Descubren cómo le sienta la 'dieta' y prevenir trastornos digestivos a las ovejas a través de la leche

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Agencia DiCYT

Un trabajo liderado por investigadores del Instituto de Ganadería de Montaña (IGM), que conforman la Universidad de León y el CSIC, ha encontrado, por primera vez, que analizando la leche de las ovejas se puede obtener información muy precisa de cómo le sienta la 'dieta' a los animales y detectar, incluso prevenir, problemas y trastornos digestivos, tal y como recoge la Agencia DiCYT.

El investigador del IGM Pablo Gutiérrez Toral explica que el trabajo surge a raíz de una colaboración con la Universidad Laval, en Canadá. “Llevamos muchos años trabajando en la nutrición de las ovejas lecheras y tenemos multitud de datos. A veces la respuesta biológica que puedes observar en un experimento concreto no refleja toda la variedad de respuestas ante un efecto, y los metaanálisis permiten modelar mejor esa respuesta a los tipos de tratamientos que utilizamos”, precisa.

El equipo se centró en unos ácidos grasos de la leche particulares, los ácidos grasos ramificados e impares, especiales porque, a diferencia del resto, no proceden de la dieta ni se generan en gran medida en la glándula mamaria sino que se sintetizan en el rumen.

El rumen es una de las partes que conforman el complejo 'engranaje' de digestión de los rumiantes. Se trata de una cámara, previa al estómago, en la que se desarrollan microorganismos que fermentan el alimento que ingieren, lo que facilita su digestión. Gracias al rumen estos animales pueden comer alimentos muy fibrosos, como los forrajes, que otros animales no pueden digerir.

“Como los ácidos ramificados e impares son sintetizados en esta cámara de fermentación, en el rumen, queríamos saber si podíamos utilizarlos como biomarcadores de lo que allí sucede. Eso evitaría recoger muestras de contenido digestivo, que desde el punto de vista experimental es más complejo y además es invasivo para el animal, ya que requiere intubarlo o implantar una cánula”, recuerda el investigador del IGM.

El equipo encontró que, efectivamente, estos ácidos grasos ramificados e impares sí pueden ser biomarcadores de los microorganismos presentes en el rumen. Esto permitiría, de una forma no invasiva con solo una muestra de leche, saber qué está pasando en el rumen. Por ejemplo, cómo el animal está utilizando el tipo de dieta administrada –con más o menos almidón, fibra, lípidos, etcétera- o si puede existir alguna alteración en la microbiota que pueda estar originando problemas de salud en el animal.

“A veces no puedes saber exactamente lo que come el animal, ya que ellos también realizan una selección. Cuantificando la cantidad de ácidos ramificados impares presentes en la leche hemos visto que se puede estimar lo que comen, incluso si hay algún trastorno que está alterando la microbiota del rumen y haciendo que crezcan bacterias que pueden producir problemas”, detalla Gutiérrez Toral.

14 experimentos integrados

En la investigación, el equipo seleccionó e integró los datos de 14 experimentos diferentes realizados en los últimos años. Para obtener unos modelos lo más robustos posibles, trabajaron con datos de lote, es decir, con los resultados obtenidos de conjuntos de animales.

Se trata del primer trabajo que se realiza en ovino en esta línea. “Es un enfoque prometedor y merece la pena seguir trabajando en él”, asegura el investigador del IGM.

Conocer a fondo cómo se comportan los ácidos grasos ramificados e impares tiene otras aplicaciones de gran interés. La comunidad científica ha encontrado evidencia de que pueden ser activos biológicamente, es decir, que pueden tener efectos saludables sobre el consumidor. Así, su estudio puede ayudar a determinar qué tipo de dieta es más efectiva para maximizar su contenido en la leche.

Por otro lado, estos ácidos grasos pueden ser muy útiles como biomarcador para detectar precozmente acidosis, un trastorno en el que se produce una disminución del pH en el rumen del ganado y que puede llegar a causar problemas graves en la salud del animal, así como importantes pérdidas económicas para el ganadero. En ocasiones no es fácil detectar esta situación, ya que si el problema es leve no produce signos clínicos y pasa desapercibido. Por ello, disponer de biomarcadores que permitan conocerlo puede ser clave para atajar esta situación.

“A nivel de investigación, en general, se está avanzando hacia este enfoque predictivo, para actuar no solo cuando ya existe un problema sanitario evidente, sino para predecirlo”, avanza el investigador, quien subraya el interés del equipo por seguir trabajando en esta prometedora línea de investigación.

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