El Castillo de Balboa esquiva la ruina y proyecta un mirador para convertirse en recurso turístico

Obras acometidas en el Castillo de Balboa y entregadas este verano.

César Fernández

Las piedras del Castillo de Balboa se fueron encogiendo hasta quedar en los últimos años cada vez más cerca del suelo. La Torre del Homenaje, a prueba de un vendaval de viento durante años, puede ahora ya estirarse sin complejos y presumir de vigor. Y los visitantes, que hasta ahora se jugaban el tipo para acercarse a la fortaleza, podrían incluso en un futuro disfrutar de una joya patrimonial convertida en recurso turístico de salir adelante los planes del Ayuntamiento para coronar las obras de restauración habilitando una escalera interior que permita disfrutar de un mirador privilegiado del entorno.

El Bierzo Oeste era hasta hace nada una especie de 'UCI' del patrimonio en la provincia al sumar el Castillo de Balboa y el Castillo de Sarracín (en el vecino municipio de Vega de Valcarce). Las fortalezas, que ya en el siglo XV sufrieron las heridas de las Revueltas Irmandiñas, padecieron luego los efectos del paso del tiempo y del abandono hasta llegar a la sala de Urgencias con el diagnóstico de riesgo de defunción. El impulso de sus respectivos ayuntamientos ha permitido salvarles la vida con un tratamiento que incluye dosis de rehabilitación sin descartar el aprovechamiento turístico de recursos de primer orden.

“Allí donde se implican los ayuntamientos y las juntas vecinales, se consiguen cosas. Si no, resulta muy difícil”, advierte el presidente de la Asociación de Amigos del Patrimonio Promonumenta, Marcelino Fernández, que tomó contacto en 1999 con el Castillo de Balboa, donde el colectivo realizó dos hacenderas en los años 2010 y 2016, fundamentalmente para desbrozar el entorno y quitar la hiedra de entre unas piedras que parecían estar en fase terminal. El riesgo de derrumbe era recurrente titular informativo. A punto estuvo de escribirse en portada el punto final a una historia que podría incluso retrotraerse a “la existencia de algún castro-astur celta, fortificado en época romana y reutilizado en el período de la Reconquista”, explica el historiador Santiago Taladrid en el artículo 'El Castillo de Balboa. Solar del linaje leonés de Vasco Núñez de Balboa', publicado en la Revista del Instituto de Estudios Bercianos.

De la primera referencia en 1260 a la expropiación pactada en 2006

La primera referencia documental de la fortaleza aparece en una escritura de compraventa fechada en el año 1260, según cita Taladrid para considerar la mención como la prueba de que era un “hito importante en la organización territorial y un centro de poder” también para sus propietarios, el linaje Valcarce-Balboa. Sufrió en el siglo XV la furia de la Revuelta Irmandiña hasta ser derribada junto a las de Sarracín y Corullón, tras lo cual el Conde de Lemos Pedro Álvarez Osorio se implicó en su reconstrucción, presumiblemente no de cero sino sobre algunos restos del edificio original, señala el autor en el artículo. A su muerte pasó a engrosar el patrimonio del Marquesado de Villafranca hasta que las Cortes de Cádiz suprimieron en el siglo XIX los señoríos juridiccionales. Y derivó en varias manos privadas hasta su traspaso efectivo al Ayuntamiento de Balboa en el año 2006.

El Castillo pasó a manos municipales en virtud de una especie de expropiación pactada, la fórmula elegida para un traspaso con el pago de la cantidad simbólica de 3.250 euros a la familia del por entonces presidente del Consejo Comarcal del Bierzo, Ricardo González Saavedra. Con la dispersión familiar dificultando el contacto con sus primos, él era el representante de la última de las tres generaciones de una familia que asumió la propiedad de la fortaleza desde la compra el 12 de octubre de 1916 por parte de sus abuelos paternos, Jesusa González y Ricardo González, conocido como 'el minero' en Villafranca del Bierzo, donde tenía un hotel, por regentar explotaciones de hierro en Villardevós (Ourense).

Ricardo González, que había comprado el Castillo a Blas Gómez y Ambrosia González (quienes, a su vez, lo habían adquirido en subasta pública en abril de 1898), falleció en 1923 para dejar la propiedad dividida en siete partes, las correspondientes a sus siete hijos. La delegación de Hacienda de Patrimonio pretendió incorporarlo a los bienes del Estado en 1968, pero siguió en propiedad de la familia mientras iba avanzando su deterioro ante la práctica imposibilidad de acceder a ayudas públicas, señala González Saavedra, al referirse a una convocatoria de subvenciones a patrimonio privado de la Junta de Castilla y León que limitaba la partida a apenas 25 millones de las antiguas pesetas (150.000 euros) para toda la Comunidad Autónoma.

Fue precisamente la expropiación pactada en 2006 el punto de partida para poder acceder a subvenciones. “Nunca se había tomado en serio afrontar este trabajo”, lamenta el alcalde, Juan José López, que se encontró a su llegada al cargo en 2015 un monumento en ruina, con la torre cañonera caída ya en el pasado siglo y la torre del homenaje a punto de hacerlo por efecto del derrumbe de la esquina suroeste y del ensanchamiento de una grieta que ya puede apreciarse en el cuadro del pintor berciano Primitivo Álvarez Armesto fechado en el año 1860, punto de referencia iconográfica hasta el momento en la Casa Consistorial de Balboa.

La peregrinación por los despachos de las administraciones dio sus frutos. Y así llegaron 50.000 euros de la Junta de Castilla y León para la obra más perentoria, precisamente la de la reconstrucción de la torre del homenaje certificada y entregada el pasado verano para cambiar por completo la imagen del Castillo de Balboa con la utilización de nuevos materiales que contrastan con la piedra pizarrosa y el canto rodado original del monumento, que también se beneficia de una subvención de 196.000 euros de la Diputación de León para, entre otras cosas, la reconstrucción de la torre cañonera.

La voz de alarma que sí tuvo eco

A la voz de alarma, que había llegado incluso a la instalación de carteles para disuadir (sin éxito) a los visitantes de acercarse a un monumento en serio riesgo de derrumbe, siguió en este caso la respuesta de las administraciones públicas, que derivaron fondos tanto para Balboa como para Sarracín. “Balboa y Vega de Valcarce tienen dos alcaldes que pelean por su pueblo. Juanjo y (la regidora de Vega) María Luisa (González Santín) se han implicado desde el minuto cero. Ojalá copiasen muchos”, destaca el presidente de Promonumenta, cuya labor sobre el terreno en hacenderas y en otros foros haciéndose eco de las reivindicaciones también ha resultado capital. “Su papel es importantísimo. Hacen una labor altruista sin pedir nada a cambio. Y dieron la voz de alarma”, agradece el alcalde de Balboa.

Con el Castillo ya a punto de pasar de la ruina al espejo, el Ayuntamiento ya busca la manera de redondear la intervención con la búsqueda de un aprovechamiento turístico que saque partido la foto de postal que dejan las vistas desde la cima de la torre del homenaje, de 15 metros de altura y contigua a su vez al auditorio municipal. El equipo de Gobierno espera implicar a las administraciones provincial y autonómica para, en función también de los permisos de Patrimonio, habilitar una escalera interior, instalar una cubierta en el último de los tres pisos y acondicionar un mirador del entorno, la última escala de un viaje para devolver el esplendor a esta fortaleza.

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