La espalda de los peregrinos

P.M.B.

La ruta jacobea hacia la tumba del apóstol comienza a llenarse de peregrinos. Hasta el mes de septiembre, vivirá su temporada alta de ocupación. Los hay creyentes, agnósticos, o ateos; escolares, universitarios, o longevos en edad; empleados, parados, o jubilados... Otros lo hacen por convicción religiosa, o porque quieren “probar una experiencia nueva”. Proceden de España, Alemania, Australia, Francia, Estados Unidos, o Japón. Si esta afluencia sigue así, según datos de la Xunta de Galicia, se espera que cuando termine el año más de 200.000 personas habrán cumplido con su sueño: llegar al mirador de una colina, atravesar el Pórtico de la Gloria, y besar el rostro dorado del santo.

El camino a pie sigue siendo el más usado entre los que se decantan por peregrinar a Santiago, ya que supone el medio escogido por el 87,1% de las personas, seguido por la bicicleta (12,39%) y el caballo (0,48%). Entre los que eligen la primera opción, hay un pensamiento recurrente que se repite antes de dormirse en los catres de los albergues. Y es que para muchos cargar sobre sus espaldas con su mochila, con su macuto o con el resto de bártulos se convierte en una “auténtica pesadilla”.

“Me acuerdo que cuando tuve que subir el tramo hasta O Cebreiro, en El Bierzo, la mochila me echaba la espalda para atrás”, comenta Celia, de Madrid, y una de esas miles de personas que pueblan el camino, sin saber muy bien “de qué va esto de ser peregrino”. Ella se estrenó hace un par de años y, de momento, no ha repetido la experiencia.

Hace una década, en Francia, alguien tuvo una idea que ha supuesto un alivio para los que se declaran más sufridores. En poco tiempo, alguien copió la idea a este lado de los Pirineos. Por unos euros, un vehículo se encarga de transportar el equipaje desde la ciudad de León hasta cualquier punto de la ruta hacia Santiago. La tarifa, de “siete euros por mochila o maleta”, se aplica en cada uno de los tramos que normalmente se recorren en un día (entre los 18 y 25 kilómetros). “Nosotros damos cobertura a las necesidades de transporte”, comenta José Luis Pardo, gerente de Jacotrans, una empresa que ofrece desde hace cuatro años este servicio.

Así, desde mediados de marzo hasta septiembre -los meses con más afluencia de peregrinos-, a Pardo no le falta el trabajo. “Quienes deciden subir sus mochilas suelen ser más bien gente de más edad y no tan jóvenes, o personas con un poder adquisitivo más alto”, reconoce.

¿Desvirtúa este hecho el concepto que durante siglos gira en torno al Camino de Santiago? ¿Dónde quedan la penitencia o el afán de superación, por ejemplo? ¿Supone, en definitiva, traicionar el espíritu del camino? “Puede chocar y generar, es cierto, actitudes un tanto críticas, pero no sabemos qué le puede pasar a esas personas, si lo hacen por simple comodidad o porque pueden tener alguna dolencia”, sostiene Roger de la Cruz, vicepresidente de la asociación de Amigos del Camino de Santiago de El Bierzo.

Este servicio existe también en otros puntos del camino a su paso por la provincia, pero de una manera más 'informal'. Uno de los primeros que puso la idea en marcha fue Jesús Arias 'Jato', que regenta el albergue Ave Fénix, en Villafranca de El Bierzo, quien ha llevado las mochilas a cientos de peregrinos desde aquí hasta la subida en O Cebreiro, una “subida rompedora” para los poco acostumbrados. “Que cada uno haga el camino como quiera”, asegura no obstante Roger Cruz, después de tantos kilómetros a la espalda.

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