Vigilando la cota cero

J.L. Robledo / Ical

Todas las ciudades esconden en sus entrañas un enorme laberinto de galerías subterráneas inabarcables. En Castilla y León, la red de colectores accesibles, aquellos que tienen un diámetro mínimo superior al metro, ronda los 800 kilómetros. Por debajo de la cota cero de las ciudades se esconde un mundo al que pocos acceden, pero que debe estar vigilado para garantizar la seguridad un piso más arriba, en la calle.

En su interior se mezclan hedores, aguas sucias, líneas telefónicas, ratas, tendidos eléctricos, canalizaciones de gas, de telecomunicaciones, sistemas de control de semáforos, insectos... todo un submundo oscuro sin el que ninguna ciudad puede funcionar y que en Castilla y León se encargan de vigilar los seis especialistas de la Sección de Subsuelo y Protección Ambiental de la Jefatura Superior de Policía.

Aunque el principal objetivo es evitar posibles sabotajes, atentados y velar por la seguridad en las visitas de las principales autoridades -la Familia Real y mandatarios extranjeros-, el perfecto conocimiento de este sinfín de túneles les convierte, en más de una ocasión, en asesores de empresas concesionarias de aguas, arquitectos municipales e, incluso, arqueólogos. Su trabajo también es fundamental en algunas investigaciones criminales. Recientemente, un grupo de esta unidad estuvo buscando en León el arma con la que se cometió el asesinato de Isabel Carrasco, cuando en un primer momento se pensó que podía haber sido arrojada el río.

Casco, mono blanco, linternas y botas de agua o de vadear, dependiendo de la profundidad del agua del colector que se quiera inspeccionar, conforman el equipo de los agentes, aunque el elemento vital y que no puede faltar en ninguna de las inspecciones es un detector de gases, salvaguarda de los agentes a la hora de evitar las bolsas de metano, gas que se genera por la descomposición de la materia orgánica y que resulta muy peligroso.

Además de estar siempre pendientes de la fétida atmósfera y del estado de las escaleras de acceso a las galerías de servicio y los colectores, algunas muy deterioradas por los efectos de la humedad y el tiempo, otra norma obligatoria de seguridad es no bajar cuando está lloviendo, sobre todo si existen previsiones de tormenta. “Si nos pilla una tormenta fuerte dentro de un colector en pocos minutos podemos aparecer en la depuradora”, afirma el subinspector Nacho García, el jefe de la unidad desde el año 2007 y a quien ya no le hace falta ningún plano para moverse por las entrañas de las ciudades de la Comunidad con la única ayuda de una linterna.

Kilómetros a la espalda

Nacho García lleva cientos de kilómetros de túneles recorridos a pie, despacio, en silencio, escuchando lo que ofrecen las entrañas de la ciudad, pero siempre alerta.“Son muchos años recorriendo las galerías y los colectores de todas las ciudades de Castilla y León, ya que antes de asumir el mando de la unidad también estuve otra temporada destinado aquí en el año 2001, y al final estamos hablando de infraestructuras que no cambian”, asegura.

El mal olor es la nota predominante en estos colectores, aunque este veterano subinspector asegura que no es lo mismo el hedor en el descanso de un partido de fútbol importante, que el de primera hora, cuando si se afina el olfato se puede distinguir el olor a gel. También, explica que no tiene nada que ver inspeccionar la galería de servicios que discurre por debajo de la Gran Vía de Salamanca, que descender 30 metros para revisar uno de los colectores que atraviesa por debajo del río Pisuerga en Valladolid, donde el cambio de temperatura, de presión y de calidad del aire hace que el cuerpo empiece a sudar de forma casi inmediata.

También hay muchas diferencias entre la redes de saneamiento del centro de las ciudades, que en muchos casos fueron construidas hace siglos, como el puente de los Zurradores (1743) en el antiguo cauce del Esgueva en Valladolid -justo debajo de la calle Santiago-. Nada que ver con las nuevas infraestructuras a base de gigantescas tuberías de hormigón y de tanques de tormentas con mecanismos de autolimpieza. “Así, algunas veces nos toca ir casi de rodillas en colectores que miden poco más de un metro de diámetro, mientras que en otros sitios podemos ir por galerías que tienen hasta pequeñas aceras y que en su día hasta estuvieron iluminadas”.

La fuga de Segovia

Al igual que la superficie, el subsuelo de Castilla y León es seguro. Con los dedos de una mano se podía contar los delitos que desde 1993, año en el que entró en funcionamiento esta unidad, se han fraguado por debajo de la cota cero en las ciudades de la región, aunque entre todos los agentes es conocida la fuga protagonizada en 1976 por presos de la cárcel de Segovia utilizando las alcantarillas.

El 5 de abril de 1976, veintinueve reclusos -la mayoría pertenecientes a la banda terrorista ETA- consiguieron fugarse a través de un colector al que accedieron tras realizar un butrón en uno de los retretes. El suceso se saldó con la detención de los etarras en tierras navarras. La fuga de Segovia, la misma que Imanol Uribe llevó al cine años más tarde, mantuvo en jaque a todas las Fuerzas de Seguridad del Estado. Los presos, en fila india, con linternas, recorrieron el colector hasta su desembocadura en la parte posterior del edificio de la antigua Central Lechera Segoviana.

Misión

Además de participar en los dispositivos de seguridad de las personalidades, dispositivos en los que deben revisar, una por una, todas las alcantarillas y los registros de redes eléctricas, de telecomunicaciones e incluso de los sistemas de riego automáticos de las calles por las que transcurre la visita, entre sus cometidos también están el control de los vertidos industriales a la red de saneamiento y la elaboración de planes de seguridad en edificios oficiales, donde también se realizan inspecciones periódicas, al igual que en las principales zonas comerciales.

En este último caso, y para evitar la alarma que puede levantar entre los viandantes ver cómo varios agentes de Policía vestidos con monos blancos, cascos y con su arma reglamentaria al cinturón, se introducen por la tapa de una alcantarilla, las inspecciones se suelen hacer a primera hora de la mañana.“El subsuelo es otra ciudad, menos amable, afortunadamente desconocida para la mayoría, pero imprescindible para todos”, sentencia Nacho García.