La catedral de Santiago de Compostela
👉 Viene de la tercera parte
En el lugar en que se halló en el año 813 el sepulcro del apóstol Santiago comenzó a construirse la catedral, una maravilla de piedra y musgo que trepa majestuosa el cielo compostelano y se refleja en sus calles como un espejismo de lluvia. Estamos sin duda ante el máximo exponente del arte románico en la península ibérica y uno de los centros religiosos más importantes del cristianismo.
Cuando el Camino de Santiago creció hasta ser la mayor vía de peregrinación de occidente, Compostela se convirtió en el destino de una marea de fieles que acudían con devoción a visitar las reliquias del Apóstol. Fue entonces cuando se decidió construir un edificio que estuviera a la altura de su importancia. Ahora miles de peregrinos acuden cada año a la ciudad gallega, recorriendo cualquiera de los múltiples trazados jacobeos, para acabar a los pies de la tumba del Apóstol Santiago en el templo compostelano.
La primera piedra del templo sería puesta bajo el mandato del rey asturiano Alfonso II el Casto, quien ordenó construir una pequeña capilla en el lugar donde descansaban los restos del Apóstol. La iglesia fue ampliada más tarde por Alfonso III, que encargó la construcción de un templo de piedra de estilo astur, con tres naves y cabecera rectangular. Y aunque esta capilla sería reducida a cenizas por Almanzor cuando asoló la ciudad de Compostela, el empeño del cristianismo por construir un templo para Santiago no cesaría. Ya en el año 1075 y por iniciativa de Alfonso VI, rey de León, y del obispo de Santiago, Diego Peláez, se comenzaría a construir la catedral que conocemos hoy en día.
Iglesia de peregrinación
Una catedral que desde el principio se concibió como una iglesia de peregrinación que pudiera dar acogida a un gran número de peregrinos sin por ello interrumpir los oficios religiosos. De ahí que se diseñara una iglesia con planta de cruz latina, con un gran crucero, una enorme cabecera con girola y una galería en torno al ábside por la que los fieles pudieran transitar. Las entradas laterales del crucero permitían la circulación de los creyentes que recorrían el deambulatorio hasta llegar a la tumba de Santiago, situada en una cripta bajo el altar mayor, sin pasar por la nave central ni afectar al culto catedralicio. Otro elemento característico de las iglesias de peregrinación que encontramos es la tribuna, una galería situada sobre las naves laterales que permite alojar un gran número de peregrinos.
Bajo el mandato del obispo Gelmírez, entre los años 1100 y 1122, las dos puertas de los cruceros de la catedral, la de Platerías y la Azabachería, fueron decoradas con ambiciosos paisajes escultóricos que los peregrinos contemplaban extasiados al terminar su camino. Cuando se detectó que una fuerte inclinación del terreno sobre el que descansaba la catedral estaba creando graves problemas estructurales en el edificio, se requirió la ayuda de un genio de la ciencia y un arquitecto excepcional de aquellos años: el maestro Mateo.
El maestro Mateo y el Pórtico de la Gloria
Fue en el año 1168, casi un siglo después del comienzo de la edificación románica, cuando Fernando II de León contrató a Mateo para iniciar unas obras que durarían el resto de su vida. El arquitecto construyó un doble piso que permitía nivelar la construcción y terminó de consolidar la fachada con las dos grandes torres que la flanquean y que actúan como enormes contrafuertes.
Pero, sobre todo, Mateo pasó a la historia de la escultura con su intervención en el pórtico de la Gloria, una de las portadas más ricas y hermosas de todo el arte románico europeo que hoy se encuentra escondida tras la fachada barroca del Obradoiro, una exuberante obra que representa la gloria celestial, la salvación que nace tras el Juicio Final, de acuerdo con la descripción ofrecida por el libro del Apocalipsis. Es una auténtica joya cuya reciente restauración ha recuperado sus maravillosas esculturas policromadas y que deja sin palabras a los exhaustos peregrinos que llegan a la catedral después del largo camino.
👉 Sigue en la quinta parte