Historias de la puta mili
El gobierno belga ha enviado ya 149.000 cartas a hombres y mujeres de 17 años en las que les alienta a aprovechar la oportunidad para aprender valores como la disciplina o el trabajo en equipo. Para abrir la mente de los jóvenes a lo militar, explican los responsables de la iniciativa. Así están las cosas, parece que se ciernen nubes negras sobre el mundo, que lenta pero inexorablemente nos abocamos a un futuro bélico y los países de Europa occidental empiezan a sentir el aliento guerrero de Rusia.
Aunque conviene también aclarar que el Ministro de Defensa belga que ha tomado esta iniciativa es nada más y nada menos que Theo Francken, nacionalista flamenco admirador de Trump y amigo del exiliado Puigdemont. Es decir, otro de esos tipos a los que le gusta más una bandera que a un tonto un lápiz, otro de esos ultranacionalistas que no paran de quejarse amarga y fatigosamente de que los pobres del mundo les están robando su dinero y su identidad, otra mente pensante que no ha entendido que el mestizaje del planeta es algo tan enriquecedor como inevitable en estos tiempos de porosa globalización. Estos tipejos suelen ser los primeros en salir a la palestra para atemorizar a la sociedad sobre los males que nos acechan y enviar a la chavalada a defender la sobada patria.
Lo que sucede es que esa antigua y belicosa costumbre de matarse los unos a los otros que ha convivido con el ser humano desde el principio de los tiempos, apelando a nuestro ardor guerrero con obstinada crueldad casi generación tras generación, no es ningún chiste. La guerra es el último lugar al que quisiéramos llegar, ese brutal escenario donde habitan historias de vencedores y vencidos, de héroes y antihéroes, de buenos y malos que matan o mueren. Y no hay mili que nos entrene para esa locura en la que hombres y mujeres se enfrentan para finalmente descubrir el insignificante valor de sus vidas cuando son reducidas a la milésima parte de un ejército.
Prepararse para la guerra poco tiene que ver con aquellas hilarantes peripecias militares que contaba el humorista gráfico Ivá en Historias de la puta mili, su serie cómica que publicaba semanalmente El Jueves.