“Desde que era un crío siempre me ha gustado la aviación. Si encuentro trabajo en España, mejor; si no, donde sea”. Así habla Guillermo, de Vigo, un ingeniero informático que ahora se prepara para ser piloto comercial en el centro Flybychool de León. Como él, una treintena de alumnos recibe la formación que les permitirá acceder a una profesión con amplia salida laboral que para muchos de ellos es también la consecución de un sueño.
Este joven gallego afirma que el curso “es muy intenso y eso me gusta. Te tienen siempre ocupado; son 14 meses y todos ellos trabajando y eso está bien. Además, los instructores son muy buenos”. Junto a él, Hussein, de 19 años, explica que sus padres son de Líbano y cada año viajan allí en avión. Le gusta volar, la tripulación, el aeropuerto, los aviones y quiere ser piloto. Pensó en Suecia, donde viven, pero allí esa formación resulta muy cara y además la gente no se lo recomendaba.
Cuando comprobó que en León era más económico, leyó buenas opiniones al respecto y conoció la la Universidad y sus instalaciones, asegurá que le encantó, igual que el simulador de vuelo con el que trabajan en las dependecias de la institución académica. El gusta el clima, la gente le parece muy maja y añade que “no hablan mucho inglés pero aunque no hablo español, me entienden”.
Las clases se imparten en inglés, como parece más que lógico imprescindible en un aula en la que asisten a clase grupos -cada dos meses comienza un curso- integrados por jóvenes de distintas nacionalidades tales como Argelia, Tünez, Dubai, Gran Bretaña, Kuwait, Holanda, Noruega, Túnez y Omán.
Alex Álvarez, responsable de Flybyschool. /Peio García / ICAL
La vocación que empuja a la mayoría de alumnos es más que evidente en la joven y entusiasta formadora Alesandra López. “Yo quería ser piloto desde que era pequeña pero las circustancias de la vida no me lo permitieron inicialmente y estudie Derecho hasta que tuve la oportunidad de hacerlo en Salamanca; antes viví en Inglaterra seis meses y después otros seis porque el inglés es muy importante”, resume esta leonesa que valora poder trabajar en su ciudad, cerca de su gente.
“Es gratificante ver cómo los chavales empiezan con ilusión y se les ilumina la cara cuando les hablas de lo que se siente cuando se vuela, de lo que hace el avión... se les ve con muchas ganas”, afirma antes de reconocer que su relación con los alumnos no se limita al ámbito académico y que les echa una mano en lo que puede.
Asegura que la ciudad les gusta mucho (destaca la Catedral y las tapas). Algunos con culturas muy diversas, lo que enriquece al grupo. “Siempre me ha gustado conocer diferentes culturas y nacionalidades porque me hace crecer como persona, abre la mente y es una de las sensaciones más gratificantes como persona”, comenta.
Oier Fernández es otro de los formadores. Detalla que la parte teórica del curso, que les ocupa dos meses, ofrece una introducción general de todas la materias que luego van se imparten. En la segunda parte se compagina la teoría -con clases en la Universidad- y la práctica, en el aeródromo de Pajares de los Oteros. “Vienen con las ideas muy claras”, dice, y añade que la intensidad de las clases no impide que se desarrollen en un clima distendido. No faltan las anécdotas, entre ellas, el bautizo 'real' al que se someten gustosos los alumnos tras hacer su primer vuelo en solitario en la piscina del aeródromo de Pajares de los Oteros.
Concluido y superado el periodo de formación de más de un año ininterrumpido en Flybyschool, “mínimo 14 meses si el alumno es estudioso y comprometido con la causa”, deben aprobar los exámenes oficiales en Madrid; si no, no pueden seguir volando y tienen que volver a presentarse a las pruebas (el índice de aprobados alcanza el 90 por ciento). Los estudios que cursan les capacitan para trabajar en una compañía aérea como segundo oficial y a partir de ahí adquirir experiencia y poder progresar como piloto profesional.
El director ejecutivo de Flybyschool, Álex Álvarez, se muestra satisfecho de la evolución del centro, que comenzó a funcionar hacer dos años con cuatro alumnos y que en estos momentos cuenta con una treintena -los distintos grupos se solapan en las sucesivas fases de formación- y que se aproxima ya el medio centenar desde su puesta en marcha. “Ha sido un crecimiento muy fuerte, la visión que teníamos del mercado se está materializando y estamos muy satisfechos. Trabajamos muy bien con la Universidad de León y el balance es positivo, lo que queremos es seguir con este crecimiento y con esta expansión internacional”, subraya recién llegado de un viaje promocional a Omán.
El hecho de que la mayoría de los alumnos sean extranjeros responde, según comenta, a que el coste de la vida en España no es tan alto como en otros países. El clima también es una ventaja y ello unido al convenio que mantienen con la Universidad de León y la residencia de estudiantes hace que la oferta resulte muy atractiva para el estudiante internacional en un sector que está en alza y que parece que va a seguir estándolo, lo que se traduce en una elevada demanda.
El objetivo de llegar a 60 matriculados al año en un lustro, afirma, no está lejos de cumplirse; más aún si fructifican los posibles acuerdos con aerolíneas que harían sobrepasar con mucho esa cifra. “Tenemos que materializar alguna de las oportunidades que estamos barajando, por ejemplo, con una aerolínea europea que quiere tener personal para el crecimiento que está experimentando y además ofrece financiación para el curso y te garantiza empleo al acabarlo”, remarca.
También mantienen vías abiertas con el gigante asiático, que necesita unos 5.000 pilotos al año (en España se forman unos 300 ). “Estamos en contacto con una universidad china que capta a unos 1.000 alumnos al año y los forman en distintos lugares del mundo y uno de esos lugares podría ser León. Han analizado el mercado europeo y esta propuesta les ha gustado mucho y ya han venido dos veces; han recorrido toda Europa y León les ha encantado. Eso, llegue o no llegue a buen puerto, ya es como para sentirse orgulloso”, concluye.