GUERRA CIVIL León Antiguo

El acoso franquista a Luis González Roldán, uno de los creadores del León del siglo XX

Una de las circunstancias que no suele indicarse de la dictadura franquista es que en sus primeros años se llevó por delante a muchas más personas de las que la historiografía actual refiere, más centrada en los obreros. Muchos burgueses de bien también sufrieron el acoso y la persecución de las autoridades franquistas, como demuestra lo ocurrido con Luis González Roldán.

Un hombre de familia bien, el que promovió el conocidísimo Edificio Roldán de Santo Domingo (donde se situaba Radio León) que terminó teniendo que escapar de León, perdiendo gran parte de sus propiedades pese a pertenecer a una familia que había contribuido como la que más para el desarrollo de la capital leonesa. Un terrible ejemplo de la maquinaria utilizada por el nuevo régimen contra las familias propietarias en 1936, a las que les sacaron los dineros para financiar su guerra a donativos de cien mil pesetas, requisándoles sus propiedades o, en varios casos con enormes saciones monetarias como ocurrió con los que intentaron defender a Miguel Castaño, con multas que llegaron a suponer tanto dinero como para pagar integramente el ferrocarril que los nazis construyeron a La Virgen del Camino, el de La Aviación.

Muchas historias que han quedado oscurecidas por la, esta sí, salvaje represión de los paseos y la inusitada cantidad de campos de concentración que plagaron la capital leonesa; pero que también explican cómo el régimen franquista fue contra todos, para controlar la sociedad de forma férrea; incluso con los que, supuestamente, deberían haber estado más a su favor. En la dictadura todos se debían a los militares, sin excepción. Y así lo demostraron, destrozando la vida del uno de los burgueses más conocidos de la ciudad, perteneciente a una de las familias que construyeron el León del siglo XX.

En líneas generales, no fue hasta la segunda mitad el siglo XIX cuando la ciudad de León comenzó a crecer, con un aumento considerable del comercio y, sobre todo, con la llegada del ferrocarril y la mejoría del transporte y las comunicaciones.

En 1923, el año en que cambió el centro de León las familias de arrieros maragatos construyeron la mayoría de los edificios que marcan las panorámicas de la hoy Plaza de Santo Domingo al derribar las cercas, el antiguo hospital de San Antonio Abad y construir la impresionante 'Casa Roldán'.

Los Roldán y el Ensanche de la ciudad de León

Las alianzas matrimoniales entre los maragatos Alonso, Botas, Martínez, Salvadores, Roldán, Prieto, Crespo o De Paz son una constante que se repetía desde el siglo XV hasta bien entrado el siglo XIX, llegando al caso de que los nombres y apellidos se suceden incesantemente durante todo este tiempo, lo que en ocasiones puede provocar cierta confusión. Las familias citadas conforman un determinado espacio de influencia y ahorro capitalista basado en el núcleo de unas familias asentadas en la endogamia, el patriarcado, los mayorazgos, la hidalguía (adquirida), las haciendas campesinas, la arriería y los negocios de compraventa de vino y textiles, así como cualquier otro tipo de comercio, sobre todo este último en el siglo XIX, que respondía a la necesidad de enfrentarse a la crisis del sistema productivo derivado del progreso y, en particular, de la llegada del ferrocarril. Un ejemplo de todo lo hasta aquí expuesto lo tenemos en la figura de Juan Botas Roldán.

Porque de Juan Botas Roldán surgió una parte de la historia del Ensanche de la ciudad de León. En los testamentos podemos apreciar la idiosincrasia y el espíritu comercial arraigado en las élites de esta sociedad 'maragata', en un momento en el que varios acaudalados miembros de la familia Botas ya se han asentado fuera de su lugar de origen (en Oviedo y León, lejos de Murias y Castrillo), para progresar en los diferentes negocios de compraventa de vinos y, muy particularmente, en el comercio de textiles.

Miguel, hermano de Juan Botas Roldán, ya se había asentado en Oviedo y tenía un importante negocio de vino (con taberna abierta) y textiles. Todos estos antiguos arrieros y sus descendientes han condicionado buena parte de los negocios y las propiedades inmobiliarias de nuestra ciudad en calles como Ordoño II, calle Ancha, La Torre, Padre Isla, plaza de la Inmaculada, Ordoño II, etcétera. Los orígenes vienen ya del siglo XIX. Juan Botas Roldán, por ilustrativo, es solo un ejemplo más… en el testamento de Juan Botas Roldán podemos apreciar la culminación de todo este modo de entender la vida y los negocios familiares con el fin último del casi siempre garantizado éxito comercial:

Aconsejo a mis hijos que no sigan otra carrera que la del comercio, que formen compañía con este objeto, y que continúen con el que tengo establecido en esta ciudad [León], pudiendo, además del almacén, poner una tienda al por menor, que a fin de conservar el crédito de la casa, deben usar de la razón social 'Hijos de Juan Botas', pues teniendo en cuenta este pensamiento, dejo nombrado un solo curador para todos; y les recomiendo así mismo que sean condescendientes y que estén bien unidos, medio seguro de progresar en sus negocios; teniendo el consuelo, si siguen mis indicaciones y consejos de haberme dado una prueba de cariño y respeto. Que en el caso de que continúen en el comercio, según deseo y consigno […] recomiendo a mis hijos que sigan al frente de él los actuales dependientes, D. Miguel Roldán [Salvadores, hijo de Miguel y Ana] y D. José García González, mientras sean tan dignos y laboriosos como han sido hasta ahora y observen la misma conducta.

Cuando fueron finalizando los grandes negocios en torno al ferrocarril, la familia maragata González Roldán (y otras) se instaló definitivamente en la ciudad de León. En concreto, José González (padre de Miguel González Roldán), lo hizo en los números 5 y 7 de la calle Ancha (edificio que hoy alberga un 'Carrefour'), mientras la familia Botas se asentó justo enfrente, en el edificio número 6, y la familia Díez Canseco en el número 15, aunque lo cierto es que estas tres familias emparentaron constante y regularmente entre ellas mismas. El último “gran varón maragato” de esta saga fue Miguel González Roldán, quien heredó un importante patrimonio.

En la segunda y tercera década del siglo XX, cuando se construyó el edificio Roldán, era de común creencia popular que el imponente edificio de la plaza de Santo Domingo con entrada por los portales números dos y cuatro de la calle Legión VII pertenecía en buena parte a Luis González Roldán (en el número 4 vivía el mismo Luis), aunque debemos especificar que el número 2 era de la exclusiva propiedad de su hermana Teresa, y el número cuatro de su hermana Dionisia.

La maquinaria franquista contra Luis Rodríguez Roldán

Julio de 1936 daría un vuelco en la vida, los negocios y el patrimonio del propietario Luis González Roldán, a quien las autoridades militares impusieron 50.000 pesetas de multa embargándole, además, todo su patrimonio y su capacidad de decisión en sus empresas; lo que amargó completamente los últimos años de su vida.

A través del ejemplo de Luis González Roldán se puede desentrañar la maquinaria utilizada por el nuevo régimen contra las familias propietarias en 1936, demostrando cuál era el mecanismo eficaz de las nuevas autoridades en la consecución de su plan para provocar el temor en la retaguardia y conseguir financiación para sus necesidades de guerra.

Luis González Roldán (1885–1941) provenía de una estirpe de comerciantes que se asentaron en la ciudad de León instalando un almacén de paños al por mayor tras participar en prósperos negocios alrededor de las obras del Ferrocarril del Noroeste, entre el denominado Puente de los Fierros y el pueblo de Busdongo (túnel de la Perruca). En 1933 la Sociedad Anónima González Roldán, aparte de sus negocios en compraventa de tejidos y paños al por mayor, diversificó, como tantos otros comerciantes y propietarios, sus actividades (negocios inmobiliarios, compra de acciones en empresas azucareras o eléctricas como 'León Industria', entre otras). La familia González Roldán, también propietaria de solares en la zona del Calvario (hoy barrio de San Claudio) condicionó decisivamente el desarrollo urbanístico de León junto a otras familias de origen maragato como De Paz, Salvadores, Alonso, Del Río, Botas, Martínez y demás.

Luis González Roldán, al final de su vida tuvo que trasladarse a Bilbao. Murió expoliado, amargado y olvidado por todos. La maquinaria franquista demostró que ni los más ricos ni más considerados por todos antes de la Guerra Civil tenían cabida si no cedían ante su 'ordeno y mando'. Fueran de la familia que fueran.

Para más información: Francisco Javier González Fernández-Llamazares es el responsable y propietario del Archivo Privado de la Banca Fernández-Llamazares, además de autor de Crónicas de la Burguesía Leonesa. Sobre un episodio de la Guerra Civil en León (2013), también escribió Los leoneses que financiaron a Franco (2015). Añadió años más tarde a su obra sobre la Guerra Civil en León una investigación titulada La II República contra sí misma. Los estalinistas leoneses en 1936 (2020), y además, en ese mismo año, Los sabotajes a la Legión Cóndor. En el aeródromo de la Virgen del Camino (León 1938-39).

Un ejemplo de que nadie estuvo 'a salvo' de los militares sublevados y la Falange

Luis González Roldán era un hombre rico. Muy rico. Y poderoso. Según este informe del 5 de mayo de 1937 del Jefe Superior de Valladolid la Subsecretaría de Orden Público del Ministerio de la Gobernación: “Su fortuna excede de 3.000.000 de pesetas, posee casas, propiedades y solares, además de un gran almacén”. 

En una pequeña ciudad de provincias nadie le puede imputar cualquier tipo de flirteo, desliz o devaneo con las personas e instituciones que hasta ese momento habían defendido al Frente Popular, al que tampoco criticaba de forma pública por ser discreto en los asuntos de sus negocios. Su reputación de ciudadano “de orden” es fuerte, y los donativos aportados desde tiempos remotos a todo tipo de instituciones religiosas y piadosas lo conceptúan como verdadero “hombre de bien”. 

La noche del 20 de julio de 1936 las fuerzas militares de León han triunfado plenamente en el control de la ciudad. Don Luis lo celebra cenando en su imponente hogar del número 4 de la calle Legión VII con un sargento apellidado Herrero y un grupo de soldados del Regimiento de Burgos 31, a cuyo cargo se encuentra el mencionado sargento. Esto no es una algarada más. Y mucho menos romántica. Hay inquietud por una guerra que se vislumbra inminente. Pero Luis González Roldán cree que ha tenido suerte. No se siente una víctima más. Él está “del lado bueno”. Está tranquilo. Se ve “a salvo”. 

Pero ya en octubre de 1936, debido a su privilegiada situación económica –o tal vez a otros oscuros motivos como críticas a sus flirteos y faldeos de juventud, aunque él estuviera soltero–, se ve sometido cada vez más a una serie de presiones cada vez mayores. Especialmente de la Falange, de las que intenta sobreponerse con alguna donación y participando con todo tipo de nuevos recursos y “certificados extraoficiales” que le proporcionen una cierta garantía de seguridad. No le sirve de mucho, los militares necesitan dinero. Y saben que él lo tiene. Los falangistas entran en su casa una y otra vez exigiendo “donaciones voluntarias” de 20.000 pesetas.

Así que para garantizar su seguridad abona 130.000 pesetas “para la causa”, a las que se suman otras 15.000 en especie de productos de su almacén. Y luego 50.000 pesetas que paga en mayo de 1937 al imponérsele la sanción gubernativa que le amargará la vida. En total, le sangran cerca de 200.000 pesetas de “aportación voluntaria” para La Causa, durante el corto período de tiempo comprendido desde agosto de 1936 hasta mayo de 1937.

El salvajismo inicial de la Falange

En el comienzo de la Guerra Civil se constatan, una vez más, los graves problemas existentes (reconocidos por sus propios dirigentes) para resolver “el salvajismo” interno en el seno de la misma Falange. El Jefe Provincial de la Falange en León –el médico Fernando González Vélez– en un informe sobre lo acontecido en el domicilio de Roldán, abre una nueva pista sobre el origen de las bondadosas donaciones aportadas por la víctima, quedando una vez más muy claro que no son “donaciones” sino más bien “obligaciones”: 

Que habiéndose encargado el declarante de la Jefatura Provincial de León dentro de la organización de Falange, había llegado a sus oídos que el señor González Roldán ayudó en otro tiempo económicamente a organizaciones o partidos de izquierdas, cosa que concretamente no pudo comprobarse y por esta circunstancia fue señalado el señor Roldán como uno de los que más fuertemente habían intervenido con subvenciones para Falange Española, y a eso fue debido la visita que el declarante realizó acompañado con el teniente de la Guardia Civil señor Romero. De aquella visita sacó la impresión de que el señor Roldán estaba dispuesto a dar todo lo que se le pidiera, entregando la cantidad que primeramente se le había fijado e hizo ofrecimiento económico que ignora el declarante si se habrá cumplido. Que en la visita antes referida es cierto que el declarante pretendió devolver a D. Luis González un cheque que sin la debida autorización de la Jefatura le había sido arrancado al señor Roldán por procedimientos no del todo correctos, y en el acto hizo entrega él, voluntariamente, de esa cantidad para la Falange, que antes se le había arrancado violentamente.

Comienzan las incautaciones

En mayo de 1937 se le impuso a Luis González Roldán la multa de 50.000 pesetas por las consabidas acusaciones plagadas de los tópicos recurrentes de la época como las de pertenencia a la masonería, ser izquierdista, ser protector de la Casa del Pueblo. No supo el motivo hasta dos años después. El informe acusatorio en el Ministerio de la Gobernación era este:  

Excmo. Sr.:

Como resultado de las investigaciones practicadas por esta Jefatura en averiguación de las personas que por su actuación y significación política antes del 19  de julio pueden considerarse causantes del estado caótico que actualmente sufre nuestro país, comunico a V.E. que Luis González Roldán, almacenista, propietario, vecino de León, calle de Legión VII n.º 4, es de conocida significación masónica e  izquierdista, protector de la Casa del Pueblo, habiendo utilizado hábilmente su influencia para realizar grandes negocios con motivo del ensanche de la ciudad. Su fortuna excede de 3.000.000 de pesetas, posee casas, propiedades y solares además de un gran almacén. Y como por la Comisaría de Investigación y Vigilancia de dicha localidad, bien conocedora del citado individuo, se aconseja la imposición al mismo de una sanción de 50.000 pesetas, me permito ponerlo en conocimiento de V.E. haciéndola propia de la Jefatura dicha propuesta que espero merezca su aprobación.

Dios guarde a V.E. muchos años. 

Al recurrir “convencido sin duda” de su inocencia, “pues en otro caso no hubiera demorado la sanción”. El problema para Luis González Roldán se acrecienta con esta decisión, pues en 1939 todavía no se ha fallado este recurso interpuesto. Sin saberlo, Luis González Roldán (tal vez aconsejado por sus asesores) se ha metido en una enmarañada y lentísima red judicial de la que le va a resultar casi imposible salir, y que va a terminar agravándose con la orden de las autoridades “de instruir el oportuno expediente para la incautación del capital o acciones que pertenezcan a socios de  filiación marxista”. Por esta sanción y los informes –en los que se le menciona así: “contribuía con cierta cuota mensual al Socorro Rojo y ha sido multado con 50.000 pesetas”–, él entra dentro de esta infausta lista. 

En vista de este informe, la Comisión provincial de incautación de bienes acuerda incoar contra Luis González Roldán expediente de responsabilidad civil e incautación de bienes, lo que va a originar el embargo de todo lo que tenía a su nombre. Sus acciones en diversas empresas y varios inmuebles, además de los extensos terrenos en la zona denominada “del pradón del Calvario” (entre el actual parque de San Francisco y la iglesia de San Claudio) conocidos como 'solares de Roldán', aunque, en realidad, las propiedades del Calvario pertenecían a la sociedad González Roldán S.A.

Luis González Roldán fue una víctima más del nuevo sistema impuesto por la Justicia franquista. Un hombre poderoso que colaboró con los militares sublevados al principio, y aun así fue extorsionado y chantajeado sistemáticamente hasta sacarle las hijuelas, arruinarlo y exiliarlo de la ciudad. Es difícil el ejercicio de comparación al lado de tres mil víctimas mortales de la represión franquista habidas en la provincia –o con los miles de prisioneros de las cárceles y campos de concentración improvisados en la capital leonesa–, ya que casi podría resultar hasta un hombre privilegiado. Pero es el ejemplo de que en aquellos tiempos nadie estaba a salvo de la infamia. Ni tan siquiera un hombre rico y poderoso como el comerciante Luis González Roldán.

Y no fue algo aislado, esta situación la vivieron la mayoría de los que habían contribuido al crecimiento de León en los primeros años 30 del siglo XX. La dictadura se impuso sobre todos y sobre todo, aleccionando hasta a los más poderosos para que bajaran la testuz.

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