“Internet evidencia la necesidad de profesionales”

Pablo M. Bello

La redacción de la edición española de Vanity Fair cuenta con una ponferradina entre sus filas. Y como trabaja en el departamento de moda, esta joven periodista no da puntada sin hilo. Habla de su profesión, que le gusta, y eso se le nota. Pese a lamentar la situación de la prensa y de los medios de comunicación en general, ella prefiere echar mano de cierta ironía para hacer más llevadero su trabajo.

Confiésame. Con la que está cayendo, ¿por qué alguien querrá dedicarse al periodismo?

Precisamente, con la que está cayendo y dado que los profesionales de nuestra generación, hagamos lo que hagamos, parecemos avocados a eso del mileurismo, un término que no solo hace referencia a una retribución salarial sino también a un estado mental y una postura vital, al menos, permitámonos escoger la profesión que nos guste. Los que sientan que tienen historias que contar y una visión del mundo que comunicar, ¿por qué no van a ser periodistas? ¿Por qué ser becario del CSIC?

¿La profesión está mejor o peor que nunca?

El antiguo modelo de negocio periodístico está peor que nunca. Cada vez menos gente lee los medios impresos y por tanto se venden menos ejemplares. La televisión es un erial intelectual. Y los medios electrónicos no dan dinero. Pero los modelos se están redefiniendo. Y además creo que en España, a lo largo de las últimas dos décadas, se ha quitado el miedo a la cultura emprendedora. Si juntamos todas estas circunstancias y encima añadimos las posibilidades que ofrece internet el resultado es que vivimos en el momento perfecto para proponer ideas, cambiar las cosas. O al menos intentarlo.

¿Qué diferencia encuentras entre trabajar en una revista y en la prensa diaria? ¿Haces más trabajo de campo, viajas más, o no?

Hoy en día todos los medios de comunicación, desde el diario nacional más prestigioso hasta la más humilde televisión local, son meros soportes publicitarios. Incluso los diarios, que tradicionalmente hacían muchas menos concesiones a sus anunciantes y no permitían ninguna intromisión de la publicidad en los contenidos editoriales, están teniendo mucha más manga ancha, dejando que la información comercial se cuele en las noticias. Los límites son cada vez más difusos. En el caso de las revistas, esta instrumentalización de la información es más notoria. Las revistas funcionan de alguna manera como 'brazos armados' de diferentes industrias: la moda, el motor, la restauración... La relación entre revista e industria es mucho más estrecha y eso repercute de forma clara en la independencia informativa. Pero en revistas como Vanity Fair, donde los reportajes de investigación y los 'scoops' son una parte esencial de la filosofía y la línea editorial de la publicación, aún estamos cerca de la independencia informativa. Precisamente por eso, sí, se hace mucho trabajo de campo y se viaja mucho más que en la prensa diaria: se va a los lugares donde se produce la noticia, se acude directamente a las fuentes, se intenta contar con el mayor número de voces posible y sobre todo, se busca siempre un enfoque, un punto de vista original. Si encima las fotos las hace Annie Leibovitz, pues para qué quieres más...

Las revistas funcionan como 'brazos armados' de la moda, el motor, la restauración... Y eso repercute de forma clara en la independencia informativa

En referencia a lo anterior, ¿cómo afecta a la calidad de las noticias?

Está claro que disponer de un tiempo de reflexión va a redundar en la mayor calidad de una noticia: los datos se van a poder verificar de una forma más sólida, se podrán añadir fuentes, se podrán contrastar informaciones... Pero sobre todo disponer de más tiempo ofrece una ventaja creativa. Con tiempo para reflexionar se pueden presentar los temas de una forma más atractiva, más sorprendente. Y se pueden acompañar de fotografías que también cuenten una historia. El tratamiento que Vanity Fair hizo del tema de Tiger Woods me parece un buen ejemplo (http://www.vanityfair.com/culture/features/2010/02/tiger-woods-201002).

¿Cuáles deben ser los ingredientes para atrapar al público?

En el caso de Vanity Fair: personajes carismáticos, altísima calidad de las fotografías y epopeyas humanas que involucren luchas de poder, conflictos de interés, historias de superación personal, dramas emocionales... Feria de las Vanidades, vamos.

¿De quién has aprendido más?

El periodista al que más admiro es Enric González, en la actualidad corresponsal de El País en Oriente Medio. Él y su 'Historias de Londres' son los culpables de que me decidiese a marcharme a Inglaterra. Cuando me pongo a contar una historia siempre intento preguntarme antes cómo lo haría Enric.

En 'Vanity Fair', ¿tenéis prioridades en cuanto a un tipo ideal de lector?

Es una revista que mezcla permanentemente referencias de la alta cultura con referencias de la cultura popular. No es pedante, pero sí algo autoconsciente. Así que el lector ideal es uno que se tenga por culto, 'disfrutón'. Bueno... ¡Y que no tenga alegría a los aristócratas! Son habituales en las páginas de esta revista.

¿Qué publicación está marcando tendencia en estos momentos?

Hubo muchísima expectación en torno a Orsai, el proyecto de Hernán Casciari. Casciari es un bloguero argentino que se convirtió desde el anonimato en todo un fenómeno de masas. Entre otras cosas, escribía un blog en el que se hacía pasar por una madre que contaba su día a día con los miembros de su familia. Orsai es una revista 'colaborativa' que se hace con textos que lectores de todo el mundo envían a través de internet al consejo editorial de la publicación. La revista se imprime bajo demanda con un sistema sofisticado de distribución a través de librerías que se presten voluntarias. La idea es buenísima y muy innovadora, pero el resultado final es una revista corriente y moliente. A mí me ha decepcionado. (http://orsai.es/blog/n2/)

De todas las del quiosco, ¿con cuál te quedas?

Del quiosco español XLSemanal, Magazine de El Mundo, El Jueves y Cuore. Si Babelia fuese revista me la compraría. Te digo con las que no me quedo: EPS y EP3. Del quiosco internacional me gustan mucho la edición americana de Vanity Fair, Adbusters, The Believer (de literatura, es buenísma), Wallpaper, Monocle y GQ (edición inglesa).

Un tuitero no tiene que comprobar las fuentes, un periodista sí

Ahora que las nuevas tecnologías lo impregnan todo, ¿cómo debe ser la convivencia entre los medios escritos y digitales?

Si supiese cómo contestar esta pregunta me estaría llamando por teléfono Juan Luis Cebrián. Creo que los medios escritos sobrevivirán como plataforma de textos reflexivos y planteamientos creativos que necesiten la potencia del papel. No es lo mismo ver una sesión de fotos de Steven Meisel en la pantalla que en un buen papel satinado. También creo que, desgraciadamente, los grandes medios se verán obligados a cortar el suministro ilimitado de información a través de internet. Spotify, que después de meses de generosidad sin fin acaba de volverse de pago, nos ha dado una buena lección a ese respecto. Sólo espero que jamás cobren por Wikipedia.

La información se ha democratizado, aseguran. Todos hablan, todos escriben y todos opinan. Ante esto, ¿qué le queda al periodista?

Justo porque todos hablan, escriben y opinan, el mundo necesita personas que verifiquen, que contraste y sobre todo que estén sobre el terreno. Es muy fácil twittear. Pero vivir la noticia en primera persona es otra cosa. Un tuitero no tiene que comprobar las fuentes. Un periodista sí. Al contrario de lo que se suele decir, creo que la era digital e internet han hecho más evidente la necesidad de profesionales de la comunicación.

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