Chema Sarmiento ultima su regreso al cine con 'Divino tesoro', una película en torno a la España del tardofranquismo

A lomos del éxito que estaba cosechando Los montes, mediometraje seleccionado por el Festival de Cannes y nominado a los Premios César del cine francés a mejor documental, el director berciano Chema Sarmiento se entrevistó en enero de 1982 en Madrid con el productor Elías Querejeta para plantearle la primera idea que tuvo en su vida para hacer una película. “Yo pensaba que se trataba de dar el guion y esperar a que te llamasen. Y ya he comprendido que no es así como funciona la cosa. Yo nunca me atreví a volver a llamar y él nunca me llamó”, revela sobre aquel paso infructuoso ahora que, ya reconfigurado el proyecto, trata de sacar adelante en una especie 'ahora o nunca' una historia que, sin ser puramente autobiográfica, escarba en lo personal para narrar el salto de un grupo de chicos estudiantes de Filosofía que pasan de adolescentes a jóvenes con aspiraciones en una España, la de 1968, que también se va preparando para su propia transición.

Sobre la ola promocional de la Espiga de Honor de la Seminci (Semana Internacional de Cine de Valladolid) en 2022 y la remasterización de El filandón, Sarmiento está ahora intentando cerrar la financiación que permita rodar, en principio en la primavera o el otoño de 2025, Divino tesoro. Se trata de una vieja aspiración que ya esbozó cuando recibió el premio a su carrera cinematográfica en el festival vallisoletano y le preguntaban si era entonces una manera de cerrar un círculo. “Ni hablar. Yo no quiero cerrar nada. Espero que en vez de un círculo sea una espiral como las que se ponen a girar en torno a un planeta para que cojan velocidad y vayan más lejos”, respondió entonces. Y apenas unos días después de que se cumplieran 40 años del estreno en León de El filandón, el realizador de Albares de la Ribera (Torre del Bierzo) ha regresado a la capital leonesa para redondear la segunda mitad del presupuesto, en plena fase de preproducción de Divino tesoro.

Cuando el pasado jueves llegó a España procedente de su residencia habitual en París, se vio de algún modo reflejado en un cartel en la estación del ferrocarril de Oviedo antes de tomar el tren para León. 'Mamá, quiero ser finlandés. Los niños con leucemia tienen más posibilidades de sobrevivir en países como Finlandia que en España', rezaba la publicidad. Su manera de decir 'yo también quiero ser finlandés' es reclamar “las mismas oportunidades que pueda tener otro director en España”. “Y, sin embargo, hoy un gallego, un vasco, un navarro, un catalán, un valenciano, un madrileño o un andaluz tienen más posibilidades que yo. Porque ellos, desde sus gobiernos autonómicos, tienen una ayuda que es la que yo pido para mí, y también para los demás”, expone Sarmiento para reclamar a la Junta de Castilla y León un “espaldarazo inicial”, al tiempo que ofrece al ILC (Instituto Leonés de Cultura, de la Diputación Provincial de León) asumir la propiedad de Los montes, aquel mediometraje que narra el entierro del último hombre con un vida en un pueblo de montaña y que estaba en la cresta de la ola cuando le presentó el guion a Elías Querejeta en enero de 1982.

El director berciano fue aparcando aquel proyecto iniciático mientras rodaba en 1983 y estrenaba en 1984 El filandón, precisamente la primera película que contó con fondos de la entonces recién nacida Junta de Castilla y León. Sarmiento había arrancado los primeros apoyo de la vieja Caja de Ahorros de León para un filme que, por su propia estructura, fue rodando al compás de la financiación obtenida cada una de las historias a modo de cortometrajes con los relatos de Luis Mateo Díez, Pedro Trapiello, Antonio Pereira, José María Merino y Julio Llamazares. Trabajó luego en otros proyectos como ayudante de montaje y montador. Y se estableció en París, donde ha desarrollado una carrera vinculada fundamentalmente a la dirección de documentales y compaginada con su labor docente en la Escuela de Cine IDHEC.

Ninguno de los personajes soy yo. No cuento mi historia. Pero probablemente yo estoy infiltrado entre muchos de los personajes

“Mi talón de Aquiles siempre ha sido la producción”, reconoce Chema Sarmiento, que reconfiguró su idea incluyendo un flashback ya para cuando fue uno de las cuatro que contaron con becas en un concurso de guiones del Ministerio de Cultura en 1994. Pero luego no encontró financiación para el rodaje. “No supe presentar el proyecto de forma que fuera suficientemente atractiva”, asume para citar otras dos intentonas que se frustraron en el último momento. “Siempre ha estado latente (...). Y la Espiga de Honor de la Seminci quizá sea la última oportunidad”, reconoce sobre un proyecto ahora tan avanzado que ya cuenta para el reparto con el actor faberense Roberto Enríquez, “el malo” en la trama principal, la ambientada en 1968 en el seno de un grupo de estudiantes de primer curso de Filosofía en un régimen de internado en un monasterio. A esa parte se llega a través de ese flashback que comienza cuando uno de aquellos alumnos le cuenta a su mujer esos recuerdos tras un accidente de tráfico sufrido por uno de sus compañeros, una secuencia esta última localizada ya en la década de los 2000 en el entorno de León capital.

Por el camino a la búsqueda de financiación se han ido puliendo detalles como la configuración de los personajes. “Ninguno de ellos soy yo (...). Yo no cuento mi historia. Pero probablemente yo estoy infiltrado entre muchos de los personajes”, señala Sarmiento, que estudió Filosofía y Teología. Aun reconociendo que los ecos del Mayo del 68 francés apenas llegaron a una España en plena dictadura franquista “y menos a un monasterio” en el que se enmarca la acción, el director sí subraya que por entonces el país afrontaba un período de cambios vinculado a una cierta apertura, visualizada en el impacto del turismo en lo económico y hasta en las costumbres con la llegada a las playas de extranjeras en bikini. Los protagonistas, jóvenes de a partir de 18 años de edad procedentes en su mayoría del medio rural, verán en estos cambios latentes una oportunidad de futuro distinta de las generaciones anteriores. Y esa cuestión, la transformación de adolescentes a jóvenes en un país que se prepara para afrontar su transición a la democracia, es el nudo de la película.

Sarmiento ya ha buscado localizaciones (“preferiblemente en Castilla y León”) para la parte del monasterio. El rodaje ambientado a mediados de los 2000 será en el entorno de León capital, donde ya dirigió Viene una chica, estrenada en 2012. Por el reparto desfilarán, además de protagonistas de esta última cinta como Borja González Carpintero o Carlos Otero, viejos conocidos de El filandón como Félix Cañal (el canónigo de Los grajos del sochantre) o Magín Mayo (el santero de la ermita de San Pelayo). Cuarenta años después del estreno de una película que hizo historia en León, Chema Sarmiento se prepara ahora para poder rodar un filme ambientado en un momento clave de la historia de España.