Cómo usar correctamente un sérum facial
El cuidado del rostro ha dejado de ser una moda pasajera. Cada vez más gente, sin importar la edad, empieza a buscar rutinas sencillas para tener la piel más descansada. No hace falta complicarse demasiado: una buena limpieza, un par de productos bien elegidos y constancia. Y es ahí, en el momento de tomar la decisión, en el que aparece un protagonista que se ha vuelto imprescindible en muchos neceseres. Se trata del sérum facial.
Una vez decidido, toca la búsqueda por encontrar el mejor sérum facial, revisando tiendas especializadas como Primor, que ofrece una selección amplia para comparar según el tipo de piel y el resultado que se busca. Lo interesante es que, más allá de la etiqueta o el diseño del frasco, un buen sérum para la cara puede marcar una diferencia real, siempre que se use bien y no como un paso decorativo dentro de la rutina.
Qué es un sérum facial
Un sérum no es una crema ligera, es una fórmula concentrada, muy fluida, casi siempre con una textura que se absorbe en segundos. La idea es que los activos entren con rapidez, sin obstáculos, para trabajar donde más lo necesita la piel. A veces basta un par de gotas; otras, dependiendo del tipo de sérum, apetece repetir cuando la piel está especialmente seca o apagada.
Hay tipos de sérum para prácticamente todo lo que se te ocurra. El sérum ácido hialurónico, conocido por su capacidad para retener agua y que se ha convertido en un imprescindible para quienes sienten tirantez o quieren dar un extra de hidratación. El sérum reafirmante, para devolver a la piel la textura lisa y aspecto juvenil. Y el sérum vitamina C, probablemente uno de los más populares, ayuda a unificar el tono y aporta un aspecto más despierto, como si hubieras dormido mejor de lo habitual.
Lo que más sorprende a quienes empiezan a usarlo es que, pese a ser un producto tan ligero, tiene más potencia que la mayoría de cremas.
Diferencias entre una crema y un sérum
Una buena crema hidrata, protege, calma y actúa como una barrera que mantiene la piel en equilibrio. El sérum, en cambio, es el tratamiento que ataca directamente el problema, ya sea sequedad, manchas, falta de firmeza o textura irregular.
En la práctica, funcionan como un equipo. El sérum entra rápido y trabaja en profundidad. La crema llega después, envuelve ese trabajo y ayuda a que no se pierdan los beneficios. Mucha gente prueba a usar solo crema y, aunque cumple, no llega al punto de transformación que puede conseguirse con un buen sérum bien aplicado.
Por eso no compiten entre sí. Son pasos distintos que se complementan bien, sobre todo si la piel pide un poco más de atención.
Cómo y cuándo aplicar sérum
El momento ideal para aplicarlo es después de lavar el rostro. La piel limpia absorbe mejor cualquier cosa, así que unas gotas antes de la crema hidratante suelen ser suficientes. No hace falta masajear de manera profesional, basta con extenderlo con suavidad, sin prisas.
El cuándo depende del tipo de producto. Por ejemplo, usar un sérum vitamina C por la mañana suele funcionar genial porque aporta luminosidad inmediata. El sérum ácido hialurónico es tan versátil que encaja en la mañana y en la noche. Otros ingredientes más intensivos funcionan mejor antes de dormir, cuando la piel se dedica a regenerarse sin interrupciones.
Y un consejo que suele repetirse entre profesionales es que es mejor poco y constante que mucho durante tres días. Los resultados llegan con el tiempo. La piel no cambia de un día para otro, pero sí agradece la regularidad.
Incorporarlo a la rutina diaria no es complicado, y cuando pasan las semanas y te miras al espejo con buena cara, aunque hayas dormido regular, entiendes por qué tanta gente lo considera el producto más agradecido de cualquier estante del baño.