San Francisco de Asís, peregrino con huella

Elena F. Gordón/Ical

La Orden Franciscana inauguró el pasado 17 de enero el Año Jubilar que conmemora los ocho siglos transcurridos desde la peregrinación de San Francisco de Asís a Santiago de Compostela. Entre las actividades previstas para este celebración destacan las tres jornadas de puertas abiertas que a finales de marzo permitirán la visita del convento de Santiago y sus dependencias en la ciudad gallega, con explicaciones sobre el trabajo que desarrollan actualmente los franciscanos. Y en la primera semana de agosto está prevista una peregrinación de jóvenes desde la localidad italiana de Asís a Compostela, bajo el lema 'A Santiago como Francisco'.

Además, durante este año se entregará a los peregrinos, junto con la tradicional compostelana, otra certificación la llamada 'Cotolaya', si visitan la ciudad siguiendo los pasos de San Francisco de Asís y lo hacen con una devoción franciscana. Recibe el nombre por Pedro Cotolay, el carbonero que habría hospedado al santo en Santiago en 1214 y al que éste le habría encargado la construcción de un convento. “Dios quiere que me edifiques un convento de mi orden. Vete a aquella fuente, que allí te dará con qué. Obedeció Cotolay y halló un gran tesoro con el que edificó este monasterio. Y de ello dan fe un sarcófago y una inscripción alusiva”, narra la revista italiana 'Lugares de peregrinación'.

Salamanca, Burgos, León y Bierzo

Carlos S. Campillo / ICAL Figura de San Francisco de Asís sobre el pórtico 'Virgen Blanca' de la Catedral de León

San Francisco de Asís (1182-1226) hizo el Camino de Santiago -hay discrepancias sobre el punto de partida del itinerario- y en el templo de Compostela recibió la inspiración de extender su Orden por todo el mundo. Desde entonces pasaron a ser fundaciones franciscanas varios eremitorios ubicados en la ruta jacobea, donde el santo encontró hombres piadosos que quisieron asumir su forma de vida. Surgen en particular los eremitorios de San Bartolomé de Sangüesa la Vieja (Rocaforte, Navarra), San Miguel de Burgos o la Magdalena de Vitoria.

De su presencia en España, a la que llegó según publica la revista Peregrino “en el marco de la reconquista cristiana de la península ibérica y de su afán por anunciar el evangelio a los musulmanes, con la palabra y sin la violencia de los cruzados” también existen varios testimonios en la Comunidad. Como relata el jesuíta Luis Gonzaga en sus escritos (siglo XVI), Francisco de Asís se reunió en Burgos con el rey de Castilla y León, al que presentó la Regla de su Orden. Ese encuentro quedó reflejado en las catedrales burgalesa y leonesa. En la primera, Francisco guarda cola para presentar su ofrenda a Fernando III el Santo. La escena puede contemplarse en el tímpano de la puerta de la Coronería.

En la pulchra leonina, en la puerta central de poniente, está ya frente al rey. También la comarca del Bierzo, aunque sin testimonio que dé cuenta de ello, alberga las huellas del santo. En la localidad de Villafranca, en el Hospital del Señor Santiago -actual convento de las Clarisas- se hospedó y la villa le cedió un terreno. Otra localidad guarda recuerdos del paso del santo por la provincia leonesa: la Leyenda Menor de San Buenaventura recoge que “en Sahagún, villa de España, San Francisco hizo reverdecer milagrosamente con hojas, flores y frutos un cerezo que estaba completamente seco”.

La tradición incide, entre todas las localizaciones en las que se sitúa al santo de los pobres, la de Ciudad Rodrigo (Salamanca). Cuentan los entendidos que en aquel momento se estaba cubriendo el techo de la catedral. El crucero de su bóveda central conserva una escultura del siglo XIII en la que aparece Francisco con un báculo de peregrino en la mano. Es la primera representación e imagen de San Francisco en piedra. Aparece descalzo y sin barba y se talló en memoria de su paso por la ciudad.

Simpatía por España

El director de la revista El Santo, Fermín Mieza, destaca en una publicación especial sobre los 800 años de la llegada de Francisco de Asís a España que biografías escritas por sus contemporáneos y documentos que se conservan de su época dan testimonio del cariño especial que el italiano profesaba a los españoles. Los consideraba emprendedores, hospitalarios, valientes y fáciles al heroismo y a la santidad. Añade que en los primeros años de la Orden, después de una visión, el santo le dijo a sus discípulos: “Alegraos, he visto caminos atestados de gente alegre. Entre ellos, aceleran el paso los españoles. En la batalla de Daimieta, en la cruzada de Oriente -a la que asistió y quiso impedir- Francisco ”lloró, sobre todo por los españoles, al ver su arrojo en la batalla y morir inútilmente“.