Como soy poco sospechoso de peloteo con nuestro alcalde, menos aún de militancia en su partido, y todavía menos de simpatizar con la corriente mediática de la gauche divine (disculpen el galicismo), creo que es el momento de decirle a José Antonio Díez que me siento orgulloso de tener un alcalde amenazado por Koldo, y que se lleva a puras hostias con toda esa banda de facinerosos que mantenían, y quién sabe si aún mantienen, el control de su partido.
En teoría, en esta vida somos lo que hacemos y lo que defendemos, pero en la práctica, resulta que nuestra identidad depende, más a menudo de lo que creemos, de quienes son nuestros enemigos, quienes nos insultan y quienes nos mandan a tomar por el culo.
Hay manifestaciones a los uno va porque cree en lo que se pide, y otras a las que es mejor no ir para no tener que salir en la foto junto a ciertos personajes, determinadas pancartas y muy concretas consignas. Por ejemplo, en mi caso, que soy republicano sin la menor duda, no iría a una manifestación en favor de la III República por no verme asociado al resto de personal que acudiría en España, en estos momentos, a semejante evento. No iría ni loco.
Y mira, alcalde, resulta que en eso no has podido elegir mejor: los que te señalaban y te amenazaban, los que te pusieron una especie de cordón sanitario en tu propio partido, como si tuvieras la sarna, han resultado ser unos puteros, unos chorizos y unos sinvergüenzas. No es que eso te haga a ti automáticamente una mejor persona o un mejor gestor, pero sí te convierte en alguien con un olfato político y ético por encima de la media, lo que, dados los tiempos que corren, es de agradecer. Y un alivio, oye.
Cuando dentro de cuatro días, o ayer mismo, se pase lista de los que no sabían nada, de los que callaron, de los que los conocían sólo de oídas, y de los que nunca pudieron imaginar que esos tíos fueran unos cabrones, siempre se podrá tirar de la hemeroteca y decir que el alcalde de León ya los había mandado al carajo hace años, que el que no sabía de sus manejos era porque no quería, y que en nuestro Ayuntamiento se les hizo una soberana peineta cuando tocó. Y no años después, como todos esos valientes que quieren ahora torear toros muertos.
A los toros muertos también les pongo yo las banderillas. Nos ha jodido.
Pues eso, alcalde: que ya volveremos a hablar de baches abisales en las aceras y de terrazas que ocupan dos tercios de las calles. Hoy toca decirte que te portaste. Que estuviste en tu sitio.
Elegir los enemigos, o que ellos te elijan a ti, es más de la mitad del talento político. Enhorabuena.