El teletrabajo como solución a la España vaciada

La despoblación en las áreas rurales de España es una cuestión que ha ido ganando importancia en las últimas décadas hasta convertirse en una problemática de notables proporciones. Las razones que motivan el éxodo rural, unidas al progresivo desmantelamiento de los servicios sociales y los atractivos de las zonas rurales provocadas por esa migración interna (que genera un círculo vicioso difícil de atajar), son los causantes de un fenómeno que ha traído de cabeza tanto a las autoridades gubernamentales, como, sobre todo, a los pocos habitantes que van quedando es esos entornos cada vez más despoblados.

A medida que las nuevas generaciones se han ido desplazando hacia las ciudades en busca de trabajo, estatus, entretenimiento, conexión y diversión, zonas enteras del territorio nacional se han visto prácticamente abandonadas; y sus pobladores, poco menos que aislados. Las consecuencias de semejante situación son preocupantes. Por un lado, porque los que quedan en esos lugares vaciados (muchas veces personas mayores con necesidades especiales), han ido viendo como sus localidades pierden hasta los servicios más esenciales, viéndose obligados a realizar desplazamientos para casi cualquier menester. Por otro, porque el vaciamiento de esos entornos repercute en las arcas de la comunidad, y el deterioro económico de esas regiones es cada vez más pronunciado.

Ha tenido que llegar un acontecimiento tan grave como el Coronavirus para que muchos volvamos a reconectar con el atractivo de estos entornos rurales en los que una cosa abunda como ninguna otra en un mundo (sobre todo si hablamos los enclaves urbanos) donde esa cualidad brilla —nunca mejor dicho— por su ausencia: la tranquilidad. Pero no solo eso, decenas de pueblos y aldeas de la España vaciada ofrecen espacios a precios más que asequibles, administraciones locales ávidas de proyectos de reacondicionamiento y desarrollo de sus territorios, entornos naturales de una belleza paisajista y una riqueza natural sin igual... Y ahora, cada vez más, también oportunidades de trabajo.

Así es, el Coronavirus y los cambios que la pandemia ha traído consigo, han sido responsables no sólo de que nos volvamos a enamorar de estos lugares y volvamos a encontrar el valor que tienen, si no que han propiciado una serie de transformaciones en las dinámicas sociales y laborales que permite que lo que antes no podía ser más que una ilusión o un sueño, ahora sea una realidad al alcance de nuestros dedos. El teletrabajo es un claro ejemplo de esto que hablamos. Hasta hace poco, trabajar desde casa, o en remoto era una opción que parecía prácticamente ciencia ficción. Tan arraigada estaba la cultura del trabajo presencial que nadie podía siquiera plantearse vivir lejos de su lugar de trabajo. Pero ¡cómo han cambiado las cosas!

Una conexión a internet, un lugar dónde poner la oficina y una conexión VPN es todo lo que necesitan algunos trabajadores para poder establecer su puesto de trabajo remoto en cualquier lugar de España.

Aunque el teletrabajo, como todo, tiene sus ventajas y sus inconvenientes (por ejemplo, en cuestiones como la conciliación laboral, el respeto por las jornadas laborales o la productividad), lo que parece claro es que abre una ventana de oportunidades sin precedentes para todos aquellos que quieran salir de la ciudad y disfrutar de la vida en el campo. Muchos ayuntamientos de lugares despoblados se han hecho eco ya del potencial que ofrece esta nueva realidad y han comenzado a lanzar programas de captación para todos estos teletrabajadores anhelantes de aire puro y calma. Muchos han acudido a la llamada, tanto durante las épocas de restricciones de movilidad y confinamientos, como en los meses posteriores, en los que la perspectiva de un nuevo encierro o de una falta de libertad semejante a la de los momentos más crudos de la pandemia ha hecho a muchos individuos y muchas familias hacer las maletas en busca de una nueva vida más cerca de nuestros orígenes. Otros, están por llegar.