León y el puente colgante

Una rosa del tiempo protagoniza la portada del libro de Antonio Olazábal.

Dice Toño Olazábal en su libro El puente de Vizcaya: “Para hacer un puente es imprescindible trabajar en las dos orillas, es necesario colaborar desde ambas partes. En la vida pasa lo mismo. Si queremos que la sociedad progrese, también es necesario tender puentes desde formas de pensar muy diferentes, incluso antagónicas”. Por eso mismo la alegoría que describe a lo largo del libro no sólo responde a algo físico, también refleja lo que es una idea.

Son muchos los leoneses que tienen origen vasco y son muchos los vascos que tienen origen leonés. Para empezar habría que recordar que el fundador de Bilbao, Diego López de Haro era un noble leonés. Para seguir podemos hablar de la empresa Hullera Vasco-Leonesa en la que trabaja el protagonista de ese libro después de llegar desde los Altos Hornos de Baracaldo. 

El puente colgante une las dos orillas de la Ría de Bilbao. Lo hace no con una estructura permanente sino con una barquilla que va de una orilla a otra. Es el reflejo de la necesidad que tenemos de visitar la otra orilla y también de que desde el otro lado se nos visite. Es la comunicación como el camino hacia la convivencia. 

Vivimos en un mundo en el que la cerrazón nos lleva a los extremismos. No puedo llegar a entender que se condene a nada menos que 10 años de prisión a dos personas por bailar en Irán. Es inaudito que el presidente Ortega de Nicaragua dé una rueda de prensa en la que se intercalen la bandera de su país con la del frente sandinista. Es alucinante que en una 'Republica' como Corea del Norte el presidente designe a su hija de 10 años como su sucesora y no contento con ello promueva el cambio de nombre de todas las mujeres que se llamen como su hija. Todo ello por no hablar del asalto al Capitolio de Estados Unidos o al Parlamento brasileño. Por si faltaba algo tenemos la guerra de Ucrania y hemos vivido una pandemia cuyo origen aún no se conoce pero que ha despertado desconfianza hacia lo que pueda llegar desde China.

El libro es un reflejo a través de historias personales de lo que es la vida en la España de los inicios del siglo XX. Conocer nuestro pasado puede ser el mejor camino para entender nuestro presente. Es también el tiempo en que se reivindicaba cosas como las nueve horas (si, nueve) de trabajo o el que el obrero cobrase su salario con independencia de las circunstancias climatológicas. Eran los tiempos en que si llovía y no se podía trabajar en los Altos Hornos ello suponía que el obrero no cobraba. El levantar la mano ante estas injusticias supuso que el protagonista de la obra tuviese que abandonar Baracaldo para venir a trabajar a la Hullera Vasco Leonesa en la comarca de Gordon.

La obra es alegato a la necesidad de “establecer puentes” tanto a nivel geográfico, como en el ideológico y cualquier otro. Sin embargo las redes sociales más bien llevan al camino contrario. Se seleccionan los contenidos y contactos en función de las afinidades de cada uno. Te llega aquello de lo que por cualquier motivo te puedes sentir próximo y se evita a aquellos con los que puedas discrepar por cualquier motivo. Con ello el debate se cercena, no puedes conocer otros puntos de vista. Se crea una cierta ilusión entre lo que puede ser “tu mundo” en la red y lo que es “el mundo” en general. Faltan puentes que te comuniquen y te permitan visitar otras orillas. 

Esta situación contribuye a que se piense que no haya más verdad que mi verdad. En esa exaltación surgen los radicalismos. Dice Ricardo Villegas en su obra Gora España. Arriba Euskal Herria que “si quieres sentirte BIEN, conviértete en un radical”. Cada extremo te dará una lista de lo que él llama “enemigos autorizados”. Los extremistas de izquierda y de derecha sin embargo tendrán un enemigo común: los moderados. 

El Puente Colgante es la imagen de la necesidad de que de forma permanente y continuada se visite “la otra orilla”. No son visitas puntuales, son reiteradas y van de un lado a otro a lo largo del tiempo. En esta época de asilamiento y de radicalismo es una estupenda metáfora de la convivencia. Una invitación a establecer puentes.

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