El artículo de 1935 en el que Victoriano Crémer auguraba los males de la Guerra Civil Española en León

Victoriano Crémer de niño y joven. // Chopo PNTIC

Jesús María López de Uribe

“Tus hijos sabrán de los desgarros brutales de la metralla. Sentirán el ahogo horrible de los gases en los pulmones destrozados. Verán abrirse sus carnes a punta de bayoneta. Y crujirán sus huesos triturados bajo los tanques. Tus hijos sabrán todo. Tus hijos padecerán todo. Pero el honor de la patria se habrá salvado”.

Victoriano Crémer Alonso escribió estas frases en abril de 1935 un artículo en la revista del Ateneo Obrero de León titulado Otra vez la Guerra, que resultó desgraciadamente profético al respecto de España un año después.

Un artículo provocado por el ascenso del nuevo imperialismo alemán nazi y del fascismo italiano, que en unos meses invadiría Abisinia (Etiopía); y, posiblemente, advirtiendo de los terrores que esperarían a España si se volvía a producir una tensión tan crítica como la de la Revolución de Octubre de 1934, que fue especialmente dura en Asturias y León.

Crémer esribe una especie de carta en uno de los números de la revista del Ateneo Obrero de León situado en la plaza de la Catedral –no hay que confundirlo con el anarquista de la calle La Rúa– dirigida a las madres, mujeres, novias y hermanas de los que morirán en la guerra.

Victoriano Crémer fue detenido y encarcelado en San Marcos con 29 años (escribió el artículo citado con 28) tras la sublevación en León de los militares y la Guardia Civil el 20 de julio de 1936, 15 meses después de escribir este artículo. La figura del conocidísimo y socarrón escritor –que llegó a ser Premio Nacional de Poesía en 1963, entre una enorme cantidad de premios como la Medalla de Oro a las Bellas Artes en 2008, y el poeta más longevo de España al morir con 102 años– fue durante muchos años respetada por contar lo ocurrido en las cárceles leonesas.

Aunque en los últimos años, al poderse contrastar sus historias con los documentos de los archivos su versión ha quedado bastante desmentida e incluso se refuerzan las acusaciones veladas que recibió de sus coetáneos como posible chivato, por lo que se dice que salió vivo del encierro y no fue paseado, e incluso llegó a trabajar en los periódicos del régimen donde se convirtió en una figura literaria de nivel en el Diario de León en la democracia. Esa posible estrategia de supervivencia no opaca la brillantez de sus escritos, aunque sobre lo contado de sus recuerdos de la Guerra Civil haya que poner alguna que otra precaución y ser necesario comprobar si es cierto lo que dice revisando los papeñes de la época.

El Ateneo Obrero

“El Ateneo Obrero de León fue un centro cultural nacido en la capital leonesa a comienzos del siglo XX. Tenía por objeto la difusión de la cultura en todas sus manifestaciones y, en general, el fomento y sostén de todo aquello que, mientras sus medios económicos lo permitiesen, pudiese contribuir a la mayor ilustración de quienes lo solicitasen”, según explica el investigador José Luis Gavilanes Laso en un profuso artículo del número 16 de la revista ProMonumenta.

“En el artículo primero de sus estatutos se dejaba bien claro que el Ateneo no estaría 'en ningún momento adherido a secta alguna política o religiosa y su tribuna estaría abierta a la libre expresión de las ideas en cuanto lo permitiesen las leyes'. Respondía así al ideario de los centros de su tipo, ya descritos, en numerosas capitales para el fomento de las artes y la cultura, brindando a las clases populares un espacio para compartir actividades de ocio y cultura que hasta entonces no tenían”, explica el autor.

“Entre las actividades de los Ateneos populares u obreros se encontraban los boletines informativos, edición de libros y panfletos, excursiones al campo, visitas artísticas, festivales y concursos infantiles de dibujo y de lectura, conferencias y charlas, representaciones teatrales, recitales poéticos, debates, clases de esperanto, francés, literatura, historia, cálculo mercantil, dibujo artístico y lineal, y biblioteca de libre acceso. Generalmente estas actividades eran financiadas por los propios asociados”, según Gavilanes.

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