'El desafío: Frost contra Nixon': Touché

Después de que el caso Watergate destapara los escandalosos métodos de intimidación y espionaje utilizados por su gobierno, el presidente Nixon se vio obligado a dimitir de su cargo. Posteriormente sería indultado de todas las imputaciones por Gerald Ford, pero nunca logró sacudirse el oprobio que inspiró, desde entonces, en el pueblo americano. Durante los siguientes tres años que transcurrieron desde su renuncia y el abandono de la Casa Blanca, Nixon evitó hablar sobre aquel turbio suceso ante una opinión pública que esperaba una disculpa o un reconocimiento de sus graves manipulaciones y juegos de poder. Vamos, que continuó negando la mayor. Hasta que, en 1977, decidió aceptar una entrevista televisada con un contumaz periodista británico. Frost era conocido por presentar diferentes shows televisivos que, en cualquier caso, le hacían parecer ante los ojos de Nixon y sus colaboradores como esa persona idónea y fácil de manejar que buscaban para redimir ante los americanos la figura del ex-presidente.  

Ron Howard aborda aquellos hechos de forma magistral, presentándolos como un desafío de egos entre dos hombres que buscaban reencontrarse con esa ilusoria forma de éxito que vive bajo los focos y pulula sobre las alfombras rojas. El desafío: Frost contra Nixón (2008) es una excepcional película que nos introduce en los entresijos del mundo televisivo y nos descubre la enorme capacidad de influir en la opinión de los ciudadanos que cabe en un simple primer plano. Como el que congeló la derrota de Nixon cuando captó su gesto roto, cansado y aturdido, como el de un boxeador al que acaban de noquear. Fue el touché definitivo de un duelo que Ron Howard nos muestra con un vibrante sentido del ritmo, manteniendo la emoción y la tensión hasta el final.  

El filme de Howard ganó numerosos premios y fue uno de los títulos de aquel año 2008, pero por encima de todo no ha perdido un ápice de vigencia. El desafío: Frost contra Nixón interesa, entretiene y cuenta con un duelo actoral intenso y prodigioso entre Michael Sheen y un inmenso Frank Langella.