Para llegar a casa de Arnaldo hay que subir unos endebles escalones de madera. En Santo Tomé y Príncipe muchas viviendas se construyen en alto para evitar los problemas que causa la humedad en la estación de lluvias. El asunto es que Arnaldo lleva 14 años sin pisar esas tablas, desde que a los 25 un accidente de tráfico redujo su vida a la cama de una minúscula habitación.
La ONG Cooperación Bierzo Sur, con sede en Ponferrada, ha iniciado este verano un estudio en el país africano sobre las personas con algún tipo de discapacidad. En colaboración con la Asociación de Discapacitados de Santo Tomé y la Santa Casa de la Misericordia, el objetivo es conocer cuántas personas sufren algún problema de este tipo para saber cómo prestarles ayuda.
Sandra, de Fabero, es una de las voluntarias que ha participado en el proyecto. Durante tres semanas ha visitado a decenas de personas para entender sus problemas junto con dos voluntarios del país, Fernando y Tomé. El día que conocieron a Arnaldo, el primo de este le dijo a Sandra que si le llevaban una silla de ruedas, él se comprometía a bajarle en brazos por los escalones para que pudiera utilizarla. Días más tarde los tres se presentaron en su casa con una silla de la que disponía la asociación, sin respaldo, pero que iluminó los ojos de Arnaldo al ver que habían cumplido su palabra. No está acostumbrado. Ya les había dicho que no se fiaba.
Una silla de ruedas no soluciona la sanidad de un país. Lo sabe Fernando, quien desde que a los cuatro años una inyección le dejó la pierna derecha inútil, se traslada con ayuda de una muleta de madera. Lo sabe Tomé, incapaz de mover su mano derecha. Y lo sabe Sandra, que ha vivido este verano su segunda experiencia en el país con la organización ponferradina. “Aquí ayudas con pequeñas cosas, con casos concretos... quizás lo más positivo ha sido cuando me decían que sentían un apoyo que nunca tuvieron”, explica esta joven de 27 años.
Fernando y Sandra llevan la silla de ruedas a Arnaldo. Foto: Isabel Rodríguez
La intención de la ONG es depositar una semilla que después germine con la continuación del estudio por parte de los voluntarios del país una vez que ellos regresen a España. “Si lo conseguimos, los discapacitados podrían ser vistos luego por alguna misión de especialistas”, asegura la presidenta de Cooperación Bierzo Sur, Carmen Álvarez.
Esta enfermera ponferradina montó la ONG hace algo más de un año tras regresar de unas vacaciones solidarias en el país más pequeño de África después de las Seychelles. La intención de esta organización, que cuenta con un centenar de socios, es contribuir a la mejora de un archipiélago que flota sobre el Océano Atlántico a unos 300 kilómetros de la costa de Gabón a la altura de la línea del ecuador. El 66% de la población -según datos del Banco Mundial correspondientes a 2009- de la que fuera colonia portuguesa hasta 1975 vive por debajo del umbral de la pobreza y cuenta con un sistema sanitario que sufre una acuciante falta de especialistas.
Con Carmen han viajado al país este verano 24 voluntarios –cada uno ha financiado su viaje- de la provincia de León y otros puntos de España para realizar distintos trabajos. Dos ginecólogos, una anestesista, un traumatólogo, un técnico de radiodiagnóstico y cinco enfermeras han participado en el proyecto 'Saúde para todos' que desarrolla en el país el Instituto Marqués Valle Flor, una ONG de origen portugués con presencia en el país desde hace 62 años. Una de sus finalidades ha sido la de reducir las frecuentes evacuaciones sanitarias a Portugal –financiadas por ambos estados- y constituir un sistema sanitario autónomo en este lugar del mundo. El representante de este centro en Santo Tomé y Príncipe, Edgar Neves, explica que una labor fundamental es “la información y la educación” para “lograr un cambio de comportamiento”. Una charla tan sencilla como recomendar en las escuelas a los niños lavarse las manos es vital en un país que sufre muchos problemas derivados de la falta de higiene.
Mayte toma la tensión de una anciana en un barrio de Santo Tomé. Foto: Isabel Rodríguez
Ancianos abandonados
Las enfermeras han participado además en otro proyecto, en coordinación en este caso con la Cruz Vermelha, de evaluación geriátrica. “A diferencia de otros lugares del continente africano, aquí el anciano es el último de la casa y muchos viven abandonados”, explica Carmen. Organizadas en dos equipos, las especialistas visitan cada día a varias personas mayores para realizarles un examen básico de salud, hablar con ellas y revisar las condiciones en las que viven. “Lo que más me ha impresionado es la soledad tan grande que les rodea, el rechazo de sus familias, lo 'sozinhos' que están según me dicen ellos. Creo que la soledad es el peor sentimiento del ser humano”, reflexiona Mayte, de Pontevedra y residente en Canarias.
“Es impactante cómo personas que tienen familia están tan desatendidas, aquí hay quienes piensan que tienen lo que se merecen si no han sido buenos a lo largo de su vida”, confiesa Teresa, quien ya había trabajado en el país en 2011. Animada por ella llegó este año Rebeca, a la que ha impresionado que estas personas “puedan sobrevivir en las condiciones en las que sobreviven”. “A veces pienso que en España sería imposible”, añade.
En esta misma línea y también en colaboración con la Cruz Vermelha, Víctor, voluntario de Ponferrada, ha continuado un proyecto de rehabilitación de casas de ancianos en el que ya participó el año anterior. En esta ocasión se han centrado en la localidad de Angolares, donde, con un presupuesto de 1.900 euros y personal contratado del país, han mejorado un edificio con capacidad para seis viviendas.
La formación, imprescindible
Una de las premisas de Cooperación Bierzo Sur es contribuir a que la gente del país mejore sus conocimientos y sean capaces de desarrollarse por sí mismos. Que no sean dependientes de la cooperación. Po ello, hacen mucho hincapié en la formación. Entre otros proyectos llevados a cabo este verano, se está ofreciendo formación en socorrismo y emergencias -tanto básico como acuático- y también formación en cuidados al anciano.
Otros dos voluntarios se han encargado de aconsejar a personas con pequeños negocios y microproyectos para que les saquen el máximo rendimiento posible.
Además, dos colaboradores de Farmacéuticos Sin Fronteras han viajado con la ONG para llevar a cabo en la isla de Príncipe, donde viven unas 7.000 personas, un proyeco de indentificación y evaluación de las fuentes de agua para el consumo humano de esta isla para su mejora y control con el objetivo de erradicar la malaria, un problema ya en descenso desde hace varios años en este país.
Ana visita a una familia de Santo Tome dentro del estudio de discapacitados. Foto: Isabel Rodríguez
Experiencias personales
Todos los participantes en los proyectos de este año regresarán a casa con un puñado de experiencias en el bolsillo. Un grupo heterogéneo, con edades comprendidas entre los 22 y los 55 años y motivos diferentes para emprender una aventura de este tipo. Antía, de Ferrol, que eligió este destino para trabajar con “una ONG pequeña y asequible” y por el idioma del que es profesora, el día que se bajó del avión ya supo que tenía que haber decidido quedarse “más tiempo”.
A Ana, de Ponferrada, le ha servido para “conocer a fondo un país, hablar con la gente, descubrir cuáles son las condiciones en las que viven” en este lugar del mundo. Dolores, de Madrid, quien ya había hecho diversos viajes solidarios, se ha enfrentado en esta ocasión a la barrera del idioma.
Eduardo, de Madrid y residente en Murcia, señala que si algo ha aprendido es que “pensar aquí como un occidental es un error”. En su memoria lleva grabados algunos momentos vividos durante el viaje que le han marcado especialmente pero reconoce que todo esto deberá “madurarlo” a la vuelta. Si algo cree que hay que mejorar en el país es la educación. “Mientras exista poca educación, será imposible mejorar otros ámbitos”, apunta.
Dora también tendrá que “masticar” todo lo que le está ocurriendo a su vuelta a Ferrol. África era su continente pendiente y ahora reflexiona sobre uno de los países “con más apoyo de ONGs” y tan poco “desarrollado”. Si algo ha aprendido Mayte -asegura- es que “hay que tener más humildad” y que “se puede ser feliz con muy poco”.
Víctor no solo ha descubierto otras formas de vida y ha aprovechado para profundizar en un lugar que comenzó a conocer el pasado año, sino que además ha visto cómo era “capaz de desenvolverse en un país extranjero” para comprar materiales de construcción y programar una obra, todo ello en otro idioma.
Son muchos más los que que han intentado aportar algo durante este verano a este rincón ubicado en el Golfo de Guinea. Tras su vuelta, en el mes de octubre los responsables de la ONG organizarán una jornada en Ponferrada para explicar todo lo desarrollado y fomentar la transparencia de este tipo de organizaciones.