¿Vas a ir a la guerra?

Captura de un reportaje de voluntarios extranjeros en la Guerra de Ucrania. // EuroNews

Javier Pérez

No sé lo que van a hacer los demás, pero yo no pienso ir: lo tengo bastante claro. Yo no iría a la guerra, ni apoyaría que fuesen a ella ni mis hijos ni los de mis vecinos, a no ser que viese una amenaza muy cercana y muy real para mi vida o mis libertades. Y aún así, ya se vería, porque no tengo una opinión lo bastante buena de mis semejantes para sacrificarme por ellos.

Pero ahora, de pronto, me encuentro con que analizo la propaganda y me veo con una escalada ideológica que conduce a hacernos cada día un poco más tolerable la hipótesis de que nuestros jóvenes vayan a morir a Ucrania por unos intereses que, mira por dónde, poco tienen que ver con nuestra vida o nuestras libertades. Diría más, incluso: lo que parece que amenaza nuestra vida y nuestras libertades es el deliberado belicismo de unos pocos interesados en caldear los ánimos en plan hooligan, como si estuviésemos en la champions del cañonazo.

Veo las portadas de los periódicos y tengo claro lo que venden y cómo lo venden. De esto algo sé: nos intentan convencer de que tenemos que reaccionar; nos intentan convencer de que ya no se puede permanecer más tiempo de brazos cruzados porque bombardean hospitales y matan niños; nos intentan convencer de que tenemos que hacer algo para evitar eso.

Y resulta que sí, que lo sabemos. Que en las guerras mueren niños. Vale, es verdad, y por eso no queremos participar. Y dentro de poco, porque es el paso lógico, empezarán a rendir las ciudades por hambre. Y habrá montones de gente hambrienta, y gente a la que le habrán cortado el agua y la electricidad, y es posible que se extiendan enfermedades como el cólera y la difteria. Sabemos que las guerras funcionan así, porque las guerras son lo que son, carajo, y en eso precisamente consiste un puto asedio: convencer a los de dentro de que salgan sin luchar y así vencer sin arriesgar a los tuyos. Lo sabemos, joder, lo sabemos: y por eso no queremos participar. Pero parece que por ahí hay cuatro comeflores que no saben lo que es una guerra y se echan las manos a la cabeza sorprendidos. Mira... mueren niños... la gente sale despedazada por los aires... mira.. se pasa hambre... ¡Pues claro!

Y sabemos también que cuando se enfrenta una potencia grande contra un país pequeño, el cuerpo nos pide enviar armas al pequeño y apoyarle. Pero si no somos unos retrasados mentales, sabemos de igual modo que eso sirve, sobre todo, para alargar la guerra y multiplicar el número de bajas, pero no para alterar el resultado final de la contienda, a no ser que nuestra intención sea ayudarlos a que resistan hasta el momento que nos presentemos los demás allí, personalmente, para desnivelar la balanza. ¿Es eso lo que queremos? Yo no. Yo no quiero que los nuestros vayan allí. De ningún modo. Bajo ningún concepto.

Aunque bombardeen hospitales. Aunque mueran niños. Aunque se extienda el hambre y las enfermedades en los asedios. No. No quiero que vayamos a esa guerra. No sé cómo coño decirlo más claro.

Y la propaganda que nos endilgan nuestros medios va en el sentido contrario. Por eso me cabreo tanto. Porque parece que quieren inducirnos a ser esa cucaracha que ruega por un pie que la aplaste.

Yo paso.

___Javier Pérez Fernández es escritor con varios premios literarios a lo largo de su carrera. Su última obra, de 2021 es Catálogo informal de todos los papas. También escribe sobre las circunstancias de la guerra y los conflictos en blogs como The Oil Crash.

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