David Rubio: “León es una tierra de grandes contadores de historias”

David Rubio. Imagen: Manuel Cuenya

Manuel Cuenya

Premiado, cuando tan sólo tenía diecisiete años, por un relato que convocaba la editorial Alfaguara para estudiantes de enseñanzas medias de toda España, David Rubio sigue siendo un joven escritor y periodista al que le entusiasma escribir sobre lo que más conoce y siente, como es su matria, León.

Su relato premiado, cuyo título es Imaginar la memoria, cuenta cómo su autor se inventa los recuerdos de su madre, mientras dormía en el piso en que ésta pasó su infancia. Este relato forma parte de un libro que incluye otros relatos finalistas, porque “en vez de un ganador, había diez finalistas”, apostilla David, que cree que la memoria es una de las grandes fuentes de la literatura, “a menudo inevitable”, pero no le parece esencial.

Al hacer periodismo te enfrentas a la actualidad. Al hacer literatura, a ti mismo

En el jurado de este certamen estaban escritores de la talla de Millás, Merino, Puértolas, Andreu Martín, a los que David admiraba mucho. Aquel premio le cambió la vida, porque conoció a sus escritores preferidos y aun a otros futuros escritores. No obstante recuerda que, tras recoger el premio y volverse a León, le llovieron las críticas y los comentarios, “con esa mala baba típica de León”, que si su tío Julio Llamazares le había escrito el cuento premiado y que si el autor de La lluvia amarilla era amigo de los del jurado. Eso, confiesa David, le dio mucha rabia, y cree que a su tío Julio aún le dio más coraje. “Si eres listo sabrás superar un fracaso, pero si eres tonto no superarás un éxito”, le aconsejó Llamazares, el cual ha influido más en su manera de ver la vida que en su manera de escribir, reconoce Rubio. “Aparte de su talento, que no lo voy a descubrir yo ahora, me parece admirable por su coherencia, que va más allá de la literatura”. En este sentido, David cree que León es una tierra de grandes contadores de historias, “a todos los niveles, en la literatura, en el periodismo y en las barras de los bares”. Recuerda que llegó a entrevistar al grandísimo escritor Carnicer, a quien le formuló la pregunta de por qué León es tierra abundante en escritores, y éste le respondió que León es un territorio fronterizo, a medio camino de culturas muy distintas, de la tradición castellana a la gallega, del pasado judío al romano. “Y, si lo decía Carnicer, amén”, concluye David, convencido de que “a ello hay que añadir la emigración forzosa a la que se han visto obligados muchos leoneses, lo que despierta tanta melancolía de la tierra perdida que escriben hasta quienes nunca deberían escribir, y lo que también explica por qué, además de León, Galicia es otro territorio con muchos escritores”. Asimismo, el autor de 'La fuerza de los días. Relatos de estudiantes Erasmus (Universidad de León, 2006) es consciente de que el viaje hacia lo universal siempre empieza en lo más local -como también nos dijera el gran Torga-, y que los grandes conflictos del ser humano, que nutren toda la literatura, “son los mismos en Tanganica que en Taranilla... aunque tú los ves en lo que tienes más cerca, en lo que has ido descubriendo al crecer”. No en vano, David escribió La fuerza de los días, donde nos cuenta historias de estudiantes por toda Europa, a partir de su experiencia como Erasmus en Roma. “Probablemente, el año más maravilloso de mi vida –asegura–. Era, además, el Año Jubileo (99-2000), y había millones de extranjeros. Me influyó en mi forma de escribir y en todo lo demás, porque conocí a muchísima gente y descubrí esa sensación de que todo resulte tan posible como imposible”.

Si eres listo sabrás superar un fracaso, pero si eres tonto no superarás un éxito

Como creador literario, David es coautor de libros como El aplauso de los chopos (Libertarte, 2004), sobre la lucha leonesa, ilustrado con dibujos del escultor leonés Amancio González; Historia del Ademar (El Mundo. La Crónica de León, 2006), que hizo con Roberto Fernández para la extinta La Crónica, y un coleccionable muy divertido, titulado Personajes leoneses, con el todoterreno de la cultura leonesa, Fulgencio Fernández, porque a David le interesan los personajes auténticos, capaces de enfrentarse de una forma original al mundo, “y que, por lo general, no saben que son unos personajes. Por eso son imposibles de buscar, se les tiene que esperar, aunque existe cierta empatía: para encontrar grandes personajes, hay que ser un gran personaje, de ahí la genialidad de Fulgencio”. Y agrega: “últimamente la palabra personaje está manoseada, tanto que hay mucho personaje de pose, que lleva escrito en la frente 'Soy un personaje', como dice Santi Balmes, gente que se interpreta a sí misma”. Como periodista, y también como narrador, aspira a conseguir que los posibles lectores se interesen por algo que hasta entonces no sabían que les interesaba, “hacer interesante algo que no importaba a nadie, que el lector descubra algo nuevo dentro de sí mismo... porque dar una noticia de algo que sabes que interesa mucho a la gente es relativamente fácil y fácilmente manipulable, como novelar lugares comunes o crear sensaciones con las que la gente se identifique”, se expresa David, sabedor de que “al hacer periodismo te enfrentas a la actualidad. Al hacer literatura, a ti mismo”, a la vez que glosa a Rosa Montero: “cuando hago periodismo escribo de lo que sé, y cuando hago literatura escribo de lo que no sé que sabía”.

Ahora, David Rubio ha escrito La baraja, un libro compuesto por 40 historias –introducidas cada una con el nombre de un naipe–, sobre emigrantes españoles que nunca vuelven a su tierra y que han perdido la capacidad de sorpresa más allá de la baraja, lo que cree que es una de las grandes desgracias que le pueden suceder a una persona. Las consecuencias de las migraciones, en las personas, en el lugar que abandonan y en el lugar que descubren, son una de sus obsesiones. “Pero no he conseguido publicarlo”, concluye.

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