La experiencia está sobrevalorada

No siempre la experiencia es la más adecuada para ciertas cosas. // Mohamed Hassan / Pixabay

Javier Pérez

Todo tiene dos caras, son suerte y simplificando, porque lo normal es que tenga más. Pero si vamos a intentar poner los defectos y virtudes en los platos de una balanza, más nos vale resumir.

Vale, que sí, que es cierto que con el paso de los años la gente va atenuando sus ramalazos y se vuelve menos impulsiva, que reflexiona más las cosas y sabe huir de las falsas soluciones, esas que son a la vez sencillas y elegantes. Que sí, que las soluciones aparecen antes y más depuradas. Que lo que otros tienen que imaginar o que inventar, el experimentado lo conoce y lo tiene hecho. Pero, por contra, con el tiempo, esa misma gente experimentada se vuelve también menos activa, menos imaginativa y más adicta a repetir las cosas que le funcionaron, aunque fuesen enormes tonterías o ideas ya obsoletas e inaplicables. Esa gente experimentada sólo ve clavos si tiene un martillo. Esa gente experimentada intenta que todo encaje en lo que ellos saben hacer porque lo cierto es que ya no están para pensar ni para aceptar novedades.

Al final, si echamos cuentas, resulta que la experiencia, más que un grado, es un multiplicador, de manera que al sensato lo vuelve más sensato, pero al que era un majadero... lo vuelve un enorme y descomunal majadero, convencido de que sus soluciones caducadas van a ser el remedio óptimo en cualquier tiempo y lugar. Y además, en el segundo caso, el experimentado no sólo la lía, sino que la lía con ínfulas, diciendo cosas como “deja al que sabe” o “cuando tengas mis años...”. Y no...

Dejar hacer al que sabe... cuando sabe

Hay que dejar hacer al que sabe, cuando sabe; pero cumplir años no añade conocimientos técnicos ni buen juicio. Pensar tal cosa es pensar como los espiritistas, que preguntan a los muertos cosas que esos mismos tipos nunca hubiesen sabido de vivos. ¿No es curioso que el morirse añada conocimientos? Pues los espiritistas los creen. Y parece que los jefes de recursos humanos de algunas empresas, también.

¿A qué ha dedicado usted todos estos años que tiene? A poner ladrillos. Pues bien: de poner ladrillos tiene que saber unas cuantas cosas, pero no venga a hablarme de economía. ¿Se ha preocupado de tener un pensamiento crítico y propio? No. Pues entonces sus muchos años son una simple acumulación de residuos tóxicos, como los metales pesados que se acumulan en los peces grandes, y es usted más tóxico por ser más viejo.

Debemos respetar a los viejos por supervivientes, pero no por inteligentes. Creer que la supervivencia procede necesariamente de la sensatez, del buen juicio y de la destreza, significa no haber entendido nada de la teoría del caos, que al fin y al cabo es la que verdaderamente rige el mundo.

Algo sabrá el viejo, sin duda, pero no necesariamente lo que necesitamos. A lo mejor, ni antes ni ahora, ese tipo supo nunca lo que los de su alrededor necesitaban.

Pero esa ya es otra tragedia.

___Javier Pérez Fernández fue director durante diez años de la revista Campus, en la Universidad de León, y es un escritor leonés multipremiado en varios concursos literarios españoles. En 2011 fue galardonado cn el Premio de Novela Ciudad de Badajoz por su obra El secuestro del candidato, un thriller político en el que se mezclan el humor negro, la trama policíaca y la crítica social. Su última publicación es Catálogo informal de todos los Papas, publicada en 2021.

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