La Fiesta del Capilote reivindicó la lucha por salvar Riaño
Cientos de personas han participado este sábado en la Fiesta del Capilote, una celebración con la que se pretende reivindicar la lucha de quienes se opusieron a la desaparición de Riaño (León) para la construcción de un embalse.
El 7 de julio de 1987 desapareció el antiguo Riaño, cuyo derribo se llevó a cabo para construir un embalse, tras lo cual se reconstruyó el pueblo en una cota elevada cercana donde inicialmente se asentaron algo más de medio centenar de vecino. Por ello lanzan los capilotes (como se llama así al narciso en la Montaña de Riaño) para recordar a sus antepasados, enterrados en un cementerio que quedó bajo las aguas.
Los vecinos únicamente mantienen como recuerdos salvados de las aguas que inundaron el pueblo las iglesias de Nuestra Señora del Rosario de La Puerta, la de Santa Agueda de Pedrosa, y la ermita de Quintanilla.
La historia del fin y del comienzo del Nuevo Riaño, como se conoce al pueblo renacido junto al embalse que se alimenta de las aguas del Esla en el noroeste de la provincia leonesa, se inició en 1966, cuando el Consejo de Ministros autorizó la construcción del pantano.
Esta decisión obligaba a inundar un valle y con él Huelde, Pedrosa del Rey, La Puerta, Escaro, Anciles y Salio, Carande, y parte de Vegacerneja.
La dura oposición de los vecinos comenzó el 27 de octubre de 1986 con los trabajos sobre el tendido telefónico, labores de las que surgieron los primeros enfrentamientos entre los habitantes del valle de Riaño y la Guardia Civil.
En los meses posteriores continuaron los enfrentamientos y las protestas de los vecinos del valle frente a las de los agricultores del sur de la provincia, que conseguirían regar cerca de 80.000 hectáreas con la construcción del embalse.
Ramiro Pinto
El escritor y naturalista Ramiro Pinto, exmiembro de la plataforma Los Verdes, ha explicado a EFE que la Fiesta del Capilote pretende reivindicar la lucha de los vecinos por conservar sus casas.
Este activista participó en las movilizaciones cuando tenía 25 años para evitar que 84.000 hectáreas de la montaña leonesa fueran sepultadas por 651 millones de metros cúbicos de agua, el nivel máximo que acepta la presa.
Esa acumulación de recursos hídricos ha alterado, a su juicio, la densidad atmosférica y la regulación de lluvias en la zona, y ha reducido las precipitaciones de agua y nieve en la comarca desde el llenado del embalse.
El naturalista ha lamentado que esta obra hidráulica haya supuesto el fin de la economía y de la cultura de la montaña leonesa, un proyecto que “se presentó como un clamor de los agricultores y que después todo ha sido una farsa”.