Afirmaba el desaparecido socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, que en España se enterraba muy bien, aludiendo a los honores que suelen tributarse en nuestro país cuando una persona fallece. Con todos los respetos para el finado don Alfredo, creo que se equivocaba de medio a medio. La reciente llamada al orden por parte de tres personalidades de la ONU contraria a las Leyes de la Concordia que pretenden instaurar PP y Vox en Aragón, País Valenciano y Castilla y León –Castilla y León siempre arrastrando sus glorias– así lo corroboran.
Ambos partidos pretenden con dicha Ley desvirtuar o al menos neutralizar la Ley de Memoria Histórica, proyecto descafeinado que impulsó Zapatero que promovía el “voy con pero es como si fuera sin” porque nunca la llegó a impulsar decididamente. Rajoy intentó ningunearla privándola de toda financiación, fue vano intento que no alcanzó los objetivos deseados. La nueva oferta socialista tampoco se empleó a fondo con ella, a pesar de llevar a cabo las exhumaciones de Franco, José Antonio Primo de Rivera o Queipo de Llano.
La amonestación de la ONU a España tiene como fin la defensa de los derechos humanos que se conculcaron durante la incívica Guerra Civil y el posterior franquismo, pero el objetivo principal es que no se impida la exhumación de fusilados, sea en fosas comunes o individuales. La reprobación resulta de lo más pertinente por cuanto los partidos promotores de las leyes de la Concordia alardean de que entre sus principios informadores figure el humanismo cristiano como eje fundamental. No parece muy cristiano ni muy caritativo el 'olvido legal' que se quiere imponer, por más prosa florida que se utilice en su redacción.
Odios cainitas de España
Uno de los odios cainitas que arrastra España desde su creación es el intento descarado de suprimir hasta el recuerdo del que se oponga al dirigente de turno. Con razón escribía don Manuel Azaña que España es el único país que se hace la guerra a sí mismo. Entre el siglo XIX y el XX España conoció cuatro guerras civiles, tres carlistas y la propiamente Guerra Civil. Y eso sin mencionar los conflictos cantonalistas que se les parecía mucho. Derechas e izquierdas, conservadores y progresistas siempre andan a la gresca con notable perjuicio de la paz pública.
Es proverbial en España la poca consideración que existe siempre para con el adversario, no basta derrotarlo, hay que llegar hasta lo más miserable, humillarlo hasta después muerto. La verdadera historia sólo se escribe una vez, mientras suceden los hechos, sin que alcancen a modificar sus resultados acciones o relatos posteriores. En este país los 'republicanos' perdieron una guerra y los 'nacionales' la ganaron. Esos son los hechos, la tergiversación posterior o la reinterpretación de los mismos sólo es literatura, fraseología hueca.
Va camino de cien años que los españoles volvimos a matarnos entre nosotros y aún permanecen cadáveres de los vencidos dispersos por los más recónditos parajes porque, insidiosamente, muchos españoles se oponen a que sean enterrados en lugares apropiados. Se alega que es reabrir viejas heridas, pero de todos los exhumados habidos hasta el momento, no se conoce un solo caso donde haya existido el más mínimo reproche, ningún intento de revancha, tan sólo se ha sabido del duelo emotivo y silencioso de parientes y allegados.
Tumbas españolas en Rusia
Es dato poco conocido que hace unos pocos años, familiares de los soldados de la División azul, caídos en el frente de Krasni Bor cuando luchaban al lado de las tropas alemanas durante el asedio a Leningrado, procedieron a la recuperación de sus restos mortales. El sitio de Leningrado desencadenó tal hambruna que sus habitantes llegaron a desenterrar a los muertos para comérselos, cuando ya no quedaban perros, gatos o palomas, en un episodio de horrible canibalismo. ¿Y a pesar de esta brutalidad, alguien podría alegar motivos para oponerse a la repatriación de los restos de estos compatriotas? Su sitio está en su país.
Tengo un amigo que le tocó en suertes el servicio militar en Ferrol al que he escuchado en numerosas ocasiones contar una anécdota inquietante. Refiere que con motivo de un encalado de cruces y sepulturas que los reclutas hubieron de hacer en el cementerio militar de la Armada, anexo al camposanto de Catabois, había un pequeño recinto cuya techumbre se había desplomado y ofrecía una imagen tétrica. En su interior se hallaban numerosas calaveras, esqueletos y fragmentos óseos. Picados por la curiosidad, preguntaron al sargento que les mandaba que a quien pertenecían aquellos restos, a lo que les contestó que eran de marinos fallecidos en la Guerra de Cuba cuyos cuerpos nadie había reclamado.
No es un caso aislado. El submarino republicano C-3, que fue hundido por un submarino alemán durante nuestra Guerra Civil, yace a unas dos millas del puerto de Málaga con más de treinta marineros en su interior a unos setenta metros de profundidad. Cuando se trató de recuperar la mayor parte posible del fuel que transportaba el petrolero Prestige, aparecieron en las dependencias del puerto de Villagarcía de Arosa dos enormes ingenios para bajar hasta el pecio, a unos dos mil metros de profundidad, que al final no se utilizaron. Se dispone de tecnología para recuperar los cuerpos de esos soldados muertos, sólo se necesitaría voluntad.
El caso de León
León, que siempre tiene historias que contar, a pesar de ser ya una provincia anodina, cuenta con gran número de paseados esparcidos por cunetas o enterrados en fosas comunes. Botón de muestra fue la del alcalde de Villadangos, que se opuso a la exhumación de represaliados durante la Contienda Civil, tras la solicitud de excavación tramitada por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. Sin que reciban sepultura, hay otros muchos que aguardan por ella en las más de cien fosas que, según se dice, salpican la geografía leonesa.
Esos 'nuestros muertos' son patrimonio de todos, de rojos y de azules. Pero, por desgracia, muchos de ellos aún reposan en lugares donde, sin saberlo, sobre su lecho de muerte, hacen aguas menores y quizá mayores, viandantes que toman un momento de descanso en sus viajes. Por eso, para los más recalcitrantes opositores a su recuperación y borrado de huellas del pasado, sólo se me ocurren algunas preguntas ¿Lo mismo desearían si se tratara de un familiar cercano? ¿No les importaría que personas desconocidas se aliviaran sobre sus restos aunque llevara noventa años allí sepultado? ¿Sí? ¡Hay buitres con mejores entrañas!
Yo aconsejaría, –aunque poco valdrá mi consejo– que debería prevalecer el espíritu conciliador y que se recuperen todos los restos posibles para enterrar dignamente el pasado y pasar una página miserable de nuestra historia. Los hombres y mujeres que bajo distintas circunstancias dieron la vida por su país merecen todos nuestros respetos y digno descanso. Su memoria clama por la verdadera reconciliación que este país aún no ha conocido. Eso sí cerraría heridas.
P.D: Alemania e Inglaterra tienen cada una, al menos, un cementerio militar en España. Y muy bien cuidados por cierto.
Tomás Juan Mata pertenece a Urbicum Flumen, la Asociación Iniciativa Vía de la Plata