Ruth Miguel Franco: “Todo marca, pero nada es definitivo”

Ruth Miguel Franco

Manuel Cuenya

EL globo que me ataste a la muñeca

padre, voló hasta el cielo

me quedó la conciencia del peso de mi mano

de leyes más fuertes que los nudos

como un dolor de huidas ajenas.

Y los otros niños miraron sus globos

aliviados y los otros padres

miraron a sus hijos. Nada les pesaba.

Tú y yo, padre, las manos vacías,

miramos al cielo.

('Domingo 2 (paseo)', 'La muerte y los hermanos', Ruth Miguel Franco)

Doctora en Filología Latina y Licenciada en Filología Clásica y Filología Románica por la Universidad de Salamanca, Ruth Miguel Franco es una poeta leonesa, que en la actualidad imparte clases en la Universidad de las Islas Baleares, donde desarrolla toda su labor investigadora y docente. Ha publicado diversos artículos en revistas como 'La sombra del Membrillo', 'Cuadernos de Valverde', 'Letralia' o 'Los Noveles'. Y ha sido incluida en diversas antologías, entre otras: 'Cuento y poesía juveniles: León 1979-1996 (Madrid, Cátedra, 1997), 'Voces nuevas (XXIII Selección) (Madrid, Torremozas, 2010) o 'La voz + joven' (Caja Madrid, 2010). También ha traducido poemas y ensayos y ha editado diversos textos y documentos de carácter filológico, que sin duda son importantes para los especialistas de la lengua y la literatura. “Considero importante todo lo que sea sacar a la luz información nueva y ponerla a disposición de otros estudiosos. Es la labor base del filólogo, pero a la vez la menos vistosa: buscar, transcribir, editar”, señala Ruth, quien recibiera un accésit del prestigioso Premio Adonáis en el 2011 por su poemario 'La muerte y los hermanos' (Rialp, 2012), lo que le sirvió para darse a conocer como poeta, porque, en su opinión, no cree que le hubiese resultado tan fácil publicar un poemario sin haber ganado este accésit. “Y, aunque hubiese llegado a publicarlo, nunca habría tenido la difusión que este tuvo”, matiza Ruth, a quien le gusta leer y escribir, “con y sin premios. Pero con premios es mejor, naturalmente”, apostilla ella, que entiende la poesía, al menos la suya, como algo suave y acogedor. Y en lo referente a su poemario recuerda que se esforzó en su estructura y ritmo global, “el camino hacia la comodidad en la expresión”, dando lugar a un libro revelador y sugerente, original en su composición.

QUÉ rápida es la muerte si es pequeño

el cuerpo que se lleva.

Qué rápida es la vida.

Sin ti

no hay nada que me aparte del peso y de la ausencia

no hay nada que me una

al peso y al recuerdo. Sin ti todo es ligero.

Tu cadáver era diminuto.

Cabía entre los brazos de cualquiera.

Qué rápida y pequeña fue tu muerte.

El cuerpo que tomó

lo que nos deja.

('La muerte y los hermanos', Ruth Miguel Franco)

Poesía versus investigación

Creo que es más fácil escribir cuando pasas semanas sin establecer contacto visual con nadie. La soledad, el aburrimiento y la falta de público (y, con ella, la falta de vergüenza) ayudan a escribir

Aunque cree que su condición y labor como filóloga le ha impulsado a leer libros que de otro modo no habría leído, y por supuesto que le ha influido en su capacidad de trabajo y concentración, en general está convencida de que su faceta como investigadora y como poeta son formas de pensar opuestas, “la investigación y la poesía requieren dos cerebros desconectados”, aclara ella, consciente de que el poeta funcionario es un mito, “a no ser que se trate de un funcionario decimonónico, con manguitos y visera, copiando a mano extensos libros de cuentas”, precisa con humor. “El tiempo y la energía que se dedica a la docencia y a la investigación normalmente se roba a otros menesteres”, resume esta investigadora, profesora y poeta, que también llegó a impartir clases en Italia durante su estancia en ese país, lo que, según ella, le resultó muy terapéutico para su pluma, a resultas del extrañamiento de la lengua, la falta del más elemental contacto humano y sus experiencias estéticas. “Cuando sabes que te vas a ir, pierdes la vergüenza. Haces lo que te da la gana. No estoy hablando de libertad, sino de sacar los pies de las alforjas. Creo que es más fácil escribir cuando pasas semanas sin establecer contacto visual con nadie. La soledad, el aburrimiento y la falta de público (y, con ella, la falta de vergüenza) ayudan a escribir”, especifica Ruth, que ha estado y vivido en muchos lugares, siempre de uno lado para otro, salvo en estos momentos: la primera vez que vive más de dos años seguidos en la misma ciudad, lejos de su tierra leonesa, desde donde la ve pequeñita, porque “las cosas desde la distancia se ven pequeñitas”, aunque diga que no es mucho de sentir. “Sí es cierto que me identifico más con las blasfemias y los dichos leoneses. Además, he vivido y vivo cada día grandes choques culturales en el Mediterráneo. Tampoco es que el carácter leonés sea precisamente llevadero, pero lo de uno siempre es mejor”, señala esta poeta, cuya familia es leonesa al completo, “no hay nadie de fuera desde que se conserva memoria de los apellidos, exceptuando, quizá algún hijo de maestros nacido en Asturias o Valladolid por casualidad”.

Cuando sea vieja, podré hacerme la ronda de vinos antes de comer. Beber mis chatos sin hablar, pagar e irme. Garbanzos, siesta, pitillo, solitario y vuelta a salir. Así hasta que me saquen de un bar con los pies por delante

En todo caso, cuenta que sólo vivió en León hasta los dieciocho años y no conserva más apegos que algunos familiares que siguen en esta tierra, donde, en su opinion, hace frío, no hay nada que hacer y se bebe mucho. “Por las dos primeras, se lee. Por la última, se escribe”, precisa Ruth, quien lleva la mitad de su vida fuera, “situación, por otra parte, bastante habitual entre los nacidos por la zona”. Asegura que apenas piensa ni en León ni en ninguno de los sitios donde ha vivido porque el lugar de nacimiento no es tan relevante para ella. “Todo marca, pero nada es definitivo”, rememora Ruth, que sí cree que le marcaría más saber dónde va a morir y León no le parece un mal sitio. “Cuando sea vieja, podré hacerme la ronda de vinos antes de comer. Beber mis chatos sin hablar, pagar e irme. Garbanzos, siesta, pitillo, solitario y vuelta a salir. Así hasta que me saquen de un bar con los pies por delante”, ironiza esta poeta que, en sus años mozos, fuera bastante nómada, esta filóloga convencida de que en la provincia leonesa hay grandes narradores y poetas, “gente fantástica”, como el propio Bernardino de Rebolledo o bien la monja Egeria, aunque sobre ésta última dice que duda que fuese de León. Asimismo, sabe que en León se están haciendo cosas de calidad; porque tiene más contacto con León ahora que cuando vivía en Salamanca. “Y destacaría que habría que englobar en 'literatura' no sólo las publicaciones, sino diferentes iniciativas y proyectos que incluyen lecturas, recorridos poéticos, conferencias, talleres, premios... Se aprecia un esfuerzo de gente muy diferente, en estilo y edad, porque la literatura esté presente en diversos ámbitos. Me parece admirable”, manifiesta Ruth, que ahora está preparando varias ediciones críticas de textos latinos, además de trabajar en un corpus de textos documentales de diversas procedencias. “También tengo un libro de poemas o, más bien, una mórula de libro de poemas. Un núcleo que quiere crecer. A ver si puedo dejar que lo haga”, concluye.

Entrevista breve a Ruth Miguel Franco

“El ser humano es idiota”

¿Qué libro no dejarías de leer o leerías por segunda vez?

He leído 'Todas las mañanas del mundo' en cinco idiomas diferentes. Pero ya no me sé más idiomas. Supongo que la respuesta es la Biblia. La leo siempre, es muy entretenida y no se acaba nunca.

Un personaje imprescindible en la literatura (o en la vida).

En las mías, yo.

Un autor o autora insoportable (o un libro insoportable).

También yo. Y 'Cien años de soledad'.

Un rasgo que defina tu personalidad.

Soy una persona burra.

¿Qué cualidad prefieres en una persona?

La nobleza.

¿Qué opinión te merece la política actual? ¿Y la sociedad?

El ser humano es idiota. No sé para qué se pierde el tiempo discutiendo si somos buenos o malos por naturaleza. Si nos fiamos de Carlo Maria Cipolla, estaríamos en el cuartil de “mayor perjuicio para mí, mayor perjuicio para el prójimo”. Yo, en concreto, vivo esperando la parusía.

¿Qué es lo que más te divierte en la vida?

Salir de vinines.

¿Por qué escribes?

Porque no me sale hacer otra cosa. Somos fruto de una tradición que ve la expresión artística como producto de un genio individual. Supongo que los egos como el mío se aferran a eso. Pero soy consciente de que escribir es simplemente la actualización de una serie de parámetros culturales recibidos a través de mi educación y mi contexto. No es mi rica interioridad, sino mi inserción en un determinado patrón histórico y cultural.

¿Crees que las redes sociales, Facebook o Twitter, sirven para ejercitar tu estilo literario?

Todo lo que sea escribir sirve para escribir. Se ha anunciado hasta la saciedad: es la primera vez en la historia en la que un tanto por ciento elevadísimo de la población lee y escribe a diario. En Facebook, en Whatsapp, se produce una lectura vertical, una recepción disociada, se cometen faltas de ortografía y redacción: todo eso da igual. Lo crucial es que se lee y se escribe todos los días. Hay que buscar la concisión y ejercitar la atención, ya que el tiempo de redacción y revisión se reduce al mínimo. Asimismo, la recepción de información fragmentaria supone, en la mayor parte de los casos, un proceso de análisis y reconstrucción que no se llevaría a cabo en ningún otro contexto. Nos estamos adaptando a estas escrituras y a estas lecturas.

Por otra parte, la poesía está en el extremo opuesto, por sus tiempos y su exigencia de atención. El trabajo de superación de la fragmentación es el contrario. La necesitamos como terapia y ejercicio.

¿Cuáles son tus fuentes literarias a la hora de escribir?

Esa no es una pregunta para una autora, sino el título de una tesina: 'Fuentes de la poesía de Ruth Miguel Franco'. Lo veo claramente. Habría que diseccionarme, buscar en mi biografía, en entrevistas como esta; sería necesario analizar una serie de poemas para buscar referencias, intertextuales. A lo mejor para entonces me he muerto y mi biblioteca se conserva en alguna institución, donde se sentirán muy decepcionados porque no subrayo ni anoto los libros. Además, ahora hay unos programas fantásticos que encuentran concordancias léxicas en obras literarias previamente indexadas en bases de datos.

En resumen, esto lo responderá en su día algún pobre alumno despistado. Yo creo que no puedo

¿Escribes o sigues algún blog con entusiasmo porque te parezca una herramienta literaria?

Más bien algunas cuentas de Facebook, pero mi entusiasmo es limitado.

Una frase que resuma tu modo de entender el mundo.

Comedme todo el coño.

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