“Un cambio no se consigue en 18 días ni en 18 meses”

Olga Rodríguez

Isabel Rodríguez

“Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”. La frase, tomada de Eduardo Galeano, sirve a la periodista Olga Rodríguez (León, 1975), especialista en Oriente Medio, para encabezar su libro sobre las revueltas en el mundo árabe 'Yo muero hoy' (Editorial Debate) que esta tarde (20.00 horas) presenta en El Corte Inglés junto al escritor y periodista Pedro Trapiello y al actor Juan Diego Botto.

Para Olga, las revoluciones árabes ayudaron a limpiar los ojos de Occidente de los estereotipos con los que se miraba a estas sociedades y alentaron en buena parte el 15M, con el que comparte demandas universales. El movimiento español cumple hoy un año desde aquella manifestación que sorprendió a todos. “El 15M ha legitimado demandas que hasta entonces eran políticamente incorrectas, como plantear que nuestras democracias son muy mejorables”, asegura Olga, quien insiste en que los cambios requieren tiempo y constancia, pero que solo son posibles cuando se abandona el fatalismo y la derrota. Porque 'Yo muero hoy' “encierra el ansia por sentirse vivo”.

A pesar de que la primera revolución surgió en Túnez, el libro comienza con Egipto, ¿por qué?

Quise empezar con Egipto por la importancia que este país tiene en la región. Es el país árabe más poblado del mundo -90 millones de habitantes, según cifras oficiales- por él pasa el Canal de Suez -clave en el comercio de las potencias occidentales- y comparte frontera con Gaza y con Israel. Además, el ejército egipcio recibe cada año 1.300 millones de dólares de estados Unidos, una cifra solo superada por la ayuda estadounidense a las fuerzas armadas israelíes. Un Egipto realmente democrático y libre de injerencias extranjeras podría facilitar un cambio de equilibrios en toda la región.

Además, el proceso de la protesta en Egipto venía de lejos, ¿no?

Sí, Egipto tiene una larga trayectoria en movimientos sociales, que fueron tomando cada vez más músculo y que a partir de 2006 trabajan de manera coordinada con el movimiento obrero. Egipto puede ser un espejo exagerado en el que nos podríamos mirar los europeos. Los organismos financieros internacionales como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial comenzaron hace unos años a imponer una serie de medidas económicas que seguro que nos suenan: reducción del déficit, privatización de empresas públicas con despidos masivos, medidas que favorecían la inversión extranjera y una reducción de la inversión en los servicios públicos, sobre todo, educación y sanidad, lo que agravó la brecha entre ricos y pobres.

Martin Luther King dijo que “la rebelión es el lenguaje de los ignorados”, pero ignorados no hay solo en el mundo árabe sino en todas partes, sobre todo en un momento como el actual en el que los gobiernos actúan como meros consejos de administración de los mercados y del poder financiero y vemos cómo disminuye la soberanía de los pueblos, que es en lo que teóricamente se basan las democracias.

Es curioso entonces, si nos fijamos en todo el tiempo de gestación de la revolución egipcia, que un año después del 15M hay quien quiera ya enterrarlo.

Un cambio no se consigue en 18 días ni en 18 meses, nadie dijo que fuera fácil y los obstáculos son numerosos. En esta segunda fase de revueltas árabes, muchos activistas me dicen que se han dado cuenta de que esto requiere tiempo, coordinación y más acción, que hay que hacerlo ocurrir. El 15M ha conseguido muchas cosas, para empezar se han tejido redes sociales sólidas que, como se demostró este sábado, tienen la capacidad suficiente para tomar de nuevo las calles y reaccionar ante determinadas decisiones políticas o económicas. Una vez que estas redes están tejidas es muy difícil dispersarlas. Durante estos 12 meses se han organizado una serie de iniciativas muy interesantes, como la detención de centenares de desahucios, y se ha pasado del derrotismo y la queja pasiva a la indignación y la acción.

¿En qué países árabes se ha avanzado más?

Hay seis países en los que más protagonismo tuvieron las revueltas: Túnez, Egipto, Libia, Siria, Bahrein y Yemen, donde a día de hoy continúan en una segunda fase menos espectacular y menos mediática pero donde siguen pasando cosas interesantísimas y las plazas se siguen llenando cada dos por tres. Contra esto existen muchos intereses que intentan reconducir las revueltas para mantener la influencia en la región pues las grandes potencias mundiales se juegan aquí mucho y no están dispuestas a permitir cambios realmente espectaculares, sobre todo en lo referido a la cuestión israelí. Los logros han sido mayores o menores dependiendo del país, pero lo que está claro es que nada volverá a ser igual para sus habitantes. La fuerza de la calle sigue luchando por abrirse paso y esto requiere optimismo, hay que renunciar al escepticismo del que se nos intenta impregnar en nuestras sociedades. Los cambios son difíciles, pero con la derrota y el fatalismo no conseguimos nada.

Precisamente, el sábado un voluntario del 15M aseguraba que el principal problema del movimiento es que la gente no crea que ese cambio es posible. Hay gente que se pregunta si manifestaciones como las del 12M sirven para algo.

Sirve, como mínimo, para nuestras propias conciencias porque hay que dejar constancia de nuestra indignación. Si estas manifestaciones no se hubieran producido, más de uno interpretaría que nos está pareciendo bien lo que está pasando. El 15M ha legitimado demandas que hasta entonces eran políticamente incorrectas como plantear en un debate público que nuestras democracias son muy mejorables, algo que ahora ha sido asumido por personas de muy diferente ideología.

Otro de los logros es que toda una indignación y un estado de ánimo que permanecía casi clandestino ha salido a la luz. Tener voz ya es muy importante y además se han introducido determinados temas en el debate político. Se ha puesto en evidencia el déficit de la democracia y los abusos del poder financiero, que con su batuta dicta reglas al poder político y este lo asume sin rechistar. Creo que la situación sería mucho peor si no hubiéramos dejado claro cómo ve esto una parte de la ciudadanía, que no son solo los que salen a la calle.

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