Réplica de Carlos Javier Taranilla

Carlos Javier Taranilla de la Varga

El artículo al que se refiere el escritor es 'La disputa leonesa por el Grial' (al que se puede acceder pinchando en el enlace anterior).

Sr. Director:

En ejercicio del derecho de réplica, contesto a la crítica sobre mi libro El Santo Grial (ed. Almuzara, 2018), vertida en ese medio con el título 'La disputa leonesa por el Grial', firmada por el Sr. López de Uribe, el pasado 20 de abril, que acabo de conocer, con el ruego de que se publique íntegramente el texto que sigue.

Respondo dirigiéndome al autor del artículo, con la indicación previa de que lo principal para León no es atraer turismo al precio que sea,sino velar por el prestigio de la ciudad, que empieza por el de su cultura.

Y, antes que nada, decirle que se retrata Vd., Sr. Uribe, como un sumidero de contradicciones. Critica negativamente El Santo Grial y, sin embargo, ensalza Enigmas y misterios de León, que contiene un epígrafe sobre el cáliz de doña Urraca extractado del primero, en el que dice, por tanto, lo mismo. ¿En qué quedamos? ¿Lo he hecho bien o mal?

1º.- Contrariamente a lo que Vd. manifiesta, los autores de Los reyes del grial SÍ afirman en su libro que la reliquia de León es el 'santo Grial'. ¿Dónde? En la página 19: “Aquí comienza el hallazgo del Santo Grial, el descubrimiento de la Copa con la que Cristo compartió su Última Cena...”.

Sí lo afirman, ¿verdad? Pues léase las obras que comenta; si no, ¿cómo no se va a quedar lo “patidifuso” que dice?

2º.- Respecto al “estrepitoso fallo cronológico y lógico” que me atribuye en la utilización del cáliz para curar el 'mal de la piedra' del rey Fernando, esa referencia no es mía, sino del traductor de los pergaminos, el Dr. Turienzo, como expresan las notas 173 y 174 al pie de la pág. 45 del libro. No obstante, en cuanto el fondo del asunto, la conclusión es la misma, porque aunque es evidente que el monarca leonés no podía tener conocimiento de las propiedades que Saladino atribuiría años después al cáliz, está fuera de duda que si era consciente de que tenía en su poder el objeto más sagrado que dejó Jesucristo sobre la tierra (el continente de su propia sangre), en un tiempo en que las reliquias eran tenidas por objetos milagrosos, lo habría utilizado para intentar curarse del 'mal de la piedra' y de lo que fuera; especialmente, hubiera pedido la comunión en él y lo habría adorado en los dos últimos días de su vida cuando, sintiéndose morir, se trasladó a San Isidoro, se despojó del manto y la corona real, se cubrió de ceniza, se vistió de penitente y estuvo orando ante otros restos sacros. Y, sin embargo, a tenor de todas las crónicas (tal como transcribo en el libro), ni siquiera menciona el cáliz de Cristo en su última hora. Parece evidente que no lo tenía, es decir, que no consideraba como tal al cáliz de doña Urraca, que según la versión de Los reyes del grial hacía diez años que estaba en su poder.

El hecho de que la pieza fuera adornada con oro y piedras preciosas pudo deberse, probablemente, a que se fabricó para la comunión laical de la infanta, que por eso donó sus joyas, como dice Pérez Llamazares en su edición de Milagros de san Isidoro, de Lucas de Tuy. Tiene que leer mi libro, que allí figura.

Así que solo tengo “ganas de desmentir” (como Vd. afirma), cuando se falta a la verdad. No se trata de criticar la obra de nadie porque sea de León, sino porque sus argumentos o documentos carecen de rigor (“groseros errores”, entre otras fuertes deficiencias señala el arabista Luis Molina). Lo mismo he hecho con los demás pretendientes, en especial, con el cáliz de Valencia, a cuya crítica dedico otro epígrafe completo. Y tengo previsto otro libro para finales de año en el que desmontaré el cálculo que le otorga un 99% de posibilidades de ser el auténtico.

Aquí nadie ha hecho trampas al solitario, como no sea Vd. mismo lanzando críticas gratuitas sin ni siquiera haberse puesto en contacto conmigo para tratar estos aspectos a fin de contrastar, como hicieron los demás medios. Así podía lanzar lo que quisiera sin que nadie se lo rebatiera, o sea, un solitario.

Ese es el “desliz grueso”, pero lo ha cometido Vd., Sr. Uribe, no yo.

Estuve en la redacción por esas fechas preguntando si habían recibido el libro. Me dijo que no. La editorial se lo había enviado a un

colaborador del periódico que estaba de viaje. Así que no sé si se hizo Vd. con el libro, lo leyó como es debido o simplemente ojeó algún ejemplar. Lo cierto es que no se dignó contactarme nunca más para aclarar puntos. Lo mejor era hacerse Vd. mismo trampas en el solitario.

3º.- En cuanto a esos “estudiosos” en los que vagamente señala que me apoyo, de cuyo nombre no quiere acordarse (ni siquiera menta los tres primeros), téngase en cuenta que se trata de prestigiosos especialistas: el profesor García Sanjuán de la Universidad de Huelva, Carlos Ayala de la Autónoma, el leonés Carlos Estepa del CSIC (antiguo profesor de la Srª. Torres, de quien afirmó a la prensa que dudaba que siguiera siendo historiadora), el arabista también del CSIC Luis Molina, y el prestigioso hispanista de la Escuela de Altos Estudios de París, Patrick Henriet, que avala con su prólogo el contenido del libro. ¿Le parece poco? ¿Acaso Los reyes del grial tiene algún especialista de prestigio de su parte? ¿Es esa una 'discusión bizantina'? Estamos hablando de un libro –el mío– reconocido y coincidente con el criterio de personas solventes y de otro –el suyo– incluso ridiculizado (“abracadabrante”, dice Henriet) por las mismas.

Así, que, por favor, respete las evidencias.

4º.- Sí hablo también del coautor Ortega, no diga que solo me ocupo de la coautora. En más de una ocasión cito el libro de “Torres y Ortega”, no para despellejar a nadie, eso lo hará Vd., sino para refutar unos argumentos con otros contrastados por medio de la debida erudición, que tanto reconoce además Vd. mismo. ¿En qué quedamos? ¿Es un libro bien documentado, no? Porque de la mía nadie ha dicho que sea una “erudición de bazar”, como afirman otros del trabajo de Torres y Ortega.

Despelleja quien critica gratuitamente, no quien aporta datos contrastados.

5º.- Aquí no existe inquina hacia nadie, sino una crítica de aquello que se aparta del razonamiento histórico porque no figura en ningún documento eclesiástico o civil de la época. Lo que ocurre es que Vd., como hacen Torres y Ortega siempre que sufren críticas, habla de inquina. Ya lo hizo Ortega cuando apareció la demoledora reseña de Patrick Henriet; lo primero que dijo es que tenía 'inquina'. Parece que Vd., Sr. Uribe, y ellos dos, es decir, todos tres, comulgan en la misma “copa”.

6º.- Se equivoca al decir que el Dr. Turienzo, traductor y descubridor de los pergaminos de El Cairo, “no ha hecho declaraciones públicas a los medios”. Claro que las ha hecho. Aparte de las iniciales a Leonoticias en abril de 2015, se ha manifestado a través de la reseña titulada De dos pergaminos árabes y un cáliz supuestamente milagroso, en la “Revista del Instituto Egipcio de Estudios Islámicos”, diciembre de 2015. Se nota que es Vd. un indocumentado que no ha leído ni siquiera el libro mío que tanto denuesta, porque contiene todo un epígrafe dedicado a esta reseña, con numerosas citas a pie de página. No es que Turienzo escribiera esto para mi libro, como insinúa o dice abiertamente, sino que lo he tomado yo de su reseña, haciéndolo constar expresamente. Por cierto, sin ningún reparo por su parte, sino todo lo contrario según referencias de buena tinta que me han llegado.

7º.- Respecto a la esquirla que falta en el borde del cáliz de doña Urraca, atribuida por los denostados (denostados, sí, por un arabista del CSIC: “credibilidad nula”) pergaminos egipcios a la acción de una gumía o puñal de doble filo, aparte de que el Dr. Turienzo considera este hecho “una mera prueba circunstancial”, téngase en cuenta que la rica pieza leonesa ha sufrido numerosos avatares a lo largo de los siglos y llegó a ser moneda de cambio para pagar a los esbirros del Batallador cuando las guerras civiles en León, pero uno de ellos, supersticioso, en un tira y afloja con otro desalmado, no se atrevió a tomarla. Lea mi libro. De ahí pueden provenir las distintas abolladuras que presenta en su superficie y, quizá también, el borde roto.

8º.- Sobre el documento de Letrán, es decir, la cédula o auténtica de la reliquia, que se conserva en la Biblioteca Vaticana, sin duda tiene validez documental desde el punto de vista del cristianismo. ¿No estamos buscando el cáliz que los antiguos cristianos creyeron que había utilizado Cristo? Pues dicha cédula es la que autentifica a la reliquia que acompaña, por eso se la conoce con el término authenticae. Certifica que corresponde al objeto venerado por los primeros cristianos, que era una pieza de carácter sacro. Y las reliquias son restos sacros.

Ahora bien, si en cualquier momento aparece otra prueba fehaciente del primitivo cáliz, no tendremos inconveniente, por supuesto, en admitirla. Pero, de momento, esto es lo que hay.

9º.- Este libro no está escrito expresamente en función de Los reyes del Grial, como Vd. apunta. Tiene entidad suficiente para existir por sí mismo. Se trata de un estudio, un ensayo sobre el Santo Grial en su doble vertiente, como mito y como reliquia. Y, lógicamente, ha tenido que ocuparse de todos los falsos griales que en el mundo han sido, como consta en el capítulo III de la parte I, con principal dedicación a las dos piezas que más se han postulado.

10º.- Sobre el material de la copa, que estuviera labrada en madera no supone ninguna incongruencia respecto a las impurezas que prescribe la religión judía. Léase mi libro completo, que creo que o no lo ha hecho o que calla lo que quiere. ¿Qué digo tanto en la pág. 23 como en la 295? Digo “que pudo haber sido recubierto o no de material noble”, por tanto, en el primer caso, el vino no tocaría la madera. Así, que no use el típex cuando le conviene, ponga todo.

No obstante, le informo, ya que parece que no lo ha leído, que también figura en mi libro que los cálices de madera se usaron en la Iglesia hasta el papa Ceferino (198-217), e incluso coexistiendo con los de piedra y cobre hasta el siglo XII (como indica Mario Rightetti, perito del concilio Vaticano II, cuyo testimonio cito en la pág. 279), lo cual pudo haber sido heredado de los judíos, pues los primeros cristianos, al cabo, eran judíos.

Así que la madera, probablemente de olivo, pudo perfectamente haber sido el material en el que se talló el cáliz en cuestión como otros muchos y, según sus posibilidades económicas, cada cual encargaría a posteriori que se recubriera o no de material noble.

11º.- No sé de dónde saca Vd. que fue José de Arimatea el anfitrión de la Última Cena. Al único anfitrión que citan los evangelios es a un hombre que como había dicho el Nazareno salió al encuentro de los discípulos portando un cántaro de agua para identificarse, porque a esa tarea solo acudían las mujeres. “El anfitrión misterioso”, le llamaba en su libro sobre el cáliz de Valencia el antiguo catedrático de Arqueología de la Universidad de Zaragoza, Antonio Beltrán, en 1960. Y ahora Vd., al cabo de más de medio siglo, descubre para el mundo impaciente –que no lo había estado tanto desde que don Quijote a la del alba salió de su aldea–, averigua Vd. la identidad del sujeto. ¡Que escriban tamaño hallazgo en moldes de oro en la Capilla Sixtina, por lo menos! Es que, como no lee los libros, solo los despelleja (usando sus propios términos), patina de esta manera.

Aquel hombre, que seguramente sería un potentado de los que junto con las clases humildes seguían también al Maestro, sacaría su mejor vajilla para agasajarle, porque, aparte de recibir al más ilustre huésped, así lo hacen siempre los judíos para el 'seder de pesaj' (el banquete pascual), guardando con auténtico celo religioso por mandato del Talmund y la Misná los utensilios de la cena de un año para otro. Y una copa labrada en madera fina de olivo (recubierta quizá interior y/o exteriormente de material noble), era una pieza lujosa.

De chiste, pues, son las afirmaciones que protagoniza Vd., fruto de la ignorancia, que como dice el DRAE, es 'ausencia de conocimiento'.

12º.- Claro que la labra en madera contrasta con las descripciones que del objeto observado en el Santo Sepulcro de Jerusalén habían hecho a partir de fines del siglo IV (no del V, como Vd. señala) los peregrinos que pudieron contemplarlo (anterior a esa fecha no existe ninguna referencia ni siquiera en los textos sagrados). Pero aquí vuelve Vd. a tirar de típex como hacía el ministro Caldera, porque omite que en la pág. 283 digo que esos relatos “no estaban exentos de fantasía sino todo lo contrario, para hacerse oír”. Por tanto, no tienen credibilidad. Cada cual la contaba más gorda, para atraer audiencia y exprimir las bolsas de los incautos.

13º.- En cuanto a mi “incoherencia brutal” por hablar del cáliz de Cristo como Santo Grial, hace lo mismo, sigue derrochando típex. Omite que previamente (pág. 294) digo que comenzó a llamarse así “desde que nació como mito merced a los trovadores provenzales de fines del siglo XII”. O sea, que si utilizo ese término es porque ha quedado en nuestro tiempo de manera coloquial esa denominación, pero no dejo de aclarar que solo es como un apodo.

14º.- Así mismo, no debería Vd. minusvalorar las investigaciones del franciscano suizo Porrentruy como simplemente las de “algún cura” o las de “un religioso católico de Roma de hace más de un siglo”. Piense que en esa línea están las investigaciones que también documento del eminente teólogo e historiador alemán Hartmann Grisar, de la doctora Julia M.H. Smith, profesora de Historia en la Universidad de Oxford, del medievalista francés Bruno Galland y del historiador de arte Manfred Luchterhandt de la Universidad de Göttingen. ¿Le parece poco? Todos se citan en las páginas 285, 288 y 289 de mi libro. ¿No los ha visto? Pues tiene que hacer los deberes.

15º.- Por último, no oculte que también se prueba en El Santo Grial que dicho cáliz salió de Jerusalén para Roma en el siglo IX, es decir, un siglo antes de que los fatimitas controlasen Egipto, por lo que estos no pudieron enviarlo desde allí para Denia ni, por tanto, desde esta taifa para León posteriormente. Adiós, pues, a las tesis que sustentan Los reyes del Grial, que lo traen por esa ruta. Solamente este dato, documentado por el profesor Luchterhandt, como consta en la pág. 289, debería haber sido suficiente para cuidar sus palabras, para 'envainarla', como se suele decir.

Y claro que no han 'entrado al trapo' los autores del antedicho título, ¿para qué? ¿Para publicitar más su ausencia de rigor, criticada a los más altos niveles nacionales e internacionales? Su único argumento, como hicieron cuando apareció la demoledora reseña de Luis Molina, es acusar de envidia por su película. A esa cuenta, ellos se la tendrán también a Indiana Jones (vaya objetivo para una profesora universitaria y un titulado del mismo rango). La única sana envidia que yo tengo (que es admiración) está dirigida a quienes tienen mayor capacidad para la ciencia y la cultura. Y de eso su éxito comercial carece totalmente. No lo digo solo yo, un modesto profesor de EEMM, sino importantes especialistas, cuyos testimonios tenían que haberle hecho a Vd. pararse a pensar antes de escribir en contra de un trabajo que cuenta con el reconocimiento debido. Si no es por la casualidad que me ha llevado a dar con su artículo, se habría quedado sin contestación, que quizá era lo que quería.

He escrito unos quince libros, varios de tema leonés y prologados por los mejores escritores de nuestra tierra y de España: José Mª Merino, Juan Pedro Aparicio, Antonio Colinas..., además del Cronista Oficial de la Ciudad, Máximo Cayón Diéguez. Y para la primera vez que se digna ocuparse de uno, lo hace afilando torpe y tendenciosamente la pluma. Si yo hiciese como Vd., pensaría en eso de la “inquina”, que tanto le gusta apuntar.

Escribiré siempre en beneficio del prestigio de León, que he defendido a nivel local y nacional por todos los medios, precisamente el día anterior a su artículo, en el informativo 24 horas de RNE, un programa serio, no como esos sensacionalistas, “que tienden al espectáculo” (Vd. mismo lo dice), a los que se han visto obligados a recurrir otros para defender “su” grial.

Además de las palabras que me dedica Patrick Henriet en el prólogo, la difusión internacional que él mismo ha dado al libro a través de la Academia.edu, un portal con más de dieciocho millones de investigadores, me llenan de satisfacción y sano orgullo, por lo que pronuncio la presente en defensa del prestigio de mi trabajo.

Ciudad, quince de julio de 2019.

Carlos Javier Taranilla de la Varga

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