De la prohibición franquista a la pandemia y obras: las ausencias de Genarín en León

Procesión Genarín. Semana Santa 2019. Aclamv Photographer.

Antonio Vega

El 2022 será el tercer año consecutivo en que una de las procesiones paganas más famosas y multitudinarias de España, el Entierro de Genarín en León, no tendrá lugar. Si en 2020 y 2021 el impacto de la pandemia fueron los motivos esenciales para su suspensión, este año las obras de peatonalización de la carretera de los Cubos, el lugar donde finaliza y donde fue atropellado el 'santo' Genaro Blanco, contribuyen a un año más sin esta singular celebración.

También conocida como 'San Genarín', de forma errónea para los locales, o procesión de los borrachos de León, que sus organizadores denostan, es uno de los eventos más populares de la Semana Santa de León. Organizada por la Cofradía de Nuestro Padre Genarín conmemora de forma irónica la muerte y vida de Genaro, o Jenaro, Blanco, convertido con los años en un personaje borrachín, pendenciero y juerguista que perdió la vida en un atropello mortal el Viernes Santo de 1929.

La Cofradía confirmó la suspensión de los actos multitudinarios tirando de su habitual retranca, excusando en la necesidad de “mantener la precaución en un sacramento que, aunque sobrio y parco, por la iluminación del Santo Pellejero acostumbra a llevar al grado máximo de unión entre seres humanos”. Y lo hacen en prevención además de la situación “impracticable” de la Carretera de los Cubos, donde finaliza y que está en obras de peatonalización, ya que provocaría el “colapso del servicio de traumatología, que se vería desbordado por tibias, tobillos y peronés fracturados”.

Cada año, hasta el 2019, esta procesión profana, que coexiste pacíficamente con las religiosas, reúne a miles de personas al calor del orujo, supuesta bebida favorita de Genarín, que tiran de letras corrosivas para resumir el año y festejar la vida más allá de la religiosidad del momento. Los actos de homenaje a Genarín comenzaron en 1930 gracias a cuatro de sus amigos, hoy conocidos como los 'Cuatro Evangelistas', que tiraron de versos satíricos para contar la vida de Genarín y, de paso, criticar a los poderes públicos, acompañados de un buen orujo. Eran Francisco Pérez Herrer, Luis Rico, Nicolás Pérez 'Porreto' y Eulogio 'El Gafas'.

Tal fue su éxito que miles de personas se unieron a sus celebraciones la noche de Jueves Santo hasta que en 1957 el periodista más influyente de esos años, Carmelo Hernández Moro 'Lamparilla', arremetió contra la procesión pagana exigiendo su prohibición. 'Lamparilla', primer periodista leonés en ensalzar el golpe de estado de 1936, publicó un artículo llamado 'Entre curdas y gamberros', censurando la “vergonzante y vergonzosa manifestación de izquierdismo” que “pretende levantar cabeza, imitando aquellas 'valerosas hazañas' de ciertos republicanos de ensuciar de tiza y mala ortografía las paredes o colocar un letrerote zafio en una estatua respetable”.

Según el influyente periodista franquista, lo que se hacía entonces “No es 'humor (...) Ni es reverencia a la memoria de un muerto. A no ser entre ciertas tribus salvajes de taparrabo de plumas y anillo en la nariz que bebían licores raros ante los muertos. Pero Puerta Castillo no es África central”, comparando el “espectáculo entre tabernario y primitivo” con el cuadro de 'Los borrachos' de Velázquez. El 3 de mayo de 1957 el gobernador civil de León llamó a capítulo a sus organizadores y ante la negativa de éstos a cambiar las fechas o el formato acabó prohibiendo su celebración.

Con la llegada de la democracia el Entierro de Genarín volvió a las calles de la ciudad y en 1984 el escritor leonés Julio Llamazares lo elevó a los altares literarios dando forma al libro 'El Entierro de Genarín', una especie de Nuevo Testamento que consolidó el mito y es la base actual de su desarrollo.

En los últimos años la peculiar procesión, que a la barrica de orujo original que se transitaba por el famoso Barrio Húmedo de León, ha sumado los 'pasos' de Genarín', de la Muerte o de 'La Moncha', ha sido multitudinaria y epicentro de críticas por el botellón previo y posterior que reunía a miles de jóvenes. La Cofradía siempre ha intentado separar la parte lúdica y festiva de la borrachera colectiva que atraía, con desigual resultado. En tiempos prepandemia el Ayuntamiento de León y los hosteleros llegaron a un acuerdo no escrito para mantener el horario de cierre habitual en Jueves Santo, las 4:30 horas, y no prolongarlo como hasta hace pocos años hasta el amanecer. Se hace así para evitar que el Barrio Húmedo permanezca lleno de gente y se pueda limpiar hasta la llegada de la procesión religiosa de 'Los Pasos', que es el punto principal de la Semana Santa leonesa con 'El Encuentro' que se celebra en la Plaza Mayor a primera hora la mañana.

Lo cierto es que el mito del supuesto borracho y pendenciero Genarín se contrapone con los testimonios históricos que se conservan sobre su vida. El libro ''De Genaro Blanco a Bendito Canalla', de Julián Robles y Javier Fernández-Llamazares, desvela detalles como que fue funcionario municipal durante 14 años con un buen sueldo pero que una privatización le dejó sin recursos poco antes de que muriera su mujer y quedarse al cargo de cinco hijos. Su precaria situación le llevó a dejar a varios de ellos en un hospicio, el mismo lugar al que llegó desde su Izagre natal. Desde entonces encadenó trabajos varios como vendedor de periódicos, pellejero o asesor electoral de un aspirante a diputado. Es en esta época cuando los autores de esta investigación señalan su 'descenso a los infiernos' con la bebida y otros supuestos excesos que contribuyeron a forjar el mito sobre su vida disoluta y poco ejemplar.

Jenaro Blanco falleció en la mañana del Viernes Santo cuando fue atropellado a las once de la mañana del Viernes Santo por un camión de la basura que apuraba para llegar al final de la procesión ya que el conductor, un joven de 19 años, “quería terminar pronto” para “presenciar las procesiones”, explicitó en el juicio. Fue condenado a dos años de cárcel y al pago de 5.000 pesetas de la época a los cuatro hijos de Genarín que le sobrevivieron. El entierro de Genarín, narran las crónicas, fue multitudinario, con una esquela incluso en la primera página del principal periódico del momento. La pandemia y unas obras posponen, una vez más, que miles de personas participen en el homenaje a su figura convertida en un icono burlesco de la sociedad. Tres años de homenaje en silencio obligados por las circunstancias que miles de devotos esperan sea momentáneo y vuelvan a recitarse unos versos ya clásicos: “Y, siguiendo sus costumbres, que nunca fueron un lujo, bebamos en su memoria, una copina de orujo”.

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