En memoria del fantasma soviético (la paradoja actual del descenso del paro en España)

Dos trabajadores en un mismo encargo. // Carlos S. Campillo / ICAL

Javier Pérez Fernández

Cuando dijo Nietzsche que la historia se repite, olvidó puntualizar que la primera vez es tragedia y la segunda farsa. Así es como la historia, por lo que vemos, en vez de dibujarse en círculo parece trazarse en espiral, haciendo como que vuelve a su punto de partida, pero un con un significado menguante, más pequeñito, que promete reducirse aún más a la siguiente vuelta.

Mirad, si no, el caso de la Unión Soviética. ¿No da la impresión de que ha vuelto? Y no me refiero a temas ideológicos, banderas rojas, ni nada por el estilo: me refiero al día a día, a la realidad de su sistema económico, si lo despojamos de discursos, desfiles y aplausos interminables. Ha vuelto como fantasma, sin cuerpo quizás, y se aparece cuando quiere y donde quiere, pero está ahí.

Perdonad el cachondeo, y dejadme que ponga un par de ejemplos.

Según las últimas cifras, que todos celebramos, disminuye el desempleo. ¿Eso es siempre una buena noticia, no? Pues el caso es que además del desempleo, disminuye también el total de horas trabajadas, lo que viene a significar que hay más gente currando a tiempo parcial, o infraocupada. Y cuando trabajas a tiempo parcial, resulta que también cobras a tiempo parcial, con lo que eres, a la vez, trabajador y pobre. ¿Y qué es eso, sino volver al viejo sistema soviético de poner dos jardineros para cada árbol, de manera que nadie estuviese sin trabajo? ¿No sucede lo mismo con montones de papeles y certificados que se han creado ex profeso para dar algo que hacer a burócratas, observatorios, oficinas municipales, despachos de la Diputación y negociados autonómicos? ¿No es lo mismo? Subempleo y burocracia para que el Gobierno pueda maquillar los datos, porque lo que importan son los datos, mucho más que las personas. Se cumple hasta la vieja máxima rusa: “Tu haz como que trabajas, que nosotros hacemos como que te pagamos”.

Pero no os vayáis a creer que el fantasma soviético ataca sólo por abajo, por las clases populares. También se le ve de vez en cuando más arriba, o incluso arriba del todo. Por ejemplo, la bolsas y los agentes económicos, que parecen múltiples y libres pero, en lo que importa, se reducen a solamente uno: las decisiones de los Bancos Centrales. Mientras el Banco Central, o Reserva Federal, o como se le quiera llamar según el humorismo de cada región, compra deuda de manera ilimitada a gobiernos y empresas, la Bolsa sube y todo va viento en popa, se genere riqueza o no. La Bolsa sube cuando se reducen tipos de interés, y baja cuando se decreta su incremento. Da igual que tu empresa lleve años sin ganar dinero: si se considera “demasiado grande para caer”, o “sistémica”, como dicen ahora los de la neolengua, puedes seguir perdiendo pasta porque te van a apoyar desde el Gobierno y podrás evitar el cierre. ¿Qué diferencia hay entre esto y los planes quinquenales soviéticos, o su economía planificada con mando económico único?

Poca, me temo.

Son tristes los fantasmas, todos en general, pero más los de los vivos.

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