La leonesa Silvia D. Chica presentará su poemario 'La Tierra Pura' a lo largo de este fin de semana

Silvia D. Chica

L. Castellanos

Silvia D. Chica ha demostrado siempre su versatilidad desde que irrumpió con esa energía suya tan característica en el universo cultural. Ha hecho de todo y siempre muy bien. Provista de una sensibilidad realmente especial y de natural curiosa, Silvia se ha implicado abierta y cómplicemente en numerosos proyectos, entre ellos ese celebrado fanzine, Vinalia Trippers, que ha sido refugio de la cultura leonesa más subterránea y donde ella ha hecho sentir, sobre todo, su voz más personal. También la fotografía le ha permitido desplegar una mirada propia que se recrea en la intimidad del detalle. Responsable del blog La Tierra Pura, donde resalta su afán más curioso e introspectivo, da un paso más en su trayectoria con un poemario, 'La Tierra Pura' (era impensable otro título), que la confirma definitivamente como una artista de mucho peso y singularidad incuestionable. Se trata de un libro dotado de una sensibilidad mayúscula gracias a la cual la escritora leonesa reinterpreta y disecciona la realidad bajo un punto de vista absolutamente personal y exclusivo.

Lo va a presentar a lo largo de este fin de semana con todo lujo de honores y alicientes en su ciudad, en León. Primero hoy en Elektra Comics, que también servirá de sede a las actuaciones de Marcos Cachaldora, Gonzalo Ordás y Deltas Galgo. El próximo domingo se traslada la celebración al Bar Belmondo donde, en sesión vermú, donde también participará la escritora y periodista vallisoletana Laura Fraile, que presentará su primer libro Mujeres que tararean canciones inventadas.

El llibro de Silvia cuenta con una portada realizada por Toño Benavides y un prólogo de Ana Pérez Cañamares que queda reproducido aquí:

“Es fascinante cómo los seres humanos podemos olvidar e incluso tomar la dirección contraria a aquello que nos hace bien. Cómo podemos sumergirnos y regocijarnos en todo lo que nos aparta de nuestra humanidad, de nuestro bienestar, de nuestra esencia, hasta comportarnos como seres mecánicos, como autómatas sin alma, sólo atentos a sus deseos y necesidades más inmediatas. Pienso que en este caso la cultura capitalista -al no dejarnos bajar de su eterno columpio, que va de de la frustación a la recompensa- se compincha con nuestra peor versión, la de niños malcriados que lo quieren todo y lo quieren ya, y de forma fácil, sin esfuerzo ni disciplina.

Así que de vez en cuando no está nada mal que alguien venga a recordarnos que hay otras cosas, es más, que las hubo antes de nosotros y las seguirá habiendo. Aunque sólo fuera por eso, porque nos recuerdan los pequeños tesoros gratuitos que desdeñamos cada día, valdría la pena escucharlas. No está nada mal, insisto, que voces como la de Silvia se alcen sobre el ruido para hablarnos del silencio, del campo, de la noche, del bosque; que nos digan que si logramos alzarnos un poquito por encima del miedo y de la pereza, de la costumbre y la rutina, nos espera el premio de la pertenencia a una vastedad acogedora, a todo aquello que no se rompe tan fácilmente -que no nos va a traicionar- como las zapatillas de moda o el último modelo de móvil.

Silvia nos invita a un espacio tolerante, sin juicio, sin límites, en el que la linealidad -la carrera- se ve sustituido por los ciclos que nos mecen en su vaivén, y el futuro que nunca llega, por un presente pleno de posibilidades. En ese espacio las dudas persisten, pero las preguntas nos importan tanto como las inmediatas respuestas que se nos ofrecen, cuando nos permitimos identificarnos con el cielo abierto y cambiante, con la madera útil, cálida, pasajera. Para ello, hay un proceso a veces doloroso, otras placentero: olvidar el ego, nuestra pegajosa identidad, nuestras ansias de perdurabilidad. Pero Silvia, con su mirada abierta, nos ofrece el placer y el consuelo que nos espera cuando lograrmos acceder a esa otra realidad. Aunque confiese que no siempre es fácil ni asequible: “en el medio/yo/con mis oscilaciones, mis asimetrías, mis delirios”.

En realidad, este camino me recuerda a la sensación de montar una bicicleta con el manillar torcido: nos tentará dejarnos llevar por la dirección equivocada, nada nos asegura que no nos torzamos, pero si estamos atentos a ese pequeña corrección que debemos hacer cada tanto, lograremos seguir el camino de la verdad durante unos segundos, aunque sólo sea para saber regresar a él más tarde, para recordarnos que tenemos esa posibilidad. Que el cielo, el agua, los árboles, el aire nos esperan. Que después de cada tentación, nos hayamos dejado llevar por ella o no, la mirada atenta nos devolverá a la senda. Allí donde las estaciones y sus cambios se hacen evidentes. Donde el monólogo interior se para para dejar paso al sonido del agua o del aire entrando y saliendo de nuestros pulmones. Donde la vida nos inunda como una marea. Y eso, nos recuerda Silvia en sus poemas, sólo se consigue estando presentes, estando en el presente.

Si haces hueco, si te despojas, la magia de estar vivo, la comunión con todo lo existente, está aquí. No son otra cosa estos poemas que recetas que nos indican dónde hay que mirar, qué hay que elegir entre la estrechez de miras y el mar ancho. A pesar de la tristeza, del dolor, de la muerte, esta mirada de niño deslumbrado está a siempre a nuestra disposición. En estos poemas, que sea cual sea su extensión no pierden de vista el espíritu de los auténticos haikus, se nos promete un premio: si abandonamos el miedo a ser pequeños, la grandeza de formar parte del todo nos espera.

Le agradezco a Silvia que nos lo recuerde“

Blog de Silvia D. Chica: http://silvidchica.blogspot.com.es/

Lugar: Elektra Comics (hoy) y Bar Belmondo (domingo). A las 20 horas (hoy) y a las 13 horas (domingo)

Días: 20 y 22 de marzo de 2015

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