Memorias de la Montaña (XVIII): la Fundación

La familia González Díez representada en la entrada de la Fundación CEPA en León.

Aunque Cesáreo y Pablo ya habían empezado su actividad filantrópica con la Fundación Residencia Vegaquemada, la Fundación Cepa acabaría siendo la obra de toda una vida para ellos, la que más ha trascendido, la que permanece como un legado impagable y un compromiso eterno con su tierra. El patrimonio que ha permitido una obra tan colosal llegó gracias a su esfuerzo, a su privilegiada posición tras años de trabajo como directivos del Grupo Modelo en México. Ellos eran dos de los siete sobrinos de don Pablo Díez, miembro fundador de este poderoso emporio que comercializa la cerveza Corona.

A Cesáreo se le podía ver frecuentemente jugando la partida con sus vecinos o haciendo recados en Vegaquemada, Boñar, La Vecilla o cualquiera de nuestros pueblos hasta que en el 2022 nos dejara a la edad de 99 años. Tenía esa grandeza que adorna a las personas humildes y le gustaba llevar una vida sencilla junto a sus paisanos. Unos años antes él ya había decidido devolver a la tierra que le había visto nacer parte de lo que la vida le había dado. Y con 90 años se embarcaría en proyectos como la residencia de ancianos, la fábrica de pellets o el centro de turismo rural buscando crear puestos de trabajo y fijar población en la montaña oriental leonesa. Todos le recuerdan como una persona noble y llena de sentido común, como un gran conversador que nunca vivió ajeno a la sociedad que le rodeaba.

La Fundación Cepa lleva funcionando desde el año 2013 y tiene su sede en la calle Suero de Quiñones, al lado del Museo de la Emigración Leonesa. Esto no es casualidad, ellos también fueron emigrantes y el emigrante leonés siempre destacó por ser muy trabajador y austero, valores que él siempre ha tratado de transmitir a las nuevas generaciones. A principios del siglo XX la vida en la montaña leonesa era muy dura y prácticamente solo había tres opciones para la gente joven: el seminario, la mina o emigrar. México fue un gran país de acogida para todos esos leoneses que llegaron y levantaron una nueva vida a base de sacrificios.

Según podemos leer en la web de la Fundación sus objetivos son “la realización y promoción de actividades de carácter asistencial, cultural, educativo y social con el fin de impulsar el desarrollo humano, personal, cultural e intelectual de las personas, especialmente de las más necesitadas, así como favorecer sin exclusividad, el desarrollo económico y social de la zona”. Hablamos, entre muchísimos otros, de proyectos de emergencia social colaborando con Cáritas, con la Asociación Leonesa de Caridad o con la Cruz Roja; de colaboraciones con otras organizaciones como la Fundación JuanSoñador, ayudando a jóvenes que de otra manera estarían en situación de exclusión social; o de proyectos educativos como las becas de Estados Unidos a las que los mejores estudiantes del Instituto de Boñar pueden acceder para vivir una de esas enriquecedoras experiencias que pueden cambiar su futuro.

Uno de los proyectos de la Fundación que más repercusión ha tenido es la restauración del rosetón y el hastial de la Catedral de León, una gran inversión para la Fundación y una obra que perdurará en el tiempo para orgullo de los leoneses. Y un especial empeño de don Cesáreo fue el tomógrafo cardiaco computerizado para el Hospital de León, que permite diagnosticar de forma mucho más precisa y eficiente a a más de 800.000 pacientes con dolencias de corazón. La figura de Cesáreo ha sido tan gran grande que su legado merece seguir creciendo para mejorar la vida de sus paisanos.

La mejor manera de honrar su memoria es seguir impulsando a esta Fundación a la que tanto debemos por estos lares.

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