Cine

Breves apuntes sobre la crítica cinematográfica

Hay un crítico de cine en todos nosotros, pero algunos con más oficio.

Antonio Boñar

Para abordar todas estas cuestiones repasemos en primer lugar algunos datos históricos que nos ayuden a contextualizar esta profesión que comenzó a desarrollarse a principios del siglo XX. Las primeras críticas de las que se tiene constancia surgieron en Filadelfia y Nueva York, aunque el primer filme que consiguió suscitar una auténtica controversia entre distintos periódicos de la época fue El nacimiento de una nación (1915), una polémica alimentada por el contenido racista de la cinta de Griffith. También la transición del cine mudo al sonoro generó una intensa disputa entre los que defendían la implantación del sonido como una posibilidad que abría las puertas a un mayor crecimiento del nuevo arte y otros, como los surrealistas, que demostrando una gran miopía histórica se opusieron rotundamente al cambio. 

En 1930 se crea la primera Federación Internacional de Crítica en Prensa, y unos años más tarde, curiosamente en la vulgar y fatua Italia de Mussolini, apareció la mítica revista Cinema, recordada como una de las más prestigiosas publicaciones de cine del momento. Años más tarde y en Francia aparecería Carriers du cinéma, otra histórica revista auspiciada por todos aquellos directores que decidieron, entre otras cosas, sacar las cámaras a la calle y rodar con una espontaneidad desconocida hasta entonces, los creadores de la Nouvelle Vague. Aunque es curioso recordar cómo Truffaut, meses antes de morir, reconoció que la llamada “política de autores” no fue más que un caballo de Troya para introducirse en la industria; pero eso forma parte de otro debate. 

Existen otros dos momentos claves en la historia de la crítica cinematográfica. Uno es la aparición de la televisión, cuando el público familiar que acudía a las salas comienza a quedarse en casa y da lugar a un espectador más crítico. Esto puede sonar ingenuo cuando recordamos el segundo acontecimiento que cambia los paradigmas del consumo audiovisual y, por lo tanto, también de la crítica: la llegada de internet. A partir de ese momento cualquiera puede dar rienda suelta a sus opiniones en la Red. Y sin olvidar nunca que el cine es un arte democrático (todo el mundo tiene un discurso sobre cine), la crítica ha de ser un ejercicio valorativo en el que no valen todas las opiniones. 

El crítico es básicamente un intermediario entre la obra y el lector. A pesar de que su oficio tiene algo de producción en serie (es cómo aquello que se dice del periodismo escrito, que es literatura con prisas) tiene que ser capaz de hacer ver que, por ejemplo, ciertos directores y sus obras son importantes. Tiene que ser capaz de presentar al lector a autores nuevos, de convencerle de que una obra ha sido subestimada, de mostrar la relación entre obras de distintas épocas, de arrojar luz sobre la factura artística y, por supuesto, de vincular una determinada obra con la Sociedad que la ha gestado, es decir, de conectar el arte con la vida.

Este quien escribe cree que una buena crítica ha de ser una mezcla de vísceras y razón, que primero hay que aprender a mirar para después poder reflexionar. Como espectador o lector uno se queda con aquello que decía Miguel Delibes: toda buena historia ha de tener un personaje, un paisaje y una pasión. Y como crítico o escritor uno intenta no caer en la tentación de reproducir el canon (hay un abusivo interés por perpetuar un canon inamovible de una generación a otra). Esa será la única manera de transmitir una opinión original. El resto depende de la sensibilidad y del mayor o menor talento para mezclar palabras que tengamos cada uno.

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