Si Shakespeare, en su obra Romeo y Julieta presentaba una disputa entre los Montesco y los Capuleto, como dos de las principales familias de Siena, enemigos acérrimos, cualquier escritor español o leonés podría haber utilizado los enfrentamientos entre dos de las principales familias leonesas para relatar una novela de intriga, duelos e incluso amor.
Resumir la historia de dos de las principales casas nobiliarias de la ciudad de León es muy complicado en un artículo periodístico de pocas líneas, pero sí que podemos describir de una manera general, quiénes eran las dos grandes familias nobiliarias y algunos hechos que a nuestro entender tuvieron relevancia en los encontronazos entre ambas familias.
Quiñones
Los Quiñones son una familia de gran peso en la ciudad de León, como consecuencia de la fama alcanzada por Suero de Quiñones en el Paso Honroso y de mantener el Condado de Luna en su poder desde finales de la Edad Media.
Suero de Quiñones, caballero leonés, cobró fama por mantener un desafío en el puente sobre el río Órbigo donde retaba a otros caballeros que fueran a cruzar el puente para enfrentarse con él, venció a gan cantidad de caballeros sobre Paso honroso, cuya historia relata el “Libro del paso honroso”.
En el siglo XI se les sitúa en Asturias siendo ese territorio su principal fuente de ingresos, ya que Pedro Álvarez de Quiñones fue nombrado Merino Mayor de Asturias, y con las rentas obtenidas con dicha merindad compraron villas y señoríos, principalmente en el reino de León. Ya en el siglo XIV, dominaban el Valle del Órbigo, siendo desde 1369, señores de Luna y de su castillo.
Dueños del Palacio del Conde de Luna, situado en la plaza del mismo nombre mantenían como patio de armas, todo el espacio de ocupa el mercado hoy en día en esta plaza. Desde este palacio gobernaron todas sus posesiones en la provincia de León.
Guzmanes
Linaje nobiliario leonés, originario de Castilla, descendientes del conde leonés Pedro Ansúrez. Un descendiente llegó a ser Mayordomo Real de Alfonso VIII de Castilla, otros descendientes se casaron con nobleza leonesa logrando entre sus títulos el de señores de Aviados y del Valle de Boñar. Pedro Nuñez de Guzmán se desposó con Elvira de Bazán, señora de Toral, pasando ese lugar a la propiedad de la familia.
Según las crónicas procedían de Bretaña, su origen se sitúa en un caballero llamado Gundamaro. En 1360 se enfrentaron a Pedro I el Cruel y tras ser sitiado Don Núñez de Guzmán, la familia será desterrada, algo que volverá a ocurrir años después como consecuencia de otro enfrentamiento.
Construyeron el Palacio de los Guzmanes, actual sede de la Diputación Provincial de León, con un encargo al arquitecto Rodrigo Gil de Hontañón.
Enfrentamientos
Antes de analizar cualquier tipo de enfrentamiento, podemos analizar la representación heráldica que tradicionalmente se ha analizado como el resultado del enfrentamiento entre ambas familias. Los Guzmanes tienen la representación de un cesto lleno de seis vívoras, lo que se ha interpretado apócrifamente como la defensa de la familia de los Quiñones. Heráldicamente se interpreta como una caldera cuyas asas contaban con adornos en forma de serpiente. La población siempre ha visto enfrentamientos entre todo lo que hacían los Quiñones y los Guzmanes. Incluso en el escudo de los Guzman cuenta con tres palos nudosos, que algunos interpretan como garrotes.
El enfrentamiento más duro desarrollado entre ambas familias fue el de la cuestión de las comunidades. Los Guzmanes habían jurado fidelidad a los Reyes Católicos y a Felipe El Hermoso, todo esto tras un enfrentamiento y ser repudiados por Pedro I el Cruel. Pero el clavero de Calatrava don Pedro Núñez de Guzmán, tenía bajó su tutela al infante don Fernando por mandato de la reina Isabel La Católica, de este modo los Guzmanes se convirtieron en los mayores enemigos de Felipe el Hermoso. Aunque el propio Felipe buscó el acercamiento a los Guzmanes por el poder que ejercían en la nobleza española, acercamiento que no pudo desarrollarse por la muerte del monarca.
Tras esta muerte, los Guzmanes reiteraron su fidelidad a Fernando V, pretendiendo nombrarle regente de Castilla, ya que doña Juana estaba incapacitada para gobernar. Pero pronto el conde de Benavente, don Juan Manuel se opuso junto a otros nobles a ese nombramiento y comenzaron a surgir candidatos al trono como el rey de Portugal, el de Navarra o el príncipe Carlos. De esta lucha por el trono salió victorioso el príncipe Carlos que fue nombrado Carlos I. De este modo, los Guzmanes como principales defensores del infante Don Fernando crearon en León una corriente contraria al monarca Carlos I donde la mayoría del pueblo estuvo a favor y donde los más brillantes componentes eran eclesiásticos. Tan sólo los Quiñones no entraban en la causa.
Ramiro Núñez de Guzmán encabezó el bando de los marqueses de Toral en contra de todas las decisiones tomados por Carlos I y apoyados por una gran parte del pueblo de León principalmente por las gentes más humildes, el Cabildo de la catedral también apoyaba a los marqueses de Toral, al igual que el convento de Santo Domingo y el Ayuntamiento en pleno. La ciudad de León fue una de las quince que se levantó contra el monarca.
Francisco Fernández de Quiñones encabezó el otro bando, los que apoyaban el imperialismo de Carlos I, era menos numeroso pero destacaban dos canónigos catedralicios como fueron Diego Valderas y Juan de Villafañe.
A partir de este momento, el enfrentamiento fue total buscando los diferentes apoyos de la sociedad. La victoria del monarca frente a las ciudades en el conflicto de las comunidades concluyó en 1522 con el perdón para todos los leoneses con un gran coste económico a excepción de la pena de muerte que se impuso a Ramiro Núñez de Guzmán y sus cuatro hijos (Álvaro, Juan, Diego y Gonzalo), así como a los dominicos Fray Pablo y Fray Alonso de Villegas.
Los Guzmanes salvaron su vida al huir al vecino reino de Portugal donde el monarca portugués se negó a entregar a ningún comunero. Ante esta situación el monarca ordenó al corregidor de León, Don Bernardino de Ledesma, que derribase todas las casas que poseyera y no pudieran ser levantadas sin su propia licencia. Hasta más de medio siglo después, los Guzmanes no pudieron conseguir el perdón y volver a León.