Café para llevar, churros y peluquería: León se despereza en el día 1 del camino hacia la “nueva normalidad”

La churrería de Santa Ana, en León capital, volvió a la normalidad para regocijo de clientes y algunos hosteleros. / C.J Domínguez

Carlos J. Domínguez

Pasear esta mañana de lunes por León olía a café y a churros. Hay que recordar que aún sufrimos una pandemia mundial y un confinamiento sin precedentes para saborear lo extraordinario que era.

Los churros y su aroma a normalidad lo ponía la veterana caseta de Santa Ana. El café, algunos poquitos bares y cafeterías que decidieron acogerse a la posibilidad de abrir en este primer día del camino hacia la “nueva normalidad” que deja el coronavirus, en el arranque este lunes 4 de mayo de la denominada Fase 0 de desescalada y vuelta, con cautela y miedo aún, a la vida de León de siempre.

Javi, desde detrás de la barra de El Brasil, en el complejo de Santo Domingo, era uno de los pocos que encendió la cafetera, sólo para llevar, nada de entrar. Justo a su lado, Vallina, peluquería y academia, daba los últimos retoques de limpieza exigidos para poder abrir y atender a los primeros clientes, como casi todos, con pelos de susto aún.

La búsqueda de la belleza volvió

Otras muchas peluquerías y centros de estética de la capital, puede que la mitad de ellas, también en los barrios, han optado por abrir sus trapas, a pesar de las muchas restricciones que muchos carteles recordaban: por cita previa, de uno en uno, con mascarilla y guantes y desinfectando a cada paso.

Aunque con similares condicionantes podían hacerlo en el pequeño comercio de la capital, apenas un número de tiendas de moda que se contaban con los dedos de una mano, más por levantar la trapa o preparar cosas que por vender. Otros negocios como las ópticas, eso sí, se sumaban casi en su totalidad a la apertura inicial tras el desastre sanitario de la Covid-19.

El aroma de los libros nuevos

Y también llamaba mucho la atención volver a ver vida en las librerías leonesas. En la Universitaria, no paraban de llegarle pedidos y paquetes a Héctor, que como presidente de los libreros leoneses continúa preocupado por la posible puntilla a un sector ya debilitado sin crisis sanitaria. En Galatea, a los pies de la Catedral, el bullicio entre sus estrechas estanterías era sustituido por las consultas de una clienta asidua y ávida de lecturas nuevas y el aroma de un libro por estrenar.

En las calles, si las colas durante el confinamiento ya fueron sorprendentes sobre todo ante las oficinas bancarias y cajeros automáticos, lo de este lunes ha sido una estampa sin precedentes.

Hasta medio centenar de personas en una sola entidad ha formado parte del extraño paisaje urbano que se afanaba por recuperar un aliento de normalidad muy difícil aún. Y en algunos establecimientos de alimentación, colas y más colas también.

Menos bullicio se sentía en los parques y jardines, que abandonaban su 'clausura' de semanas desde el estado de alarma causado por la fatídica Covid-19, ya que los juegos infantiles siguen sellados por la Policía Local.

En cambio, como contraste, un moderno tractor cargado con depósito regaba con cientos de litros de agua y legía las calles más céntricas para que se pudiera comprobar un cierto esfuerzo de desinfección de las vías públicas, sirva o no para algo.

Volver a pedir en plena calle

La estampa que sí conseguía asemejar a la normalidad era la del regreso de los indigentes, las personas sin hogar, aquellos que en medio de la pandemia siguen reclamando un poco de ayuda en el plato o la gorra, capaces de permanecer horas y horas en puntos céntricos ahora que las iglesias y otros puntos habituales siguen clausuradas. Por la Calle Ancha, el conocido acordeonista ruso Arti hoy, como desde hace más de dos meses, no deleitaba con sus interpretaciones sino que paseaba como uno más de recado en recado.

Allí, pasando frente a ellos, en plena hora autorizada sólo por ahora para personas mayores de 70 años y dependientes, numerosos adultos, hombres y mujeres, con y sin compra, eran visibles por el centro de la capital, en cuyas carreteras reinaba aún el tráfico escaso. Incluso madres y niños pequeños. Se puede cifrar a ojo la mitad de todos ellos sin protección, sobre todo mascarillas, porque los guantes son más residuales.

Mascarillas obligatorias

Precisamente, desde este lunes no se podía utilizar el transporte público -los autobuses, vamos- sin enfundar la boca y la nariz con una mascarilla, y policías nacionales se encargaban de explicar y entregar una a cada usuario.

Lo que más se podía ver en los locales comerciales leoneses era limpieza y más limpieza, dentro y fuera de los establecimientos. Un símbolo de las condiciones que nos esperan cuando, poco a poco, resignadamente, avancemos despacio hacia la recuperación de un pulso de normalidad que será lento, incluso desesperante, pero que León sueña con recuperar.

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