Las escasas lluvias dejan los embalses leoneses apenas al 62% y alerta por sequía

mapa sequía agua confederación hidrográfica del duero

Por más tormentas que haya habido, por más que las precipitaciones de lluvia de carácter puntualmente torrencial pero intermitente que se hayan prodigado en la última semana, el campo leonés aún pasa sed. Y mucha. La Confederación Hidrográfica del Duero (CHD), de la que dependen cuatro de los cinco embalses de la provincia de León, de hecho mantiene oficialmente la situación de “emergencia” para la zona de Esla/Valderaduey y la de “alerta” en la del Órbigo, dependientes de los pantanos de Riaño y Los Barrios de Luna, principal y respectivamente.

Así se constata en el último informe mensual de seguimiento del Plan Hidrológico del Duero. Y es que el nivel medio de los embalses leoneses se sitúa exactamente hoy en el 62%, sumando los cuatro pantanos de la cuenca del Duero y el pantano de Bárcena en la cuenca del Sil.

Los peores niveles se concentran, según los datos actualizados casi en tiempo real en CHD, en el pantanos de Riaño, que registra apenas un 53,6% de su nivel máximo (348,8 hectómetros cúbicos de los 651 totales que admite); Porma, con un 56,1% (178 hectómetros de 317); y Los Barrios de Luna (un 56,8%, con 174 de 308 hectómetros). Sintomático que se trate de las tres presas de mayor dimensión de la provincia en cuanto a capacidad de agua reservada.

La media se dispara en el caso del pequeño pantano de Villameca, que alcanza un envidiable 71,2%, pero que es poca agua teniendo en cuenta que su capacidad máxima es de 20 hectómetros, y tiene 14,2. Por último, en el Sil, Bárcena alcanza también un nivel del 72,2%, con casi 250 hectómetros cúbicos.

Sed. Eso es lo que, con estas cantidades de líquido, sigue pasando el campo leonés a pesar de todo. Las lluvias han mojado apenas la superficie de los campos, que en sus capas más bajas siguen sin recibir el imprescindible agua y que por lo tanto sólo ha permitido -al menos- retomar algunas siembras. Pero nadie olvida que las reservas de los pantanos, tan pequeñas en comparación con un año hidrológico normal a estas alturas, auguran un final de primavera y un verano de desastre.

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