Juan Vicente Herrera, ese presidente tranquilo

Juan Vicente Herrera Campo (Burgos, 1956) tiene ya a sus espaldas una amplia trayectoria política, no en vano, ya supera la década como presidente de la Junta de Castilla y León y presidente del Partido Popular de Castilla y León. Este notable barón de la formación conservadora se mantiene 10 años después en considerable buena forma política, y aunque las encuestas no arrojen un grado de conocimiento total o una excepcional valoración ahí se mantiene, como un guardián de las esencias de la vieja Castilla en este Estado cada día un poco más desquiciado.

Sus amigos dentro del partido, que los tiene, le definen como prudente, bondadoso y en exceso tranquilo. Es cierto que en su trayectoria pública al máximo nivel no se le recuerdan exabruptos considerables, ni de los otros, y quizás ahí resida la clave de su éxito, en saber estar y permanecer sin que te queme el fuego de la opinión pública.

Muchos en el PP cuentan que está cansado ya de ser presidente de la Junta, que aspira a poder jubilarse en Madrid con un ministerio de esos que no den guerra pero lo cierto es que de momento él es el presente y el futuro del PP de Castilla y León, para lo bueno y para lo malo. Los que esperan su promoción o retiro para abalanzarse sobre su sillón quizás se cansen ellos antes de que eso ocurra.

Su trayectoria política comenzó con el político popular Fernando Bécker, de cuando éste se ocupaba de los dineros de la Junta en los 90. En esa época Herrera ocupó la secretaría general de la consejería, donde con sus estudios de Derecho daba el visto bueno a las operaciones legales de la hacienda pública. Sabiendo que Bécker era sustituido por Isabel Carrasco Herrera se marchó a las Cortes de Castilla y León como procurador en un movimiento habitual de cambio de equipos de trabajo. Allí desarrolló su labor de forma callada pero constante y cuando Lucas se marcha de ministro su nombre sale a relucir de forma sorprendente y se convierte en el máximo mandatario de la Junta y del PP.

El resto es más o menos historia conocida, pese a su discreción. Su apoyo a Rajoy tras su segunda derrota fue decisivo para que el hoy presidente del Gobierno se mantuviera en política y su peso y voz son valoradas en Génova, precisamente por saber hablar y saber callar. De momento esperan su turno los Silván, Valdeón, Cirac, Ruiz Medrano o Fernández Mañueco y parece que tendrán que esperar bastante.