La muerte separa 80 años después a la parejina más entrañable de León: Sinesio y Socorro

Obra de Sergio Canga que inmortaliza desde el año pasado al entrañable matrimonio formado, hasta hoy, por Socorro y Sinesio.

Carlos J. Domínguez

Más de 80 años de amor incondicional, cogidos siempre de la mano, han llegado hoy a su fin. La historia de Sinesio y Socorro es la historia de una pareja entrañable que con el paso de los años y al ritmo tranquilo de sus paseos por la capital leonesa se ha convertido en un símbolo de cariño. Pero un cariño que, por desgracia, no es eterno.

Esta mañana del lunes 2 de abril de 2018 ella, Socorro Negral Herrero, ha fallecido a los 97 años de edad y será mañana 3 de abril despedida en la iglesia de San Juan de Regla a las cuatro de la tarde.

Así reza en su esquela, que fríamente se limita a recordar que deja a un dolido esposo, Sinesio Quiñones Barrientos, sin explicar que a quien deja en realidad es al amor de su vida. Aquel que le servía de apoyo en sus largos paseos desde hace 30 años por la capital leonesa, siempre de la mano, incluso cuando se paraban en un banco del centro a descansar y admirar su ciudad de adopción, siempre prestándose mutuo amparo, siempre en actitud cariñosa.

Esquela del fallecimiento de Socorro Negral Herrero, a los 97 años, la mayoría de ellos junto a su esposo Sinesio.

Con su tierna actitud día tras día, a la vista de todos, fue sencillo que Sinesio y Socorro pasaran de ser aquella parejina que un día se conocieron en sus pueblos de origen, Zalamillas (él) y Castilfalé (ella), durante la fiesta de esta última localidad, que se enamoraron siendo apenas adolescentes y pronto contrajeron nupcias, a convertirse en un reflejo de lo más bonito que tiene y siente el ser humano: el amor.

El origen de su fama pública, que les ha llevado a protagonizar reportajes incluso de ámbito nacional, surgió cuando Sergio Canga, un artista leonés, les inmortalizó en su reconocible postura en un mural que realizó el pasado año 2017 en la calle La Cubilla de la localidad leonesa de Ciñera, a los pies del turístico bosque de El Faedo.

Un dibujo dedicado “A 80 años juntos, a toda una vida de amor”, que publicó iLeon.com y se convirtió en una de las noticias más leídas y compartidas de aquel año. Porque sin pretenderlo, la obra de Canga ponía color y sentimiento a algo que todos los leoneses habían sentido en sus caminares diarios por León.

Con el paso de los años, habiendo cayendo en declive sus pueblos de origen, decidieron dejar a sus antepasados en los respectivos cementerios y compartir un piso comprado con los ahorros de toda una vida cerca de la Catedral de León. Ese era el origen de sus lentas y cariñosas caminatas diarias, habituales de la Calle Ancha y de los bancos del Jardín del Cid, entre otros puntos donde se les podía ver casi sin excepción.

Cuando el año pasado los achaques intentaron, sin éxito, entorpecer su cariño mutuo, Sinesio y Socorro pasaron a vivir en una céntrica residencia leonesa. Y por eso, porque permanecían en una ciudad que ya era suya, se les podía viendo pasito a pasito, la mano de él aferrando a la de ella, y viceversa, acompasando sus pasos, cada cual con su cacha.

Ya en los últimos días, una enfermedad consumió demasiado ya a Socorro y dejó primero viudo de paseos a su casi eterna pareja. Y este lunes le dejó viudo de su amor en la última despedida, acaso sin soltarle las manos que se habían unido hace tantas décadas.

La fría esquela relata que Socorro deja hoy, además de esposo, dos hijos, Mª Soledad y Sinesio -porque un tercero, el mayor, ya había fallecido-; y se despide también de cuatro nietos y un biznieto. Pero no son los únicos. Porque el sentimiento que pudieron involuntariamente generar en cuantos les vieron y a cuántos enternecieron quedará para siempre en el imaginario colectivo de la ciudad de León. Porque como rezaba aquel mural, “cuando la felicidad es el fin no hay mejor camino que el amor”. Amor eterno.

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