Entre las bombas de Palomares y los nazis en España

ileon.com

Un Diplomático Americano en la España de Franco recoge las memorias del paso de Michael Aaron Rockland por la Embajada de Estados Unidos en Madrid como Agregado Cultural y director de la Casa de América.

Este catedrático de Estudios Norteamericanos de la Universidad de Rutgers, Nueva Jersey, ha recibido en numerosas ocasiones el premio al mejor profesor del año en su universidad e incluso en una ocasión a nivel nacional.

Entre sus publicaciones de investigación destacan Sarmiento's Travels in the United States in 1847, elegido “uno de los cincuenta libros mejores del año” por The Washington Post's Book World y el más reciente estudio sobre el puente George Washington de Nueva York, The George Washington Bridge: Poetry in Steel. En cuanto a ficción, Rockland ha cosechado éxitos con sus dos novelas A Bliss Case y Stones.

Un diplomático americano está dividido en 10 capítulos, la mayoría de los cuales se centran en establecer comparaciones entre la cultura española y la estadounidense. Un capítulo está dedicado a narrar el día que Rockland acompañó a Martin Luther King por Madrid y otro sobre el día que pasó también a solas y en Madrid con Ted Kennedy.

Por supuesto, la obra recoge en otro de sus capítulos el encuentro con el propio Franco en una recepción diplomática a la que Rockland estaba invitado como representante del gobierno estadounidense. Un testimonio de especial interés puesto que recoge la evidencia de fascistas e incluso nazis refugiados en el Madrid de la época.

En esta recepción, Francisco Franco tuvo especial interés en saludar y conversar con los diplomáticos extranjeros presentes. Michael Rockland había tomado la determinación de no estrecharle la mano ni de hablar con él por razones personales a pesar de que su obligación como representante de la Embajada de los Estados Unidos era saludarle. Aprovechando un momento de confusión, el agregado cultural se escondió tras los cuadros que formaban la exposición que se estaba inaugurando y se mantuvo firme en su decisión hasta que el acto hubo concluido.

En el capítulo más señalado de estas memorias y que está de rabiosa actualidad se desvelan las intrigas que acompañaron a los sucesos acontecidos en Palomares cuando el bombardero norteamericano B-52 que regresaba de la Unión soviética dejó caer cuatro bombas nucleares tras un choque con un KC-135 mientras repostaba en el aire. Afortunadamente, las bombas no estaban armadas puesto que tres aterrizaron en Palomares y otra se perdió en el Mediterráneo.

Dos de estas bombas soltaron plutonio, hecho que causó gran preocupación por la emisión de radiaciones, además de la desaparición de la cuarta bomba. Michael Rockland se vio envuelto muy a su pesar en este asunto diplomático y narra, aportando a veces detalles cómicos para contrarrestar el dramatismo, cómo este tema afectó a su carrera y a su vida.

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