La diversidad lingüística en España es uno de los rasgos más distintivos de nuestra cultura. La coexistencia de varias lenguas –oficiales y no oficiales– junto con el castellano forma parte del acervo español, y su respeto y promoción deberían ser pilares fundamentales de cualquier política relacionada con nuestro patrimonio cultural y lingüístico. Sin embargo, en lugar de celebrar esta riqueza, algunos sectores de la sociedad española rechazan las lenguas minoritarias y/o minimizadas, pues, bajo preceptos propios del nacionalismo español, consideran que la diversidad lingüística atenta contra la unidad del Estado.
Esta cuestión se ha plasmado en los últimos días en la red social X (antigua Twitter) a raíz de un post del escritor Arturo Pérez Reverte, donde, con cierta sorna, manifestaba su malestar ante unos carteles escritos en castellano y asturleonés. El caso es que el mensaje caló en las redes sociales y se llenó de respuestas donde se hacía un alegato en contra de la diversidad lingüística en España. Me pregunto si nuestro protagonista –y sus acólitos– también se hubiera pronunciado de la misma manera si en vez de ser Asturias, por ejemplo fuera Alicante, y los carteles estuvieran en castellano y en inglés.
Al menos, bajo mi propia experiencia, no he visto reacciones tan airadas con la lengua de Shakespeare como las que producen en España el uso normalizado de lenguas minoritarias –que también son españolas–. Resultando de esta manera irónico y revelador que aquellos que se escandalizan por un cartel en asturleonés no encuentren objeción alguna al hecho de que cada vez utilicemos más expresiones anglosajonas en nuestro vocabulario. Qué cosas…
La amenaza del inglés para el castellano
El doble rasero entre nuestras lenguas minoritarias y el inglés no solo es injusto, sino que además revela un profundo desconocimiento y desprecio hacia la diversidad cultural que compone España. La existencia de lenguas como el gallego, asturleonés, aragonés… no suponen una amenaza para el castellano ni para la unidad del país, sino que son una manifestación de una pluralidad que nos enriquece como sociedad. Defender el uso y la promoción de estas lenguas no es un acto de separatismo, como a veces se proclama desde el ultranacionalismo español, sino de respeto a la diversidad.
La dicotomía entre el tratamiento que se da a las lenguas extranjeras, especialmente el inglés, y a nuestras lenguas minoritarias y/o minorizadas refleja una profunda inseguridad respecto a nuestra identidad cultural. Mientras que lenguas como el asturleonés son marginadas, el inglés gana terreno no solo en el habla cotidiana, sino también en ámbitos formales como la enseñanza. Cada curso en muchos colegios se opta por enseñar la historia de España en inglés y nadie parece escandalizarse, ¿Dónde están aquí los patriotas? Eso sí, que a nadie se le ocurre desarrollar una iniciativa para revitalizar, mínimamente, nuestro variado patrimonio lingüístico, porque esto supone un acto de tal osadía que no se puede permitir.
Así, mientras cada día avanza el uso de expresiones anglosajonas en nuestro vocabulario, con palabras como coliving, freeland, cool y startup, fácilmente observables en medio de comunicación como en conversaciones a pie de calle, los hablantes patrimoniales de nuestras lenguas minoritarias van desapareciendo poco a poco sin que haya un relevo generacional. Donde cada vez se habla menos el asturleonés, gallego o aragonés, aumenta el uso de préstamos que provienen del inglés. ¿Cuál es la lengua que supone una verdadera amenaza para el castellano?
Lenguas patrimoniales de España
Por otra parte, volviendo a nuestras lenguas patrimoniales, estas tienen un valor fundamental. Por ejemplo, conocer el asturleonés en territorios como León, Asturias o Zamora, ayuda a entender y comprender la historia, la cultura y el territorio local. Durante siglos, esta fue la lengua predominante en el Reino de León y, aunque cada vez quedan menos hablantes patrimoniales, especialmente en Zamora y León, sus vestigios persisten en el habla cotidiana. Muchas palabras y expresiones que utilizamos hoy en día tienen raíces asturleonesas.
De esta manera, la dimensión del asturleonés adquiere mayor importancia cuando se trata de comprender nuestro territorio. Un ejercicio interesante sería explorar la toponimia de su comarca a través de la web del SIGPAC. Con gran seguridad, se encontrará una gran cantidad de palabras leonesas (o gallegas en el extremo más occidental de la provincia) que explican fenómenos de nuestro entorno. Por ejemplo, el pico Peña Utrero, que rodea el embalse de Porma y comparte nombre con el pueblo abandonado, se llama así porque en asturleonés 'utre' significa buitre. Da la casualidad de que esa peña es un criadero de buitres, como se puede observar en sus paredes más verticales con manchas blancas como consecuencia de las deposiciones de estas aves que realizan desde sus nidos. De este modo, este topónimo refleja un fenómeno natural del lugar. Otro ejemplo, que nos afecta al desarrollo de nuestras infraestructuras, es el paraje del 'Argayón' en la salida del túnel de la Variante de Pajares en Asturias. Esta palabra deriva de 'argayu', que en castellano significa corrimiento de tierras, y, de haberlo sabido los ingenieros de la obra, posiblemente les habría ayudado en la planificación y desarrollo de la obra, pues fue una zona donde surgieron muchos problemas a la hora de asentar los cimientos en el terreno.
Creo que con estos dos simples ejemplos, aunque se podrían poner muchos más, se puede comprobar la importancia de conocer nuestra cultura. A nosotros, como leoneses, nos corresponde velar por nuestras lenguas patrimoniales, leonés y gallego, porque forman parte de nuestra identidad y, en cierta manera, nos explican a nosotros mismos. Forman parte de un patrimonio heredado, como lo puede ser el Castillo de Ponferrada o la Catedral de León y, lo mismo que a nadie se le ocurría dejar caer ambos edificios históricos, así deberíamos actuar con el resto de nuestro patrimonio, material e inmaterial. Como sociedad leonesa, el asturleonés no solo es un patrimonio que no deberíamos dejar perder, sino que tiene una utilidad práctica en nuestro territorio, raíces y tradiciones.
El 'llionés' no representa una amenaza para el castellano
En conclusión, la promoción y preservación de las lenguas minoritarias en España no representa una amenaza para el castellano, sino una oportunidad para enriquecer el patrimonio cultural del país. Estas lenguas, que forman parte del legado histórico y cultural de sus respectivas regiones, merecen ser protegidas y valoradas. Al mismo tiempo, el castellano, como lengua que conecta a millones de personas en todo el mundo, sigue siendo un recurso inconmensurable para la comunicación y el entendimiento en esta era global.
Por lo tanto, la coexistencia de estas lenguas no solo es posible, sino también beneficiosa, ya que cada una aporta un valor único a la sociedad. Fomentar el respeto y el uso de nuestras diferentes lenguas en sus respectivos territorios es un acto de inteligencia cultural y social que fortalece la diversidad y la cohesión en España.