Paco Gómez lleva toda su vida rodeado de libros. Los últimos “cuarenta y pico” años como librero, primero “para otros” y desde hace más dos décadas en su Alejandría (calle Fajeros, León). El de este año ha sido el último 23 de abril recomendando títulos de manera profesional porque se jubila, con la tranquilidad, y también la satisfacción, de dejar al frente del negocio a una de sus mejores clientas, Ana García, de 32 años.
Después de muchos meses con el cartel de “Se traspasa” pegado en el escaparate de su establecimiento que está a punto de cumplir veintidós años en el centro de León, por fin lo puede quitar. “Hay que tratar de pasar página”, resuelve a ILEÓN, con una sonrisa en los labios y los ojos cargados de emoción, por una memoria repleta de tantos recuerdos e historias con compradores que se terminaron convirtiendo en amigos con el paso del tiempo que se le entrecorta la voz.
“En mi casa siempre hubo libros”. Su padre, que compraba “a todo el que iba vendiéndolos por las casas” pero “faltó pronto”, y su tío, “abogado y gran lector” con quien se crio, le inculcaron desde pequeño el amor por la literatura. “Es algo que te va marcando y adquieres una pasión que va más allá”. Tan allá que hizo de ella su profesión.
“Era socio de 'El club de lectores' y leía un poco de lo que se ofrecía”, y otro poco de lo que le caía en las manos. Descubrió a Faulkner, Louis-Ferdinand, Jesús Torbado, Isaac Bashevis Singer, pero quien realmente lo marcó fue Gabriel García Márquez, reconoce a este medio. “La Colección Rotativa sacó unos libritos de bolsillo que yo creo que me los compré todos o casi todos. Empezaron valiendo 50 pesetas y luego subieron a 75”, y en ese ejercicio de echar la vista atrás sentencia que “entonces, cuando yo era joven, si te comprabas un libro, te lo leías, te gustara o no, porque teníamos poco dinero”.
“Leer es descubrir” y, “al final, adquieres la 'obligación' de estar informado” y leer cosas nuevas, de las muchísimas que se publican, pero también ha desarrollado “el placer del texto”, el releer obras de las que “ya te sabes la historia” y te permites redescubrir “párrafos gloriosos”, porque “en los libros buenos siempre encuentras algún matiz”. Solo así, habiendo leído tanto, casi todo, “puedes hablar de los libros de otra manera”, pensar en a quién le gustarían y recomendarlos.
“Las recomendaciones y el trato con la gente yo creo que han contribuido a que esto siga”, valora pasando la mirada sobre las estanterías medio llenas que va vaciando la clientela que lo busca y, a cada poco de la conversación que mantuvo con ILEÓN, lo reclama. “No me había dado cuenta de lo que he hecho tanto tiempo aquí y de que tanta gente se haya acostumbrado a este lugar”, dice orgulloso.
Casi 22 años de la Alejandría de Paco
Alejandría está a unos meses de cumplir 22 años en el centro de León. “Abrimos un 15 de agosto”, de 2003, “y volvimos a cerrar porque no solo era festivo, ¡es que era puente! No teníamos ni libros, y nos fuimos de puente nosotros también”. La librería se fue llenando paulatinamente y “enseguida tuve clientela, porque muchos venían de otros sitios en los que había estado antes”.
Eso “me facilitó los inicios, que siempre son duros”, reconoce agradecido, a sabiendas de que “se necesita invertir mucho dinero al principio, en libros y en mobiliario”, pero “ha sido un placer estar aquí”. “He conocido a mucha gente con una cultura muy vasta y siempre aprendes de ellos. Es un oficio muy bonito, apasionante, y merece la pena vivirlo con intensidad. Me dicen que soy un romántico, pero yo creo que eso se transmite a la gente. Si sientes lo que estás vendiendo, es algo maravilloso que aportas al otro”, subraya.
Entre sus paredes se deja un buen pedazo de su esencia y su existencia, y la emoción contenida acaba por desbordarlo. Compradores, lectores asiduos, amigos, “recuerdo a tantos que pasaron por aquí, muchos que ya no están, y me da pena. Todos están en el recuerdo. He vivido con ellos. Son parte del aura de esta librería. Algunos a veces ni siquiera venían a comprar, pero se sentaban en esa silla” -dice mientras señala un pequeño asiento junto al mostrador- “a contar historias. Venían a comprar y a verme”. “Uno le llegó a decir a la hija: ”No sé si estaré yendo mucho por la librería de Paco“, y se ríe, se rehace, porque todas esas vivencias también se las lleva consigo, y un buen puñado de libros.
“Casi en el último suspiro” antes de echar el cierre definitivo a la librería, “me acordé de Ana y se lo puse fácil”, porque “me gusta que esto continúe”, y la señala a ella como la persona “idónea” para hacerlo. “Estamos haciendo una 'transición' tranquila”, que durará aún algunas semanas y, “¿después? Yo creo que voy a releer mucho y algún libro siempre me apetecerá y, ¡vendré a comprarlo aquí! Tengo ya tantos, me llevo unos cuantos y aun así esto no para, siempre hay más libros”.
Lo que tiene claro es que tras cerrar su capítulo como librero, “lo voy a echar de menos, seguro”, vaticina. “Hay que tratar de pasar página lo que se puede”, volver siempre que quiera, a partir de ahora como cliente, y sentarse en la silla junto al mostrador a contar sus historias.
Relevo antes del aniversario
Ana García será quien tome el relevo y celebre ya el 22 aniversario de Alejandría. Es “clienta de Paco desde hace muchos años”, “muy lectora”, desde que su padre le leía mitos de la mitología griega de pequeña, se 'enamoró' de los cuentos de Gloria Fuertes, estudió Historia del Arte y se fue dejando envenenar paulatinamente por la Literatura.
“Todo lo interesante estaba aquí y me volví asidua”, cuenta a ILEÓN. Cuando vio por primera vez el cartel de traspaso trabajaba en un hotel en el Barrio Húmedo, “pero me quemé, ¡y aquí estamos! Hablé con Paco y negociamos” y Alejandría seguirá abierta con el fondo de siempre y algún toque personal.
Cerrará unos pocos días para pintar y rellenar los estantes para tener todo a punto en mayo, con toda la ilusión por el mundo que se abre para ella dentro de la librería y un poco asustada por la burocracia a la que tiene que hacer frente para emprender. “Espero que me vaya la mitad de bien que a Paco. Clientela fiel, amigos... ¡da gusto y con eso me conformo!”