Los leoneses Álvarez González, dos de los médicos más famosos y adinerados de España a mediados el siglo XIX

La alta burguesía leonesa (la de la ciudad de León y la berciana) estaban íntimamente relacionadas por innumerables lazos económicos, profesionales, culturales y sentimentales, residiendo en las mejores viviendas de Madrid, y siempre simpatizando con lo más granado de la alta sociedad de la capital del Reino en el siglo XIX.

Eso sí, cada vez que podían regresaban a su tierra natal, donde debían atender personalmente su valioso patrimonio rústico y urbano. Uno de los casos más claros (y hasta hoy desconocidos) es el del doctor berciano Anastasio Álvarez González, quien fuese uno de los más afamados médicos homeópatas de España, médico de Cámara de la mismísima reina Isabel II y demás ilustres personalidades de la alta burguesía, la nobleza y la realeza, caballero de la orden de Carlos III, presidente de la Sociedad Hahnemanniana Matritense y prolífico autor de libros sobre medicina, como el conocido estudio sobre la 'Historia clínica de un caso de rabia declarada'. 

Una práctica, la homeopatía, completamente descartada en su utilidad médica hoy en día porque su formulación de diluir compuestos en agua impide que los pacientes reciban ni una sola molécula de principio activo; pero que en aquellos tiempos del mediados del siglo XIX, por desconocimiento y por su novedad del planteamiento, se hizo bastante famosa. A día de hoy está prohibida su prescripción en la Sanidad Pública española debido a su demostrada ineficiencia.

No sólo Anastasio fue tremendamente conocido en la capital de España, su hermano pequeño (llamado con el inusual nombre de Paz) también fue un conocidísimo médico en Madrid, quien casó con Mexista Valdés, hija de uno de los más ricos propietarios y benefactores de Ponferrada, llamado Antonio Valdés.

Paz Álvarez sigue hoy considerado como un pionero en la defensa y difusión de la educación física dentro de la ciencia médica para el desarrollo integral de las personas, ya desde el momento en que publicó su tesis doctoral que se tituló 'Influencia de la Gimnástica en el desarrollo y vigor de la organización del hombre en sus primeras edades'. Paz Álvarez, con consulta en la madrileña plaza de Santa Cruz, tradujo innumerables obras médicas del alemán, francés e inglés, y también colaboró con su hermano Anastasio –que era quince años mayor que él y el director– en el Instituto Homeopático y Hospital San José de la calle Eloy Gonzalo de Madrid, de donde también fue su bibliotecario y secretario.

Estos famosos médicos que profesionalmente desempeñaban con gran éxito su profesión en Madrid, también debían atender sus importantes patrimonios en el Bierzo, siempre ayudados y asesorados por sus cualificadas y competentes esposas, que a su vez disponían de importante patrimonio. Y no se crea el lector, como tanto se cuenta en los tiempos presentes, que las mujeres del siglo XIX eran “un cero a la izquierda”. De eso nada, y así lo demuestran las cartas, como la siguiente que envía la esposa de Anastasio, Joaquina Vázquez Ramón, al sucesor del banquero Felipe, el también banquero y abogado Francisco Fernández-Llamazares, emparentado con la familia Sierra-Pambley. Porque tanto Mexista como Joaquina pertenecían a la Junta de damas del Hospital San José de Madrid, y era dicha Junta la que se encargaba de recaudar fondos para el Hospital e Instituto homeopático.

Querido Paco: no dejes de enviar a Ponferrada las plantas de peral.

El efecto de ésta es decirte que tu amigo el Sr. Romero es testamentario de uno que se ha muerto hace tiempo y lo dejó todo para la beneficencia; si me hicieras el favor de escribirle para que nos diera algo para el Hospital Homeopático se lo agradeceríamos mucho, la fortuna que ha dejado en casas que se están vendiendo estos días, una enfrente de ésta que compró Calleja en sesenta y tantos mil duros, y creo que se vendieron a la vez otras cuatro o cinco, con que no te descuides, que repito se agradecerá.

Recuerdos de todos para todos con el cariño de tu buena amiga

Joaquina

Madrid, 15 de marzo [de 1880]

En 1845 se había fundado en Madrid la Sociedad Hahnemanniana con la finalidad de reunir a los homeópatas españoles en una sociedad que les permitiera defenderse del rechazo que empezaban a soportar por parte de los médicos tradicionales ya entonces.

Lo cierto es que se conservan los expedientes de los médicos homeópatas españoles más importantes de la época en el Archivo Histórico Nacional (de los doctores José Núñez y Pernía, el leonés Anastasio Álvarez, Joaquín de Hysern y Molleras, Anastasio García López, Tomás Pellicer y Frutos y el doctor Sanllehy, entre otros), y un denominador común sobre todos ellos como médicos es el de que sus calificaciones en la carrera fueron excelentes. Además, todos estos doctores dominaban a la perfección las lenguas clásicas y otros varios idiomas que perfeccionaron en sus abundantes viajes por Europa y América. Pertenecían, por tanto, a la élite y avanzadilla cultural y científica del siglo XIX. Según la médico Inmaculada González-Carbajal:

“[…] en pocos años, la homeopatía se convirtió en una medicina con una gran demanda y con un ámbito de implantación muy extenso. Por un lado, estaban las clases altas, la nobleza e incluso la familia real, que tenía entre sus médicos de cámara a algún homeópata; por el otro, estaban los pobres y menesterosos que recibían tratamiento homeopático en los dispensarios creados para atender a quienes no tenían recursos. En las décadas centrales del siglo XIX había muchos médicos que ejercían la homeopatía en diferentes lugares de la geografía española. No obstante, casi todos estaban vinculados a la sociedad matritense, ya que en aquel tiempo no se habían creado asociaciones en otras regiones. Los focos fundamentales del desarrollo, la expansión y la actividad de la homeopatía española del siglo XIX fueron Madrid y, al final del siglo, Barcelona. En ambas ciudades se crearon asociaciones homeopáticas fuertes y sólidas y los médicos que residían en otros lugares estaban vinculados a una de las dos.”

Joaquín Hysern  Molleras fue un excelente cirujano especialista en urología. En 1839 se trasladó a París como médico de cámara del Infante Francesc de Paula y su familia. En Francia, recibió la autorización para operar con el entonces notorio cirujano Velpeau y descubrió la homeopatía, a la que —de vuelta a Madrid— dedicaría gran parte de su actividad. A pesar de que sus compañeros de claustro le manifestaran su desconfianza respecto a la nueva disciplina, el doctor Hysern, en lugar de rendirse, fundó en 1849 el Instituto Homeopático de Madrid y en 1851 la Academia Homeopática de Barcelona. 

El crecimiento y aceptación de la homeopatía durante el siglo XIX fue espectacular, hasta conquistar de lleno la vida y estancias de la realeza. Por ejemplo, María Cristina de Borbón Dos Sicilias, prometida de Fernando VII e hija del rey de las Dos Sicilias Francisco I, llegó a España en 1829 y con ellos vino su médico, doctor Cosmo María de Horatiis, con notable experiencia en homeopatía, que presentó su actividad ante la Real Academia de Medicina de Madrid, entregando su memoria “Saggio di clínica omiopatica”, siendo nombrado Socio Corresponsal de dicha Academia. Algunos años después fueron médicos de Cámara de la familia real, entre otros, los doctores José Núñez Pernía, Joaquín Hysern y Molleras, Tomás Pellicer Frutos, Andrés Merino Torija, Pedro Aróstegui Larrahondo, Joaquín Pellicer Albadalejo y Anastasio Álvarez.

Las cartas a León de Anastasio Álvarez González

Éste último, el médico cirujano Anastasio Álvarez González, nació en León, concretamente en Salas de los Barrios un 22 de enero de 1822, y se casó con Joaquina Vázquez, nacida en Ponferrada, gran e influyente mujer propietaria (como tantas otras) de su época. En el archivo de la banca Fernández-Llamazares se conservan un gran número de sus interesantísimas cartas enviadas al banquero leonés Felipe Fernández-Llamazares y a la esposa de éste, Loreto Carcedo Chicarro, con quien les unía una profunda amistad. Cada vez que el famoso médico y su esposa regresaban al Bierzo, paraban previamente (a la ida y a la vuelta) en la residencia del banquero Felipe Fernández-Llamazares en la calle Plegarias de la ciudad de León, donde pasaban varios días. Lo mismo sucedía a la inversa, pues la familia Fernández-Llamazares también pasaba temporadas en el Bierzo.

Aunque la homeopatía siempre fue muy controvertida y hoy está denostada y considerada como una pseudociencia o pseudomedicina, en el siglo XIX fue muy popular y provocó que algunos excelentes médicos hicieran fortuna, como en el caso de Anastasio Álvarez. En una carta que la esposa de Anastasio envió desde su residencia en la calle Pontejos de Madrid a Loreto (esposa del banquero leonés Felipe) se lee: […] Ramiro está dando sus lecciones de francés, tampoco está muy bueno estos días. Álvarez famoso gracias a Dios, ahora llega y vamos a comer, con que recibe recuerdos de todos y con estos y los míos para los de esa casa sabes cuánto te quiere y daría algo de bueno por tenerte aquí tu mejor amiga […]

Y lo que está claro es que la alta burguesía confiaba en la homeopatía en aquel momento, algo que demuestran las cartas conservadas, como algunas de las que se conservan de Anastasio, donde, entre otros asuntos, da indicaciones a Felipe Fernández-Llamazares sobre el modo de preparar algunos remedios:

[…] Un día sí, dos no, tres glovs [glóbulos homeopáticos] de los adjuntos en ayunas en dos cucharadas de agua […] cuidar mucho a Loreto y que tome la ignatia en medio vaso de agua tres cucharadas al día y con recuerdos de Joaquina  […]

Se sabe igualmente que otra familia leonesa como la Sierra Pambley (emparentada con la familia Fernández-Llamazares a partir del matrimonio de Francisco Fernández Llamazares con Juana Posada) recibía tratamiento homeopático de otro conocido médico murciano que ejercía en Madrid llamado Tomás Pellicer, y el propio Francisco Fernández-Llamazares (conocido popularmente en el León de entonces como Paco Salinas) se fue directamente a París, recomendado por el propio doctor Anastasio Álvarez para ponerse en manos de otros notables homeópatas parisinos.

Las conexiones de la alta burguesía leonesa en Madrid

Y es que Madrid estaba plagado de propietarios y profesionales leoneses ávidos de hacer fortuna, como en muchos casos lo consiguieron los maragatos y otros leoneses llegados a la capital del Reino provenientes de cualquier punto de la provincia leonesa. Y entre ellos, también los médicos, todos residiendo en pleno centro (Anastasio vivió décadas en la calle Pontejos), en el denominado barrio de Carretas, entre la calle Atocha, la Puerta del Sol y la Plaza Mayor, perfectamente posicionados y siempre bien relacionados con las personas más influyentes de la época.

De este modo, la correspondencia conservada también nos confirma la conexión íntima y fuerte que tanto Anastasio Álvarez como Felipe Fernández-Llamazares mantuvieron con otro ilustre berciano (de Cacabelos) residente en Madrid llamado Antonio Fernández Morales, militar de profesión y propietario, quien pasaría a la Historia por haber sido uno de los principales artífices del derrocamiento de Isabel II en 1868… cuya historia puede ser óbice para un posterior artículo, aprovechando para relatar, de paso, que Antonio Fernández Morales fue uno de los primeros escritores en atreverse a utilizar la lengua gallega incluso antes de que Rosalía de Castro lo hiciera con la publicación de su libro Cantares gallegos

Muchos de los rostros de estos importantes leoneses de la época, como no podía ser de otro modo, han quedado reflejados en los archivos de los grandes fotógrafos de la corte, como en el caso de Kaulak, a la sazón el pseudónimo de Antonio Cánovas del Castillo, sobrino del presidente del gobierno tristemente asesinado por los anarquistas. A Kaulak mucho le debe la historia de la burguesía leonesa en Madrid. Y, por supuesto, tanto la familia de Anastasio como la de Paz Álvarez fueron clientes de su estudio fotográfico.

Lo cierto es que hubo médicos leoneses en Madrid excelentemente relacionados, como en el caso de Anastasio Álvarez, de quien se sabe que hizo gran fortuna (aparte de la que ya poseía) utilizando la homeopatía y cobrando unos honorarios que en algunos casos –especialmente con la nobleza–, hoy nos pueden resultar disparatados, como cuando reclamó a la duquesa de Medinacelli 21.000 duros por los “servicios médicos prestados”, cantidad que, tras el consiguiente pleito, la Academia de Medicina de Madrid estipuló y dejó fijada en 7.000 duros, cifra que de ningún modo sigue pareciendo modesta…

'FACT CHECK' CIENTÍFICO

La nula eficacia de la homeopatía, completamente demostrada hoy en día

Por Jesús María López de Uribe

La Real Academia de la Lengua Española define a la homeopatía como “práctica que consiste en administrar a alguien, en dosis mínimas, las mismas sustancias que, en mayores cantidades, producirían supuestamente en la persona sana síntomas iguales o parecidos a los que se trata de combatir”.

Es sabido que esta doctrina nació en Europa a raíz del médico e investigador Samuel Christian Friedrich Hahnemann (Meissen, Sajonia, 1755 – París 1843). Sin embargo, hoy la ciencia ha podido demostrar que la homeopatía es una estafa que proviene del pensamiento mágico.

La homeopatía se fundamenta en dos principios que no tienen base científica. El primero es que “lo similar cura lo similar”, con lo cual para no emborracharse uno debería tomar alcohol, por poner un ejemplo; o para evitar llorar, exponerse a una cantidad ínfima de cebolla cortada. El segundo es que “el agua tiene memoria”, con lo que al diluir el principio activo en miles y miles de litros de agua y usar excipiente de glucosa, la pastilla debería curar porque el agua recuerda que lo tuvo dentro y resultaría más inofensiva que un medicamento normal, pero igual de efectiva; pero no es ni una cosa ni la otra.

El problema es que si el agua recordara, como defendía Hanneman, también debería incluir en el supuesto remedio el recuerdo de las aguas contaminadas por metales pesados y desechos fecales. La homeopatía es para los científicos tan ridícula, que hasta hay parodias de un hospital de Urgencias homeopático, con evidentes resultados desastrosos para la salud de los pacientes.

Esta práctica surgió en un momento en que la medicina exploraba todo tipo de técnicas de salud, por lo que se creyó que podía ser factible. Incluso hoy en día se sigue practicando, pero con una caída enorme en la venta de estos productos (aparentemente inocuos, pero que pueden evitar que los enfermos sí se traten adecuadamente) en los últimos años. Hoy está absolutamente claro para muchos escépticos, como Rocío Vidal, que es una estafa.

Para demostrar que no tiene efectos terapéuticos de ningún tipo los escépticos han llegado realizar en público y en televisión lo que llaman un suicidio homeopático una sobredosis de un producto homeopático sedante para dormir en un programa de televisión. Pero no muere ni le pasa nada, “porque es azúcar”. Puedes ver a Fernando Cervera hacerlo en vídeo aquí, explicando por qué no funciona esta supuesta escuela médica.

Otro ejemplo de su falta de eficacia –aunque los defensores de esta práctica aseguran que potencia el efecto placebo–, “es que para curarse un catarro tomando este tipo de remedios homeopáticos sus defensores afirman que el paciente lo conseguiría 'en tan solo una semana', cuando de forma natural lo superaría en siete días”, según todos los científicos.