“León no es una ciudad para ciegos”

armando, ciego

j manuel lópez

Armando Castellanos García es ciego desde que nació hace 47 años en la capital leonesa; su alumbramiento con forces provocó el desprendimiento de la retina y sentenció para toda la vida al nervio óptico. Ahora está a punto de cumplir otro de sus sueños, la licenciatura en filología inglesa de la que sólo le separan cuatro asignaturas, y por eso cuando echa la vista atrás para recordar cuántos obstáculos ha tenido que superar, no lo hace con rencor; se siente feliz tal y como es.

Su vida discurre con la normalidad propia de cualquier persona; Madruga y antes de empezar la jornada de estudio no perdona el desayuno en uno de los cafés habituales del pasaje de Burgo Nuevo en el que se siente como en casa; su figura casi siempre sonriente con el bastón y la radio colgada, y encendida permanentemente, forma parte del paisaje cotidiano en pleno centro de la capital leonesa.

Vive con su padre Miguel, a su madre Isaura le pudo el Alzheimer, muy limitado en su movilidad porque hace once años un ictus le paralizó medio cuerpo. Entre los dos, y con la ayuda de Mari Carmen que acude todos los días a poner en orden las tareas domésticas, fruto de la ley de dependencia, la vida de Armando discurre por los cauces de la absoluta normalidad.

Pero si algo se distingue Armando es que desde siempre ha sido un luchador. Primero tuvo que enfrentarse a su propia familia que pecaba, dice, de intentar protegerle demasiado, un serio problema que “a los ciegos nos impide ser independientes, porque tenemos claro que esas personas que tanto y tan erróneamente nos protegen algún día se irán, y por eso debemos aprender a valernos por nosotros mismos”.

Cupones

Pero hasta llegar aquí no ha sido un camino de rosas. Intentó acceder a la licenciatura de Veterinaria en León, pero entonces no existían las herramientas informáticas que hoy día le permiten a un invidente estudiar cualquier carrera. De hecho y gracias a la ONCE, Armando ahora chatea, navega o comprueba apuntes con ayuda del “jaws”, (mandíbula) el sistema que le permite trasladar la información escrita tanto a un formato audible como al papel en sistema braille.

Fue en Barcelona; porque Armando se empeñó, incluso en contra de la voluntad de su familia, obstinada en protegerle, en dónde comenzó a experimentar la vida de invidente en solitario, a manejarse en el uso del autobús, a hacer las tareas básicas de casa, a comprar en la tienda del barrio, a pensar en una independencia que su condición de invidente y el círculo cercano le impedían. Hoy día ya viaja con frecuencia a la sede de la UNED en Ponferrada, en donde acude a examinarse sin problema alguno, incluso satisfecho con el apoyo que recibe de los trabajadores de la compañía.

¿Primero las formas, ¿ciego o invidente?

Realmente no importa; es el tono el que pone énfasis y ya sabes si se trata de una burla o no.

¿Cómo puede vivir un ciego en una ciudad como León?

Yo creo que ningún urbanista ha pensado que aquí vivimos ciegos o invidentes y mucha gente cuando se dirige a nosotros, o trata de ayudarnos, parece que lo hace, no siempre, con lástima, como si fuéramos unos bichos un tanto raros. Cuando decía antes que es el tono el que marca la diferencia, está claro. Muchas mañana de sábado cuando voy a desayunar me encuentro aún con grupos de jóvenes que continúan de marcha y siempre sale alguno con eso del cupón o con chorradas de ese tipo, con mucha guasa.

¿Piensa que la sociedad en general les sigue tratando como bichos raros?

Una sociedad que se mira en el espejo de Belén Estebán como guía y manual de la vida da pena decirlo, está un poco abotargada, aborregada y a si a ello añadimos que tenemos una clase política como la que tenemos, es como para temblar. Mucha gente piensa que sólo servimos para vender cupones y hoy día gracias a la ONCE y a las nuevas tecnologías podemos llevar una vida normal y corriente, con las limitaciones propias que tenemos. Yo creo que los medios de comunicación deberían dedicar muchos más espacios a divulgar cómo se puede convivir con total normalidad con personas como nosotros con algún tipo de discapacidad; no somos bichos raros, como muchos aún piensan.

Está a punto de terminar Filología Inglesa, ¿cómo ha sido el camino por la universidad?

Si soy sincero pensé que tal tendría más ayuda pero he tenido que superar muchos obstáculos porque allí, como en el resto de las parcelas de la vida, cada uno va a lo suyo y da igual que sea ciego o sordo, allá te las apañes tú. Ahora Internet y las adaptaciones que hace la ONCE para nosotros nos permite trabajar mucho mejor que hace años, que no había nada, o casi nada.

Él se encarga de las compras y no hace ascos a un buen vino y a su correspondiente tapa, al mediodía y no pocos atardeceres, porque a Armando le gusta comer y se aprecia en su fisonomía que no esconde sino exhibe con orgullo. Para moverse con cierta facilidad un dispositivo de la ONCE le permite activar el sonido de los semáforos cuando saltan al verde de los peatones.

Muchos vecinos le ayudan y la risa en su gesto es habitual, aunque cuando se cruza con algún insolente que no se aparta, no es de los que se callan y deja patente su queja. Nunca ha querido tener perro, no le gustan. Y sueña con entrar en el mercado laboral; en este punto considera que las administraciones podrían hacer mucho más.

Algún día deberá afrontar el camino en solitario, ¿eso le asusta?

Vivo feliz; soy casi autosuficiente e incluso a Mari Carmen le he pedido que me ayude a aprender a moverme en la cocina. ¿El futuro? Cuando llegue, lo encararemos; nada es imposible, hay que acabar con los estereotipos, los ciegos podemos vivir como cualquier otro ciudadano. Para que la sociedad nos entienda es necesario que esa educación comience con los primeros pasos, en la escuela. ¿El futuro?. Ya llegará; no tengo miedo.

Cada sábado y sin excusa salvo causa de fuerza mayor, Miguel, Armando, Carmen y su marido, Tomás, los dos ángeles de la guarda de Armando, cenan juntos; es el ritual de la amistad profunda que va mucho más allá de lo que marca la responsabilidad.

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