Una feria medieval distinta de las demás

Pedro y Roberto, en acción.

Milena Pasetti

Se respira un aire diferente este domingo de julio en el patio del Palacio de los Guzmanes, sede de la Diputación provincial. No tiene la seriedad y tranquilidad habitual, sino que ha sido invadido por el color y la alegría de una feria medieval, pero muy especial.

Sucede que tanto las personas encargadas de elaborar las artesanías que se venden al público asistente, como los propios vendedores, son discapacitados de los centros Cosamai, Nuestra Señora del Valle, Sagrado Corazón y Santa Luisa.

Algunos, como Pedro, trabajan allí directamente a la vista de todos, enlazando una prolija red para decorar botellas. Otros, han traído cuencos, cestas, almohadillas para calentar en el microondas, paños de cocina, pendientes, pulseras y collares ya trabajados en sus centros de asistencia.

La presidenta de la Diputación, Isabel Carrasco, ataviada con un traje azul y negro acorde a la ocasión, ha sido la encargada de recorrer uno a uno los puestos y abrir oficialmente la venta. Algo compró también, para la alegría de las especiales vendedoras. Mientras tanto, en un sector del patio un grupo de música y acrobacias medievales deja al público boquiabierto con sus piruetas.

Una mañana feliz

“La idea de esta feria no es vender mucho ni poco, sino hacer que por una mañana estas personas sean felices. En muchos casos son gente que no tiene ni familia, pero les damos de esta manera una mañana feliz”, explicó Carrasco en un breve alto del recorrido a los periodistas.

Los técnicos presentes explican a su vez que “sta actividad tiene como objetivo aumentar el nivel de autonomía e integración social de los usuarios, la rehabilitación de sus capacidades cognitivas, sensoriales y motrices”. Es, además, un importante paso socializador, al tener ocasión de convivir con otras personas, vivir otras situaciones distintas a la rutina diaria y experimentar, por ello, nuevas vivencias.

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