Autor del reciente 'Catálogo informal de todos los papas' (Algaida, 2021), Javier Pérez comenzó con trece años a escribir en un periódico de la Bañeza que se llamaba Bedunia, “que muchos aún recordarán, porque era un periódico francamente bueno para los medios de que disponía”, recuerda él, que contó con el apoyo de Olegario, de Polo y Santiago Fuertes, “uno de esos golpes de fortuna que uno nunca termina de agradecer”.
Después de hacer sus pinitos en este periódico se puso a escribir relatos cortos y, con dieciocho años, escribió su primera novela, “que guardo, o escondo más bien, todavía en un cajón”, matiza este novelista, el cual, aunque nacido en Zamora y con familia zamorana, ha vivido casi siempre en la provincia de León, primero en la Cepeda, en Villameca, luego en La Bañeza y después en la ciudad de León, aunque algunas veces haya regresado a su origen zamorano.
“León es mi patria mitológica, o cultural, como se le quiera llamar”, agrega Javier, que reconoce que la mayor aportación de León a su obra es el carácter, “ese apego a lo real que tenemos en esta tierra, una realidad que puede al mismo tiempo ser mágica de niebla o melancólica de musgo, pero que sigue aferrada al suelo”.
Cree que León es una tierra donde el concepto de tiempo tiene un carácter peculiar, “y eso hace que, desde fuera se nos considere a veces una especie rara. Ese manejo del tiempo, de lo que es posible y lo simplemente improbable, creo que es la mayor y la mejor parte de lo que debo a León como autor”.
En este sentido, se siente deudor de la huella literaria que le ha dejado Luis Mateo Díez con su maravillosa literatura costumbrista de lo mágico, con obras como 'La Fuente de la Edad' o 'El expediente del náufrago', “una novela que merecería estar entre las mejores del siglo XX español. Esa obra leonesa, con voz propia... es la que más despierta mi interés”, afirma Javier, que reivindica asimismo la figura de José María Menéndez, quien le enseñó, a su juicio, dos tercios de lo que sabe de técnica narrativa, estilo y ritmo.
“Como él siempre decía, de los maestros acaba uno copiando todos los defectos y ninguna de las virtudes, pero peor aún es proclamar, como algunos, que prefieren no leer para que no se les contamine el estilo”, comenta Javier Pérez, quien fuera editor durante años de la revista universitaria que se editaba en León a través del Colectivo Cultural Campus, que llegó a reunir a 83 premios literarios, repartidos en novela, poesía, relato corto y ensayo.
“Sus miembros sumaban más de treinta libros publicados, habían ganado premios de cortometraje, fotografía y hasta alguno de composición musical. Nunca en León hubo ni ha vuelto a haber un grupo cultural de ese tamaño y categoría”, señala Javier, lamentándose de que no se le diera relevancia a este Colectivo cultural, incluso se le pusieran trabas. Por eso se muestra escéptico con los grupos culturales y literarios, “porque para que se consideren relevantes tienen que ser cómodos, dóciles y políticamente correctos, o cuando menos, afines al poder”, apunta categórico Javier, al que los encuentros literarios –“llamarles encuentros es un eufemismo”– le parecen entretenidos, pero sólo eso, porque, en su opinión, tienen mucho de duelo de egos, donde se habla más de personas que de ideas, más de manifiestos firmados o no firmados, que de líneas estéticas o creativas.
La pérdida de identidad es parte de los tiempos, y no se puede negar. El carácter leonés, a mi entender, tiene más que ver con lo que fue que con lo que es a día de hoy
“Creo que la literatura y la cultura en general tienen poco que ver con esas tertulias”, concreta el autor de 'El caso de la culpa en conserva', convencido de que, a resultas de la globalización o bien porque ya se ha agotado el choque entre lo rural y lo urbano, “nuestra literatura sigue siendo de calidad, pero menos característica... hemos dejado un poco atrás los localismos para hacernos más universales y a la vez más miméticos con el resto de escritores de nuestra época. La pérdida de identidad es parte de los tiempos, y no se puede negar. El carácter leonés, a mi entender, tiene más que ver con lo que fue que con lo que es a día de hoy, y esa museificación de nuestros rasgos distintivos, si se me permite la pedantería, convierte a nuestra cultura en una especie de reserva india, que interesa sobre todo a curiosos y antropólogos, pero no tanto a las masas a las que hoy se orienta el mundo editorial”, resalta Javier, entre cuyas obras preferidas está 'El secreto del agua', de Tomás Val. Y entre sus influencias literarias figura Stevenson, a quien intentara plagiar cuando Javier tenía quince años.
Confiesa su devoción por autores del Este de Europa y de Centroeuropa como Stanislaw Lem, Tolstoi, Goncharov, Kundera, Schlink, Kohut, Krleza, los hermanos Strugatski o Jünger, reprochándose el abandono de la literatura hispanoamericana, salvo Borges, Carpentier, García Márquez y otros tres o cuatro. “Recuerdo con especial afecto a varios autores en lengua inglesa: Nathan Hill y Steve Toltz, entre los modernos, Jane Austen y Emily Bronte, entre los antiguos.
Hay muchos más, por supuesto, como Pessoa, Lampedusa, Ismail Kadaré, Djuna Barnes, Céline, Saramago, Malraux, Clarín, Unamuno, Luis Martín Santos y hasta un caso curioso: 'Las máscaras del héroe', de Juan Manuel de Prada. Curioso porque no me gusta especialmente el autor, pero creo que cuando escribió esta obra compuso una de las dos o tres mejores novelas españolas de los últimos cien años. A mí, al menos, me apabulló“, puntualiza este colaborador de medios de comunicación, al que le apena saber que, con el transcurso del tiempo, se ha ido perdiendo la libertad ”a costa de aumentar la prudencia y dar la razón a los que de ofenderse, de sentirse dolidos, han hecho una fuente de ingresos y un arma arrojadiza. Hoy, con tal de que le falten los brazos, se considera la Venus de Milo a cualquier idiota. Hoy, cualquiera que tenga una desgracia la usará como bandera para exigir su lugar en el mundo. Y el que no la tiene la inventa, o la exagera, porque sin una desgracia no eres nadie. Sólo las víctimas de algo pueden tener razón. Los medios son a la vez víctimas y responsables de ese lamentable estado de cosas, así que, a un tiempo, sufren y explotan el problema“, expresa sin tapujos el ganador de premios literarios como el Azorín, para quien los premios han sido una puerta de entrada en la literatura.
Los medios como víctimas y responsables de ese lamentable estado de cosas
“Sin esos premios, y viviendo alejado de las grandes ciudades donde se fraguan las camarillas y se hacen los contactos, hubiese sido muy difícil llegar a tener trece libros publicados, como tengo ahora. Los premios literarios, con todos sus defectos, dan más oportunidades a la gente sin renombre que cualquier editorial. Y no sólo más oportunidades: también más libertad creativa”, reconoce el creador de 'Indicios, evidencias, pruebas y patadas en el culo', donde trata de alejarse del historicismo para centrarme más en la trama, sin renunciar a una buena recreación de ambientes. A este respecto, rememora que su ambiente favorito, que era la República de Weimar, dejó paso a la España de ciudad pequeña, con cierto costumbrismo oscuro.
“Lo que más me gusta es manejar, en lo posible, un cierto toque de sentido del humor, aunque sé que a mucha gente le parece más bien humor negro que pura diversión. Luego llegó la pandemia y encontré tiempo pare escribir este 'Catálogo informal de todos los papas'. No es una novela, pero teniendo en cuenta las fuentes históricas que se manejan, seguro que también hay mucha ficción”, añade Javier, consciente de que la pandemia ha sido uno de esos eventos muy improbables pero de consecuencias enormes que pueden suceder y nos van a pillar siempre o casi siempre desprevenidos.
Lo que sí veo claro es que los gobernantes, de cualquier signo, han comprobado dos cosas: que la gente aguanta lo que le echen cuando está asustada, y que no se puede perder esta ocasión de controlar a las masas
“Como siempre que suceden estas cosas, hay gente que resultará duramente golpeada y otra que sacará partido del asunto. Es lo que sucede en cualquier crisis o en cualquier reorganización social. En este caso, la pandemia sobrevino en un momento histórico en el que la sociedad era acomodada y sumamente miedosa, con lo bueno y lo malo que eso conlleva: defender cada vida por un lado, y renunciar a cualquier cosa a cambio de la seguridad. En otros tiempos hubiese sido distinto como ha sido distinto en otras sociedades. En cuanto a sus consecuencias, creo que es pronto para pronosticar si reforzará las corrientes culturales, políticas y sociales en las que vivíamos, o las sustituirá por otras, aunque sea por reacción. Lo que sí veo claro es que los gobernantes, de cualquier signo, han comprobado dos cosas: que la gente aguanta lo que le echen cuando está asustada, y que no se puede perder esta ocasión de controlar a las masas. En mi opinión, quien tenía el poder de explotar la situación lo ha hecho a lo grande y va a intentar seguir haciéndolo”, explica Javier, que está ahora escribiendo una novela sobre una partida de ajedrez entre el pasado y el futuro. Una idea que se le antoja interesante, “sobre todo porque para ir al futuro basta sentarse y esperar, pero modificar el pasado sólo puede ser obra de propagandistas que se tienen que conformar con modificar la percepción del pasado y nunca saben si eso es suficiente para alcanzar sus fines... dos realidades y mentalidades que se enfrentan a través de una especie de máquina del tiempo unidireccional, en la que cualquiera puede ir al futuro pero nadie puede regresar al pasado”, ultima con lucidez Javier, mostrando su deseo de que pase lo que pase no deberíamos perder las ganas de hacer cosas ni la voluntad de pasarlo bien, pues “lo demás, ya irá llegando”.
___ENTREVISTA BREVE A JAVIER PÉREZ
___ENTREVISTA BREVE A JAVIER PÉREZ
“La política, esperpéntica y pastoril. La sociedad, cobarde”
¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?
'El arte de llorar a coro', de Erling Jepsen. 'El regreso', de Bernhard Schlink.
Un personaje imprescindible en la literatura (o una persona en la vida).
El personaje, Oblomov. La persona, el papa Silvestre II.
Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable).
Joyce y su Ulises. No he podido aún con ellos. Otro: 'Mi lucha', de Adolf Hitler. Es insoportable. Si lo hiciesen obligatorio, nadie se haría nazi.
Un rasgo que defina tu personalidad.
Irónico.
¿Qué cualidad prefieres en una persona?
La capacidad de negociar.
¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?
La política, esperpéntica y pastoril. La sociedad, cobarde.
¿Qué es lo que más te divierte en la vida?
Una buena conversación y una historia con una buena trama.
¿Por qué escribes?
Porque no sé dibujar y porque creo que si una imagen valiese más mil palabras, habría triunfado el cine mudo.
¿Crees que las redes sociales, Facebook o Twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?
Sí, el malo sí, y mucho. Cuanto más entro en esos sitios, peor escribo.
¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?
Autores europeos, principalmente del Este. Soy un forofo de la literatura rusa y centroeuropea.
¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?
Como herramienta, no. Usar un blog como herramienta es como usar una jeringuilla para deshollinar una chimenea.
Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.
Ojalá Dios, si existe, sea misericordioso. Porque como sea justo...