única torre que lo tiene porque las otras tres no muestran esa configuración, señala a Glastonbury, que es uno de los centros de mayor intensidad de los mitos artúricos”, señala García Álvarez.

La clave está en explicar lo que se ve en el exterior en la torre nordeste del edificio (la que se ve en la foto de apertura de esta noticia y que mira a la muralla tardorromana de la ciudad en la confluencia de las calles Pilotos Regueral con Ruiz de Salazar) y lo que se ve –y ocurre cada amanecer– en el interior del chapitel.

En primer lugar, el muro oeste da exactamente al norte. “Se sabía que Gaudí rompió las normas urbanísticas y no lo construyó exactamente paralelo al del Palacio de los Guzmanes y aquello parecía más bien una muestra de rebeldía, pero tenía una explicación para alinearlo con las estrellas y lugares geográficos de gran importancia simbólica”, apunta César García Álvarez. Así, la torre del edificio que mira a la estrella polar apunta en su esquina inferior (que resulta ser el fuste de una copa) a Glastonbury.

En segundo, el cáliz mismo (la parte de la copa donde se introduce el líquido) muestra una serie de círculos concéntricos que coinciden con los nueve Círculos del Infierno de La Divina Comedia. La conexión con la obra de Dante continúa “al ser los pisos siguientes el Purgatorio”, llegando al chapitel, “coronado por un sombrero de Merlín y con una veleta inmóvil en forma de cruz que indica que es el Paraíso”, el cielo cristiano según el historiador del arte leonés.

Evidentemente, la clave más visible es la propia copa de varios metros de alta, puesta a la vista de todos en plena calle durante 130 años, “pero también hay otro detalle súmamente importante como es que la esquina misma continúa en una línea ascendente imaginaria como la vara de una lanza hacia el mástil de la veleta. Y eso muestra la Lanza de Anfortas, un principal personaje artúrico, que es la lanza sagrada de Longinos, la del legionario romano que atravesó el costado de Cristo”, explica. Ese lanzazo de misericordia para acabar con la agonía de Jesús de Nazaret en la cruz, da sentido a un 'Grial' que se usó para recoger la sangre de Cristo. Es decir: desde lo alto de la torre (el cielo) caería la sangre divina y la misma copa que se ve al pie la recogería.

'Dios lo ve'

La explicación del interior del remate de la torre es compleja, pero absolutamente asombrosa. Aunque sea especialmente complicado mostrarlo en un artículo de prensa –la conferencia de César García Álvarez reveló varios niveles de simbolismos cual círculos de Dante, aunque próximamente se subirá al canal de Youtube de Fundos donde se pueden ver las conferencias del simposium sobre el genial arquitecto catalán en León–, la clave está en los ventanucos que se pueden ver en medio del chapitel, que no tienen las otras torres. “Gaudí cambió el diseño original y realizó un mirador al que nadie puede acceder, que no tiene función alguna, en un lugar escondido, que no tiene sentido alguno. Y eso, en arquitectura, no puede dejar de ser que el arquitecto quiere dejar un mensaje, decirnos algo”, considera García Álvarez.

Y para saberlo, hay que entrar al interior. Ya el pasillo que lleva dentro de esta torre nordeste se configura como una entrada de un túmulo funerario, y al entrar y mirar hacia arriba (como se puede ver en la foto que ilustra la entrevista final de este artículo) uno se encuentra con que el entramado de madera del interior del tejado de pizarra es una espiral continua que va jugando con la figura multiplicada del pentágono hasta llegar a lo más alto, donde hay uno que lo corona. Y ahí es donde se produce el milagro: “Gaudí configuró ese mirador que ningún ser humano puede ver, de ahí lo que Óscar Tusquets explicó que ese recurso artístico es porque sólo 'Dios lo Ve', para que cada amanecer la luz incidiera sobre la estructura de madera creando la ilusión de que cada día nace una rosa de luz”, según el historiador del arte. Algo que imbrica al rosacrucismo católico, que nacía en esos momentos (1892), en un Gaudí juvenil que sufrió una enorme transformación vital en León, pasando de ser casi un dandy a una religiosidad extrema y frugal digna de un anacoreta“.

Algo que nadie vería, porque nadie entraba allí. Se usó como un vulgar trastero donde vivía el portero. Y así resume César García Álvarez toda la clave del asunto. “Gaudí esconde los secretos de sus edificios allí donde nadie pisa. En este caso, además, hay que tener en cuenta que los ventanales que sí están a la altura de la cabeza del espectador forman, vistos desde el suelo, desde la perspectiva de un niño, una cruz templaria. Cruz que también remata la veleta. Con lo que está claro que la estructura de madera en espiral se refiere a la ascensión de Cristo en la Cruz, y como de la rosa, situada dentro de la punta de la lanza, caen simbólicamente las gotas de la sangre de Cristo, la copa inferior de la torre, la única que hay en el edificio, no queda más remedio que reconocer que al descubrir el secreto y humillarse ante su genialidad, al mirar abajo tenemos el Santo Grial de las leyendas Artúricas. Escondido a vista de todos”.

Superando el concepto de 'La Casa del Dragón'

En este caso el 'Grial' de Gaudí era su propia interpretación juvenil (tenía unos 36 años cuando levantó Botines en unos diez meses de obra) de lo que había leído en la época de finales del siglo XIX. Pero también tiene que ver con un proceso de sanación del propio arquitecto catalán, que sufrió en León una fuerte enfermedad y una trasmutación de su personalidad de caballero elegante a anacoreta: de un hombre que disfrutaba de la vida a un católico y frugal fundamentalista católico (muy a su propia manera) que terminaría dedicando su vida a construir la Sagrada Familia. La leyenda artúrica dice que el 'Grial' sana porque contuvo la sangre de Cristo. Y en agradecimiento, el de Reus dedicó su vida a Dios.

La conferencia que César García Álvarez ofreció ayer era de una especial complejidad que este artículo no puede transmitir, con niveles simbólicos de una investigación de toda una vida, ya que desde pequeño lleva observando y estudiando el edificio ante el que pasaba todos los días para ir a las clases de Juan del Enzina desde su casa familiar en la plaza de la Catedral. Fundos subirá en breve un vídeo sobre ella para que el lector pueda vislumbrar todas las claves de las conclusiones a las que ha llegado. Pero lo que queda claro es que la marca de 'La Casa del Dragón' ha quedado un tanto obsoleta con esta revelación del misterio fundamental del edificio.

“Esto engloba y supera a toda la simbología del dragón”, explica el historiador del arte leonés, “pero no se pierde ni hay que desecharla, ya que se potencia por el hecho de los simbolismos artúricos de Botines, asi como los que tienen que ver con La Divina Comedia de Dante Alighieri. Porque expresan todos ellos las mismas ideas de curación y redención, que es lo que él experimentó en tierras leonesas”. Potenciado porque el dragón es un guardián de tesoros “que en León son de especial importancia personal para este genio que se estaba dando a conocer”.

¿Qué es realmente el 'Santo Grial'?

Hay que indicar que el 'Santo Grial' no es un objeto que exista como tal. Es lo que se llama un constructo literario, una idea fuerza de un cuento o de una obra ficticia, pero que tiene gran poder. Un ejemplo similar, pero en el cine, es la fuerza de Star Wars. Es obvio que no existe en la realidad mundana; pero gracias a esta idea, a ese concepto de las historias de los Jedi, George Lucas y Disney han generado –y siguen haciéndolo con enorme éxito– unas riquezas y un negocio incomparable.

Además el 'Grial' no tiene por qué ser necesariamente una copa. Se asume a ella por las películas y por el Rey Arturo, pero legendariamente también es la sangre de Cristo o su descendencia secreta que daría lugar a los grandes monarcas de sangre real (o Sang Reale, 'sangriale'). O el camino y la simple búsqueda de aquello que sanará, hará inmortal o poderoso y rico al que lo encuentre, en clara relación a los mitos célticos del caldero mágico, repleto de oro.

La diferencia entre el cáliz de San Isidoro y el de Gaudí es notable. El primero, el Cáliz de Cristo recubierto de oro por doña Urraca, se referiría al objeto que los cristianos rezaban como una reliquia de Cristo entre el siglo IV y el IX en Jerusalem, que se creyó perdido y que los cruzados buscaron sin éxito; dando lugar a los Templarios primero y a las leyendas artúricas que recopiló en el siglo XII Créthien de Troyes. El segundo, éste de Gaudí, es la interpretación romántica y muy wagneriana de la copa de los mitos de Lancelot (que lo vislumbró pero no pudo acceder a él por su pecado adúltero con Ginebra, la mujer del rey Arturo), Parsifal (el Perceval medieval), Lohengrin y Galahad (que es quien realmente dicen estas leyendas que lo encontró).

¿Casualidad que León sea doblemente la ciudad del 'Grial'? Desde luego podría producir hasta motivo de burla e incredulidad en tiempos de literalidad en el que no se presta atención alguna a los símbolos sobre los que se construye el arte y, sobre todo, se basa la arquitectura. Porque esta es la clave. No se habla de objetos reales, tangibles como tales, con poderes efectivos en la vida humana, sino que hay que interpretar todos estos conceptos bajo las bases del simbolismo, del que es experto César García Álvarez, como demostró (de forma incontestable desde este punto de vista) con la Catedral de León y su relación directa con ser la piedra filosofal de la alquimia de Nicolás Flamel, jugándose incluso el prestigio profesional pero alcanzando alabanzas (y ninguna crítica por parte de los historiadores del arte) por esta aparente alucinada afirmación.

Pero en realidad (siempre dentro de lo simbólico, recuerden) se puede concluir que parece que no tienen mucho que ver el 'Calix Domini' de San Isidoro y el de Gaudí, sobre todo por los 122 años de distancia entre la concepción gaudiniana de la Casa Botines (1892) y el anuncio de Margarita Torres y José Miguel Ortega del Río (2014) sobre la supuesta reliquia que escondió cubriéndola de oro, pero también a simple vista, doña Urraca en el año 1054.

Pero hay otra casualidad aún si cabe más desconcertante en toda esta historia: el muro este de Botines, el que no sigue la alineación con el del Palacio de los Guzmanes porque Gaudí se saltó las normas urbanísticas para que mirara al norte exacto, mira, directamente, a la Torre del Gallo de San Isidoro. Allí donde se guardaba el tesoro de los Reyes de León y donde estuvo custodiado mil años el 'Calix Domini' como si fuera una caja de piedra.

¿Pudo ver, inteligir, algo Gaudí antes que ningún otro? ¿Tan genio era?

Sea lo que fuere, casualidad (o no), lo que queda claro es que cuando se ahonda en los misterios simbólicos de León la ciudad muestra que es mucho más de lo que parece. Una ciudad mágica en la que, por cierto, hay más representaciones de dragones en sus edificios patrimoniales que de leones. Que Gaudí jugó con ello y con los misterios y secretos de la urbe legionense queda meridianamente claro con este abracadabrante descubrimiento de César García Álvarez. Un sabio que, además, promete que aún queda más por desvelar. “Y que va a ser todavía más impactante”.

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